Hace 55 años, el 8 de diciembre de 1965 terminaba el Concilio Vaticano II. Así lo recuerda un protagonista todavía vivo con 97 años, el obispo italiano Luigi Bettazzi en una entrevista a Famiglia Cristiana. “El Concilio ha sido un revolución en la Iglesia, pero solo en parte ha producido sus frutos…
…El documento más lindo para mí y que ha traído un gran renovación en la Iglesia ha sido el “Dei Verbum” (=la Palabra de Dios) que ha vuelto a poner la Biblia en las manos y en el corazón de todos los bautizados. También se ha actualizado la Liturgia, aunque no se hizo nada para superar el clericalismo. El documento más importante ha sido “Gaudium et Spes” (=el gozo y la esperanza). Se terminó con la Iglesia fortaleza siempre en actitud defensiva, con una Iglesia que juzga y condena. Ahora ha de ser abierta a los signos de los tiempos y compañera de ruta del hombre contemporáneo. Hay aquí una revolución copernicana: no más la humanidad para la Iglesia sino la Iglesia al servicio de la humanidad; no más los bautizados al servicio de la jerarquía, sino la jerarquía a servicio del Pueblo de Dios. Son principios que aún ahora se van imponiendo con dificultad. Por eso creo que no se necesita un Concilio Vaticano III sino llevar a la práctica en su plenitud el Concilio Vaticano II. Un rio subterráneo atravesó todo el Concilio y fue el de la Iglesia de los pobres, promovida por el cardenal Giacomo Lercaro y el obispo Helder Cámara que terminó con el Pacto de las Catacumbas. Fueron 12 compromisos concretos que firmamos 42 padres conciliares, a los que se añadieron después 200 obispos. Fue algo que quisimos hacer sin resonancia pública el 16 de noviembre de 1965 en las catacumbas de Domitila fuera de Roma. El primero en dar esa noticia fue “le Monde” de París el 8 de diciembre. El texto firmado por nosotros fue llevado al papa Pablo VI por manos del cardenal Lercaro y el Papa se comprometió a hablar del tema en una encíclica, que fue la Populorum Progressio de 1967, en la que prevaleció sin embargo el tema de la justicia y la paz”. En una anterior entrevista para Avvenire, Bettazzi había citado una frase de Juan XXIII: “No es el Evangelio que cambia; somos nosotros que, con el pasar de los años, podemos entenderlo cada vez mejor”. A partir de ese concepto Bettazzi añadía: “No es la doctrina que cambia; somos nosotros los que podemos entenderla mejor leyéndola a la luz de los signos de los tiempos. Hoy, con el papa Francisco se está reanudando la aplicación del Concilio a pesar de las presiones. Los ataques a Pablo VI eran respetuosos, no como los que vemos hoy contra Francisco; no son signos de caridad. Hay personas muy papistas hasta que el Papa no esté de su lado”. Según la historia, fue un Concilio que por primera vez en dos mil años no excomulgó ni condenó a nadie sino que miró positivamente al mundo moderno y al futuro con confianza, desechando a los profetas de calamidades.
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