(Chile): Un grito por Guacolda

Un grito de justicia por Guacolda y por todos los niños y niñas de Temucucui.

Se puede escuchar el grito de Dios “he visto el dolor de mi pueblo, he sentido su aflicción”. Llevamos días luego de celebrar Navidad y nos hemos llenado de propósitos, hemos rogado a Dios por un buen año, un nuevo año después de lo que hemos vivido como sociedad producto del Covid, y a esto podemos sumar la experiencia personal y colectiva que los chilenos y chilenas hemos sentido en carne propia luego del estallido social en la represión del Estado sobre sus ciudadanos. Pareciera que a esta altura ya deberíamos haber aprendido algo sobre dolor e injusticia y el grito inmediato que debe realizarse por pisar ciertas veredas similares, pero nuestro corazón se cierra y pareciera que cada vez más. Tenemos un corazón duro. En el evangelio Jesús lo dice con claridad, “tienen oídos y no oyen, ojos y no ven”. Esas palabras corresponden a una tradición bíblica que será repetida variadas veces, junto con el corazón “duro y rebelde”.

Llama la atención que, aún existiendo la carta del Obispo Héctor Vargas, aun siendo un gesto, no realiza un grito sobre lo inadmisible que está viviendo el pueblo Mapuche y por sobre todo sus niños y niñas, en el nombre de Guacolda y de tantos que la historia los ha querido negar.

Pero qué pasa con nosotros la iglesia, ¿cuál es el grito que damos junto con Dios? o ¿callamos y somos cómplices silenciosos de las atrocidades cometidas por el Estado Chileno? ¿Qué le pasaría a cada uno y una de ustedes si sus hijos o hijas fueran reprimidos por la policía con amenaza de muerte como lo hemos escuchado en el último audio filtrado de la PDI?

Los últimos meses hemos generado variados encuentros sobre la encíclica “Fratelli Tutti”, pero pareciera que las palabras del papa Francisco caen en saco vacío, en sus palabras nuestro diagnóstico es claro, los versículos escritos en el comienzo toman palabra actual en nuestra vida cuando creamos muros que limitan nuestra humanidad. Nuestra identidad chilena elimina nuestra capacidad de humanidad y nos silencia ante los crímenes cometidos hacia nuestros “hermanos y hermanas mapuche». Su forma de vida, sus dolencias, sus reclamos nos alejan del sentido social y como bien dice el Papa “resurgen nacionalismos cerrados, exasperados, resentidos y agresivos” (11) ¿Podrá haber algo más agresivo que lo que hemos visto esta semana a estos niños y niñas? ¿Dónde están sus derechos? y ante nuestra lucha por la vida ¿es que la vida de ellas y ellos no importan?

En cualquier otro escenario esto sería tema del presidente, policía, justicia, Iglesia, actores civiles y otros, en este caso solo abunda el silencio. Pero en este pueblo, en su historia, en su cultura, sólo encontramos actos barbáricos de los cuales debemos separarnos. De esta forma ¿somos los que pasan por el lado del camino y aun viendo al forastero herido de muerte seguimos por no comprometer nuestra vida con el otro y la otra, poniendo en juego nuestra humanidad completa? ¿Quiénes son hoy los samaritanos que se están haciendo cargo de esta situación?

En la reflexión realizada por el Papa es clave aquello que pronuncia que ante la posibilidad de una cultura de encuentro nuestra realidad es que “un proyecto con grandes objetivos para el desarrollo de toda la humanidad hoy suena a delirio.” (16)

Hoy tenemos nombres, rostros y gritos concretos y realmente son espeluznantes. Nuestros niños y niñas están siendo marcados para siempre y están siendo parte de una sociedad del descarte que les llena de miedo, odio y resentimiento. No lo podemos permitir. Estamos viviendo en una generación racista que le tiene miedo y odio al pobre y al diferente, tanto así que nuestros silencios no nos incomodan. Como dice el Papa los derechos humanos hoy no son para todos y todas “mientras una parte de la humanidad vive en opulencia, otra parte ve su propia dignidad desconocida, despreciada o pisoteada y sus derechos fundamentales ignorados o violados» (22)

¿Qué es lo que vamos a hacer? Hoy no podemos esperar.

María José Encina Muñoz.
Hermana comunidad Adsis

 

Referencias; Encíclica Fratelli Tutti, papa Francisco.

N° 11, 16 y 22