CAYÓ TRUMP: QUEDA LA IDEOLOGÍA

La derrota de Donald Trump no fue en realidad una derrota; recibió 73 millones de votos, el número más alto de votos que haya recibido un republicano; recibió más votos que hace cuatro años. Esto significa que el trumpismo ha llegado para quedarse. La ideología trumpista es una mezcla de nacionalismo, populismo de derecha, conservadurismo, racismo, antifeminismo, antiglobalismo, antiecologismo, autoritarismo. Ataca a los partidos políticos tradicionales y a la democracia por corrupta e ineficiente, y a los medios. Juega como defensor de la identidad nacional contra inmigrantes y negros, de los valores religiosos contra el aborto, la eutanasia, las parejas homosexuales, etc.

Se apoya en especial sobre el principio de la supremacía de los blancos que se sienten desplazados cada vez más de los lugares de privilegio de antaño y de los que consideran derechos por nacimiento. El premio Nobel Joseph Stiglitz lamentó la creciente desigualdad y la “asombrosa diferencia en el trato con los insurgentes blancos que invadieron el Capitolio y fueron llamados “patriotas”, con los manifestantes pacíficos del movimiento Black Lives Matter que fueron atropellados violentamente por la policía”. Trump con su demagogia ha sabido dar cabida también a una masa de resentidos sociales (también negros, mujeres, jóvenes sin trabajo, latinoamericanos…) que se han sentido defraudados por los políticos y buscan a un líder mesiánico. “América primero” (America First) ha sido el lema de Trump que lo llevó a un nacionalismo cerrado y arrogante de gran potencia,  que ya no es la única, con una economía estrictamente neoliberal y una política belicista. La Corte Suprema es dominada por jueces de corte trumpista y hay un nacionalismo cristiano de derecha difundido a lo largo y ancho de todo el país, aún a nivel católico. Lo lamentable es que esta ola ultranacionalista y agresiva no solo se ha expandido por toda Europa (España, Italia, Austria, Hungría, Polonia…) y en Brasil sino que se ha aliado al cristianismo fundamentalista de los partidos evangélicos neopentecostales, de la teología de la prosperidad, de los que promueven el choque de las civilizaciones. Según el teólogo Juan José Tamayo “es una internacional neo-fascista que intenta manipular la religión y la fe cristiana, e implantar una nueva religión, la del odio contra migrantes y refugiados, musulmanes, negros, LGTBI..”. Se trata de líderes populistas que se han enfrentado también con el Papa. En Estados Unidos los católicos representan el 20% de la población. Hay más católicos entre los demócratas  y ahora han alcanzado ser  un 30% en el nuevo Capitolio. Pero en general la reacción de los obispos y de la Iglesia norteamericana frente al trumpismo ha sido muy floja y a la vez no ha ganado nada con él. Se organizó enseguida después de la victoria de Joe Biden una comisión para estudiar si había que darle la comunión al nuevo presidente  por la cuestión del aborto, pero en el caso de Trump no sucedió nada. Joe Biden tendrá problemas con una buena parte de la Iglesia Católica del país que se ha modelado a partir de los nombramientos episcopales de los dos pontificados anteriores sobre la retórica de los “principios no negociables”; por eso se oponen a Biden y también a Francisco. El papa Francisco sin embargo hace tiempo había advertido el grave peligro: “Ninguno en los años veinte se imaginaba que llegara al poder Hitler, y fue votado democráticamente. También hoy desde hace años movimientos populistas de derecha, ultranacionalistas y racistas siembran una cultura del  odio contra inmigrantes y  minorías étnicas”. El trumpismo no terminó con Trump y seguirá siendo un peligro para la democracia, acusada de debilidad, corrupción, desorden y la pobreza creciente será caldo de cultivo para la violencia.