Hay personas que no buscan en la vida fama y notoriedad, lo único que les mueve es el deseo de hacer el bien. Quieren hacer que su vida valga la pena, pero no buscando aplausos o notoriedad, sino para defender la vida y hacer simple y llanamente lo que es correcto. Este fue el caso de Nicholas Winton, un filántropo británico de origen israelita que llegó a salvar la vida de 669 niños judíos -poco antes del comienzo de la Segunda Guerra Mundial-, rescatándolos así de la Alemania nazi.
De los prejuicios al antisemitismo
Nicholas era hijo de Rudolf Wertheim, quien era gerente de Banco, y de Bárbara Wertheimer. Ellos eran judíos alemanes que al ver como la situación de los judíos en Alemania empeoraba cada vez más decidieron emigrar a Inglaterra en 1907. La situación era muy dura para los judíos, y a pesar de que aún no había persecuciones en esos años, había prejuicios y antisemitismo.
Sí, el antisemitismo europeo fue anterior a los nazis. Esto explica la facilidad con la que Hitler logró el apoyo de su pueblo culpando a los judíos de los males de Alemania. En varios países europeos como Polonia, Hungría, Suiza, Rusia, etc. había una gran corriente antisemita.
Rudolf y Bárbara viajaron a Inglaterra, donde las condiciones iban a ser más favorables para ellos. El apellido de la familia lo cambiaron al de Winton, porque deseaban una nueva vida para ellos, y poder integrarse. Ambos esposos se convirtieron al cristianismo, y cuando nació Nicholas lo bautizaron como cristiano. Nicholas nació en el año 1909 en el barrio de Hampstead en Londres, el día 19 de mayo.
Su infancia y adolescencia fueron normales, y tranquilas, como correspondía a un joven inglés de principios del siglo pasado. En 1931 finalizó sus estudios, y entró a trabajar como agente de bolsa en su ciudad natal, pero las cosas se complicaron luego, pues la Segunda Guerra Mundial estaba en el horizonte.
En 1938 se disponía a pasar sus vacaciones en Suiza, pues amaba el esquí, pero sus planes cambiaron. Un amigo suyo, llamado Martin Blake, le pidió que cancelara todos sus planes y fuera con él a Praga en Checoslovaquia, porque tenía una propuesta para él. Cerca de la ciudad había campos de refugiados, donde miles de personas expulsadas o fugitivas de la Alemania nazi, soportaban condiciones de vida infrahumanas. Martin trabajaba en alguno de estos campos para aliviar las penurias de esta gente. Algunos habían perdido sus trabajos y medios de vida, muchos de ellos habían huido, dejándolo todo. De todas maneras, su vida peligraba. Algunas familias de origen israelita habían huído de Alemania, pero para escapar, el régimen nazi no les había permitido llevarse sus bienes, por otra parte no todos los países europeos los recibían. Varios países los deportaban a Alemania, de donde ya no podrían escapar. Checoslovakia no deportaba, pero sería una de las primeras naciones en ser anexadas por los nazis.
Este drama golpeó duramente el corazón de Nicholas, y decidió montar una oficina improvisada en la habitación del hotel en que se hospedaba. Empezó a elaborar un plan para sacar del país a los niños israelitas y así salvar sus vidas, llevándolos a otros países donde estarían más seguros.
Varias familias judías solicitaron a Winton su ayuda. El problema empezaba al parecer a superarlo. Por suerte no sólo Martin le ayudaba, sino que otros amigos suyos le dieron una mano. Tanta fue la demanda que tuvo que organizar una oficina en la calle Worsilska en Praga, para atender las demandas. Su amigo Trevor Chadwick se encargó de dirigir esta oficina. Winton por otra parte empezó a visitar y a contactarse con los embajadores europeos, a los que solicitó refugio para los niños.
Lamentablemente muchos países se mostraron reticentes con el tema. Sólo el gobierno sueco se manifestó interesado en asilar a un grupo de niños. El gobierno británico respondió al pedido, pero exigía que los niños fueran menores de 18 años, y que cada familia accediera a pagar 50 libras por niño para solventar los gastos de su futura vuelta a casa.
Dificultades y realizaciones
Nicholas tenía sin embargo que volver a su país. Tenía que reincorporarse a su trabajo, pero dejó en Checoslovaquia voluntarios que continuaron la tarea. Desde Londres creó el “Comité britanico para el transporte de niños refugiados de Checoslovaquia”.
Nombre impresionante para un comité integrado solamente por su madre, su secretaria, él mismo y cuatro voluntarios.
Tuvo que afrontar los gastos, ya que se precisaban 50 dólares por niño, pagar su transporte en tren desde Checoslovaquia, y conseguir familias que quisieran encargarse de los niños.
Winton recurrió a las Iglesias tanto católicas como anglicanas, así como a las sinagogas, y puso avisos en los diarios.
La respuesta de los londinenses fue entusiasta, centenares de familias respondieron, y varios aportaron dinero para hacer frente a los gastos.
Las familias de los niños vendían sus bienes, arriesgándolo todo para salvar a sus hijos, la organización solventaba los gastos de las familias que no tenían recursos.
