Frente al hecho espantoso de una niña de 8 años, Sharon Figueroa, secuestrada cuando jugaba en bicicleta en el patio de su casa y después estrangulada en Petén, se levantó la voz del cardenal Alvaro Ramazzini: “Guatemala con estos hechos deleznables y vergonzosos tocó fondo. No podemos hablar de crisis religiosa. Es una crisis humana; estamos acudiendo al deterioro más absurdo pero real de los valores morales y éticos. Estos casos ponen en evidencia la deshumanización a la que hemos llegado en nuestra sociedad. Hay que cuidar la niñez del país. No puede ser que en menos de cuarenta días, 236 niños se encuentren desaparecidos y en lo que va el año se hayan activado 590 alertas”.
Guatemala registró 3.472 asesinatos durante el año pasado, incluyendo 494 homicidios de mujeres. Alvaro Ramazzini, que es obispo de frontera también en sentido geográfico (Huehuetenango es ciudad de frontera con Chapas) tiene en su lema episcopal las palabras de san Pablo: “Ay de mí si no evangelizo”; y no pierde ocasión en denunciar los atropellos que sufre la gente y en anunciar el evangelio de Jesús. Para él las emigraciones hacia Estados Unidos son “expulsiones” por ser forzadas por la extrema pobreza y la falta de oportunidades que hay en el país. El cardenal ha seguido de cerca el drama de 11.400 menores no acompañados en Estados Unidos, muchos de ellos separados de sus padres; acompaña a los pueblos originarios abandonados por todos los gobiernos; denuncia la contaminación del agua y la deforestación. Le preocupa que no se escuchen las organizaciones campesinas, la situación de las mujeres víctimas de la violencia y la explotación, el futuro de la juventud y el escándalo de la desnutrición infantil sin razón alguna. “Nuestro modelo económico sigue siendo un capitalismo salvaje con un pésimo sistema de justicia” afirma en una entrevista a Religión Digital. “A nivel eclesial la pandemia ha supuesto una prueba para la fe de los cristianos. Sin embargo después de la prueba veremos a cristianos más convencidos de lo que creen, viviendo mayormente la fe a nivel de familia y trabajo. Hemos aprendido a ser más solidarios, colocándonos a todos en el mismo nivel sin diferencias. Ha sido una gran oportunidad para la purificación de nuestra fe. Es enorme la escasez de clero en Guatemala y el laicado es poco comprometido en lo social. A nivel de clero, los problemas no apuntan aquí a los escándalos de pedofilia sino a un bajón en lo que se refiere a la denuncia profética. Ya ni siquiera nos atacan. Hay una paz artificial, un adormecimiento de las conciencias, fruto del marcado individualismo reinante donde cada uno busca sobrevivir. Todo lo que el papa Francisco ha puesto en marcha en la Iglesia es obra del Espíritu Santo. Los que le se le oponen no son ni de derecha ni de izquierda; se trata de fidelidad al Evangelio”.
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