El DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER

 también es cosa de hombres

Escribe Pablo Guerra

hombre joven de vestimenta informal, que usa una alianza, tendiendo la ropa en el patio. parece contento.

Cada año que pasa nos va mostrando cómo el DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER se va transformado en una estupenda oportunidad para poner el acento no solamente en los derechos que le compete a la mujer (los antecedentes, con más de 100 años pusieron el eje en asuntos como su situación salarial o su derecho al voto), sino fundamentalmente en un enfoque más sistémico que pueda cuestionar las bases patriarcalistas que permanecen fuertemente asentadas tanto en la cultura, como sociedad, política y economía. Por eso, este Día es también asunto de hombres.

Pero no de cualquier hombre, sino de un hombre nuevo. No de cualquier masculinidad, sino de aquella dispuesta a disputarle terreno a la masculinidad hegemónica. Una en la que se vea al feminismo no como una corriente antepuesta, sino como un movimiento bienvenido. Una que vea a la mujer militante no como enemiga, sino como compañera.

En definitiva, una masculinidad que se abra a nuevos paradigmas de relacionamiento para el que será cada vez más necesario contar con hombres más empáticos, con más inteligencia emocional y sensibilidad.

¿Hasta cuándo creer que el hombre debe ser educado en la dureza (“los hombres no lloran”) y a la mujer en la compasión? ¿Hasta cuándo priorizar en unos el pensamiento lógico y en otras el pensamiento emocional? Estas ideas luego pegan muy fuerte en los roles que asumen los géneros en la familia o en el mercado, el primero un ámbito tradicionalmente reservado a lo femenino, el segundo a lo masculino, de manera que por mucho tiempo se esperaba de una mujer que fuera esposa y madre a tiempo completo, en tanto del varón se esperaba que fuera el proveedor del hogar.

Que este Día nos sirva para pensar y cuestionarnos sobre los estereotipos de género que incluyen una larga lista de características, muchas veces opuestas, respecto lo que se espera de un sexo y de otro. Lista que hace igual daño a unas y otros.

Una sociedad que vaya dejando de lado los estereotipos (léase bien: estereotipos, no diferencias) dará luz no solamente a un feminismo más protagónico, sino además a nuevas masculinidades que puedan desarrollar de mejor manera sus recursos cognitivos, pero también emocionales y relacionales.

Por eso este Día me hace reflexionar no solo en las luchas de las mujeres, sino también en la lucha que los varones tenemos por deconstruir siglos de dominación.

Y me hace soñar por un nuevo mundo posible, de mayor igualdad, de mejor distribución de los tiempos en el hogar, de iguales oportunidades en el mercado de trabajo, sin violencia de género. Y con hombres tiernos, que no nos avergoncemos de nuestras vulnerabilidades, que no temamos por llorar.

Que nunca más tengamos padres que no abracen a sus hijos/as, que no jueguen o cocinen con ellos/as, que no le digan “te amo” por temor, por vergüenza o por pensar que eso es propio de las madres.

Que nunca más tengamos esposos y compañeros que asuman como normal aquello de “proteger a la mujer” en un sentido dominante, sino que también entendamos que necesitamos de su protección en una justa reciprocidad. O que midan con distinta vara la  fidelidad bajo el falso argumento que los hombres tenemos deseos incontrolables.

Que nunca más tengamos “ex” que siguen controlando, celando y violentando  a sus anteriores parejas.

Que nunca más tengamos empleadores que hagan distingos según género.

Que nunca más tengamos hombres (empresarios, sacerdotes, profesores, autoridades,  referentes) que abusan de su situación de poder para explotar a sus víctimas.

Que nunca más tengamos compañeros de esos que viralizan videos íntimos o que consumen productos y servicios que cosifican a la mujer.

Que nunca más tengamos publicistas que para vender un neumático hacen posar a una mujer semidesnuda. Y que no tengamos talleristas que cuelguen esos afiches en sus negocios.

Que nunca más tengamos políticos que luego del armado de una lista “paritaria” recurren a diversos artilugios para que los mismos de siempre sigan ocupando cargos de decisión.

Que nunca más tengamos líderes sociales que pidan participación y nada hacen en sus vidas privadas y públicas para que las mujeres, con más carga en el trabajo de cuidados, puedan hacerlo.

Que nunca más tengamos “opinadores”, de esos que cada vez que hay un drama familiar con menores, en las redes preguntan dónde está la madre…

Con el debido permiso, pero hoy también debemos hablar de machos y de machismos, de nuestras miserias (sí, en primera persona del plural) pero por sobre todas las cosas, de la esperanza por contar con nuevas masculinidades.