El rescate
El primero de ellos se efectuó el 14 de marzo de 1939 en avión. En los siguientes meses se organizaron otros siete transportes, todos por tren. El último tuvo lugar el 2 de agosto. Los ferrocarriles tenían como destino la estación de Liverpool Street en Londres, donde esperaban las familias de acogida.
El 14 de marzo de 1939 Alemania desmembró las provincias checas de Bohemia y Moravia, constituyéndolas como un protectorado alemán. Trenes cargados de niños dejaban la estación de Praga camino de Londres, si bien para ello debían atravesar territorio alemán. Los padres abandonaban a sus hijos a un futuro incierto, asumiendo que el suyo podría ser mucho peor. El viaje en tren atravesaba Nuremberg y Colonia hasta Holanda; desde allí por barco hasta Harwich, Essex; y, ya a salvo, otra vez en tren hasta Liverpool Street Station, en Londres. Allí eran recibidos y entregados a sus familias de adopción. Todos portaban como únicas pertenencias una pequeña bolsa y una etiqueta identificativa.
El octavo tren tenía que salir de Praga el 1 de septiembre de 1939 y en él iban a viajar otros 250 niños, pero ese mismo día Alemania invadió Polonia y cerró las fronteras. El transporte, literalmente, desapareció. Ninguno de los menores volvió a ser visto nunca más. Fueron 250 víctimas que se sumaron a los más de 15.000 niños que perecieron asesinados en Checoslovaquia durante la Segunda Guerra Mundial.
Casi todos los niños salvados eran huérfanos al final de la guerra. Sus padres, que los entregaron para salvarlos, murieron enAuschwitz, Bergen-Belsen o Theresienstadt. Tras la guerra, muchos niños permanecieron en Reino Unido; otros, los menos, regresaron a sus países de origen ya bajo la hégira comunista. No pocos emigraron al recién creado estado de Israel. Muchos de aquellos niños, hoy ancianos de más de 70 años, son todavía conocidos como «los niños de Winton».
Winton rescató en total a 669 niños judíos. Su hazaña, que hubiera merecido múltiples condecoraciones y actos de homenaje, quedó en el olvido durante 50 años, ya que prefirió mantener en secreto lo sucedido. No fue hasta 1988 cuando Greta, su mujer, encontró un viejo maletín de cuero escondido en el desván de su casa y, rebuscando entre los papeles que contenía, se topó con las fotos de 669 niños, una lista con el nombre de todos ellos y algunas cartas de agradecimiento de sus padres. Tal descubrimiento provocó que Winton no tuviera más remedio que explicarle a su esposa lo que había acontecido décadas atrás.
Sorprendida por la historia que le acababa de explicar su marido, Greta se puso en contacto con Elisabeth Maxwell, una historiadora especializada en el Holocausto nazi y esposa del magnate de la comunicación Robert Maxwell, propietario de periódicos como el Daily Mirror y el Sunday Mirror.
El reconocimiento
Maxwell, cuyas raíces eran checas, quedó tan impresionado por la gesta de Winton que decidió publicar la historia en sus diarios. Poco después, la BBC se hizo eco de los sucesos que habían acaecido medio siglo antes y los acontecimientos se precipitaron. En unos días pasó de ser un personaje anónimo a convertirse en un héroe nacional, tanto en su país como en la antigua Checoslovaquia. Así, la Reina Isabel II le nombró en 1993 Miembro del Imperio Británico; 9 años más tarde, el 31 de diciembre de 2002, lo condecoró con el título de Caballero por sus servicios a la Humanidad; también ostenta el título de Liberador de la Ciudad de Praga y la Orden de T. G. Marsaryk, que recibió de manos de Vaclav Havel el 28 de octubre de 1998; el 9 de octubre de 2007 se le concedió la máxima condecoración militar checa, La Cruz de 1ª Clase, en una ceremonia en la que el embajador checo mostró su apoyo público a una iniciativa impulsada por estudiantes del país, que contaba ya con más de 32.000 firmas y en la que se solicitaba que le otorgaran el Premio Nobel de la Paz. En 2010, el Gobierno británico le concedió además la medalla de Héroe del Holocausto, y se espera que su figura se reconozca de forma destacada en un monumento permanente que se prepara para conmemorar la tragedia ocurrida en la Segunda Guerra Mundial. Su última condecoración fue en el año 2014, en el que Winton recibió la Orden del León Blanco en Praga.
Winton partiría a la casa del Padre el 2 de julio de 2015, a la edad de 106 años.
Conclusión
Ante las desgracias e injusticias, muchos preguntan ¿dónde está Dios? Otros no reniegan de Dios, ni se preguntan esto, ni pierden la fe, simplemente se dedican a luchar por defender a los más desprotegidos; no calculan si podrán hacer poco o mucho. Simplemente lo hacen. Los más heroicos son incluso aquellos que como Nicholas Winton no buscan reconocimiento ni aplausos.
En los momentos más negros de la historia del mundo, Dios actúa. Lo hace a través de gente como Nicholas Winton.
Eduardo Ojeda.
Impresionante!!!! Muchaas gracias!.
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