MYANMAR: MILITARES ENCARCELAN A NOBEL DE LA PAZ

Marchas en Yangon: han participado activamente sacerdotes, seminaristas y religiosas

“Myanmar” es el nuevo nombre que le han puesto los militares a la antigua “Birmania”, un país asiático de 55 millones de habitantes, en su mayoría budistas. Desde su independencia, el país ha sido gobernado con mano de hierro durante medio siglo por los militares, y la Premio Nobel de la Paz 1991 Aung San Suu Kyi ha sido detenida a lo largo de 21 años (de 1989 a 2010).

Desde el año 2015 Aung San había sido liberada por la presión y el voto popular y había pasado a ser consejera de estado y ministra de exteriores. La constitución redactada por los militares le impedía ser presidente por tener hijos extranjeros.  Fue un periodo de transición en que, gracias a ella, se dieron pasos hacia la democracia pero Aung San siguió siendo rehén de los militares que mantenían el poder real y no hizo o no pudo hacer nada frente al genocidio perpetrado por ellos contra los “Rohingya”, una minoría musulmana obligada a un éxodo masivo hacia Bengladesh. El Papa Francisco visitó el país en 2017, condenó el genocidio y recibió después en el Vaticano a Aung San. En noviembre pasado hubo elecciones legislativas donde el partido de la mujer (la Liga Nacional de la Democracia, fundada por su padre, uno de los próceres de la independencia) volvió a arrasar con el 83% de los votos, contra el partido de los militares. Con el pretexto de fraudes en las elecciones, los militares dieron un golpe de estado el primero de febrero pasado (el cuarto en 63 años) asumiendo todos los poderes, encarcelando a San (de 75 años) y prometiendo elecciones libres dentro de un año. Contundente, a nivel nacional e internacional, ha sido la condena del golpe. El cardenal Charles Maung Bo, arzobispo de Yangon en un comunicado  público  declaró que “lo que ha sucedido es muy doloroso; ha destrozado a nuestra gente”. Lamenta la medida “unilateral” del ejército y denuncia “la oscuridad periódica que envuelve a nuestra nación. Hemos derramado suficiente sangre”. Se declara escéptico sobre la convocatoria de los militares para elecciones multipartidistas libres en un año y pidió a occidente no recurrir a sanciones económicas porque solo afectan a la vida de los pobres. Pidió a la población renunciar a la violencia para protestar contra el golpe y a los dirigentes volver otra vez al diálogo. Dirigiéndose a los militares: “Siete décadas de violencia no dieron resultado. Todos ustedes prometieron paz y democracia y millones de personas votaron por la democracia. Liberen a los presos políticos, porque no son prisioneros de guerra. Estamos cansados de promesas vacías. Recuperaremos la confianza solo cuando las palabras vayan acompañadas de acciones sinceras”. Y dirigiéndose a Aung: “Usted ha vivido y ha sacrificado su vida por nuestra gente; siempre será la voz del pueblo. No solo ha sido hija predilecta del padre de la nación, sino que lo es de la entera nación. La verdad prevalecerá. Dios es el árbitro supremo de la verdad; hay que esperar”.