El 22 de febrero Joe Biden pronunció una oración fúnebre para el medio millón de norteamericanos víctimas del coronavirus. El número de muertos es mayor de los que fallecieron en la Primera y Segunda Guerra Mundial y en el conflicto de Vietnam juntos. Es la peor de las derrotas; una “piedra miliar desgarradora”, dijo.
Se ha hecho duelo en todo el país con 500 velas (una cada mil muertos) prendidas en la escalinata de la Casa Blanca. Al mismo tiempo Biden ha creado un grupo de trabajo para reunir a las familias de inmigrantes que fueron separados en la frontera por la política de tolerancia cero impuesta en 2018. Hay 5.500 menores que han sido separados de sus padres. El hondureño Alex García que por tres años y medio se refugió en una iglesia para no ser deportado siendo ilegal, pudo reunirse por fin con la mujer y los hijos. Biden ha dado los primeros pasos para otorgar la ciudadanía a 11 millones de inmigrantes que viven en Estados Unidos y no la tienen. Anuló la prohibición de entrada a 13 países musulmanes y detuvo la construcción del muro con México. Son hechos que han sido apoyados por la jerarquía eclesiástica.
En cuanto a su relación con Biden los obispos dieron por cerrado el grupo de trabajo que debía estudiar si darle comunión o no a Biden por su apoyo al aborto. El texto producido por el grupo pasó ahora a la comisión por la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal para un texto definitivo que, si necesario, será presentado en la Asamblea Plenaria y necesitará la aprobación de dos tercios de la misma. Esta iniciativa fue impulsada por ese catolicismo que se reflejaba más en la ideología de Trump que en la doctrina del papa Francisco. Es improbable que se logre la mayoría necesaria para excomulgar a Biden como pretenden algunos obispos. El obispo de San Diego R. McElroy pidió “no hacer de la Eucaristía una arma política”. El obispo de Washington W. Gregory a cuya comunidad cristiana pertenece Biden dijo que no rechazará dar la comunión a Biden: “No quiero sentarme a la mesa con él con un revólver en la mano; lo que quiero es buscar el diálogo con el nuevo presidente”. El aborto parece ser más una bandera ideológica del ala más conservadora del episcopado que siempre apoyó a Trump y está enfrentada con el papa Francisco.
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