GUATEMALA: LOS MÁRTIRES DEL QUICHÉ

afiche con fotos y nombres de 10 mártires. al fondo paisaje guatemalteco, un cristo crucificado y texto evangélico Mateo 5,10El 23 de abril serán beatificados 10 sacerdotes y 7 laicos martirizados en Guatemala hace 25 años. Uno de estos sacerdotes, el p. Juan Fernandez, escribía a su hermano: “No quiero que me maten. Pero no estoy dispuesto,  por miedo, a abandonar a esta pobre gente. Creo en Jesús. ¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?”.

Quince días después era capturado, torturado, asesinado con tres tiros de revólver en la cabeza. El p. Domingo del Barrio Batz, de 35 años, desde una comunidad indígena escribía: “Aquí he descubierto el sentido de la Navidad. Jesús vino para dar voz y esperanza a los más pobres y marginados y de aquí no me muevo”. El hermano Santiago Miller de las Escuelas Cristianas escribía: “Pido a Dios la gracia y la fuerza de servir fielmente a los pobres y oprimidos de Guatemala. Dejo mi vida en manos de  su Providencia y pongo mi confianza en Él”. En aquel tiempo al poseer una Biblia o un rosario se arriesgaba la vida. Entre 1980 y 1991 fueron asesinados catequistas, animadores de comunidad, miembros de la Acción Católica, misioneros laicos, delegados de la Palabra y de la Eucaristía. Estos mártires lo fueron por defender a los campesinos y a los indígenas y la represión fue organizada por los militares que veían marxismo en todo lado, los terratenientes y las grandes familias. Rosalio Benitez fue asesinado con 48 compañeros en 1982, acusados de guerrilleros o cómplices de los mismos. El papa Juan Pablo II fue a Guatemala en enero de 1983 y valoró el testimonio de cientos de ministros de la Palabra y catequistas y los comparó con los mártires de la primera Iglesia. El obispo Juan José Gerardi que publicó ”Guatemala nunca más” fue cruelmente asesinado en 1998. Uno de los dictadores más crueles de esa época fue el general Efraín Rios Montt, jefe de una secta evangélica que se creía enviado por Dios y desplegó todas sus energías, respaldado por medio millón de paramilitares, para derrotar a los marxistas “con la Biblia en la mano y la metralleta en la otra”. Hoy la Iglesia empieza a reconocer a tantos mártires anónimos de América Central que han dado su vida por Cristo, el Evangelio  y los pobres en aquellos años de plomo.