ITALIA: MONJAS MISIONERAS MÁRTIRES

collage con monjas mártires en sus hábitos blancos, rodeadas por niñas y niños congoleños.El Papa ha reconocido las virtudes heroicas de tres misioneras italianas: Floralba Rondi, Clarangela Ghilardi y Dinarosa Balleri que murieron de ébola en Congo (África) en 1995. Ellas habían pasado varias décadas de misión en África, dedicándose a la atención médica en los hospitales como enfermeras especializadas y murieron por no dejar a los enfermos contagiados sin tratamiento.

Ébola es el nombre de un pequeño río de Zaire que fluye hacia el oeste, al norte de Yambuku. Por esos años el virus del ébola había estallado en Congo con virulencia conformando una peligrosa epidemia. Las monjas trabajaban en el hospital de Kikwit, con 11 pabellones y 400 camas pero en esa época los hospitalizados llegaban a unos mil. Visitaban también a los enfermos en el campo donde también había dispensarios, enfermerías, leproserías y centros de tuberculosis. En estos lugares la asistencia sanitaria era garantizada por las religiosas. Frente al peligro del contagio y a la huida masiva del personal sanitario, aún con la posibilidad que se les ofrecía de volver a Italia, quisieron quedarse. Estaban conscientes de que con su partida muchos enfermos contagiados se habrían quedado sin los cuidados esenciales.
Así escribían a Europa: “Permanecemos en nuestro lugar aún a costa de nuestra vida porque estas personas están en una situación de pobreza espantosa y necesitadas de todo. Estamos en las manos de Dios”. Según la Iglesia son “mártires de la caridad” en una entrega diaria, continuada, hasta dar la vida. Murieron una tras otra infectadas por el virus entre abril y mayo de 1995. También hay otras dos monjas de la misma congregación que, siempre en África, murieron por el ébola: Annelvira Ossoli, y Vitarosa Zorza para las cuales también se empezó el proceso de beatificación. También se ha celebrado el quinto aniversario del asesinato de cuatro religiosas de la Madre Teresa de Calcuta el 4 de marzo de 2016, mientras hacían su servicio diario en un albergue de ancianos en Yemen, un país quebrado por una guerra olvidada y cuya crisis alimentaria es hoy la peor a nivel mundial.