Fue aprobada en Diputados la ley de eutanasia por 198 a favor y 138 en contra, con los votos de los partidos de izquierda y sin debate público. El proyecto de ley fija las condiciones en las que una persona podrá solicitar morir. Será posible para los mayores de edad que en su sano juicio sufran una enfermedad grave incurable o un padecimiento grave, crónico e imposibilitante, que cause un sufrimiento físico y psíquico intolerable.
El p.José Carlos Bermejo es el provincial español de los Camilos y experto de muchos años sobre este tema. Declara en una entrevista a Religión Digital: “Antes que nada la sociedad debería debatir en profundidad un tema tan importante. Hay una gran confusión de términos entre la gente: eutanasia, muerte digna, encarnizamiento, suicidio asistido, cuidados paliativos.; se mete todo en la misma bolsa. Los fautores de la ley nos dicen que la sociedad lo pide. Es un grave error; otra cosa es que la gente no quiera sufrir. Los mismos políticos en estos temas, como en el aborto, no pueden decidir sin consultar con los filósofos, los expertos en bioética y sobre todo sin consultar a la sociedad. Después de esta ley, la muerte tendrá una atracción mayor por parte de los más frágiles. Va a quedar transformado el concepto de médico, hasta ahora dedicado a cuidar la vida y se relajará ese compromiso. Esta ley va más allá de querer aliviar el dolor; es un salto en el vacío. Ya no se trata de humanizar el final de la vida con la sedacción y los cuidados paliativos, sin sentimientos de culpa y sin encarnizamiento. Se trata de quitarle la vida a una persona. Ningún colegio de médicos puede ser favorable a esto y la ley va a tener muchas complicaciones en su implementación”. Javier de la Torre es un médico renombrado en España y profesor de bioética en la universidad de Comillas. Dice al respecto: “No sé si con esta ley vamos a aliviar el dolor o aumentarlo. Es claro que nadie quiere sufrir. No sé si lo más avanzado, progresista, social sea aprobar una ley de eutanasia o por el contrario remover tantas causas sociales que hacen que muchas personas sufran tanto y prefieran morir. Hay mucho maltrato, muchos mayores solos, muchos ancianos abandonados que se sienten una carga para la familia y la sociedad, aún por los abultados gastos sanitarios. Y muchas presiones familiares directas o indirectas. Por otro lado, gracias a la sedación y a los cuidados paliativos, es posible aliviar hoy el dolor. Hay que apostar por una mejora de los cuidados paliativos, una mayor formación de los médicos en esta especialidad de la medicina. El año pasado más de 80 mil personas murieron sin cuidados paliativos. Hoy el desafío no es tanto el sufrimiento físico sino psicológico por las depresiones. Detrás de la petición de morir hay demandas más profundas: cercanía, afecto, reconocimiento, atención. No se puede afirmar que la única disyuntiva es morir entre sufrimientos o la eutanasia. Siempre hay otras alternativas. Quizás estemos perdiendo el arte de morir en paz, que no es un instante sino un proceso que requiere el apoyo familiar”. Cristianos, musulmanes, judíos, hindúes han celebrado un acto ecuménico e interreligioso rechazando la ley de eutanasia y reivindicando una adecuada legislación de los cuidados paliativos. La Conferencia Episcopal ha reaccionado con un comunicado del 11 de diciembre titulado: “La vida es un don, la eutanasia un fracaso”. Los obispos lamentan que se haya presentado el proyecto en el Parlamento “de una forma sospechosamente acelerada, en tiempos de pandemia y sin debate público”. Alientan a que se practique el cuidado integral, físico y espiritual, de los enfermos aún terminales, a que se recurra a los cuidados paliativos y al apoyo familiar. Afirman: “Acabar con la vida no es solución para enfrentar un problema humano; no puede ser un atajo que nos permita ahorrar recursos humanos y económicos. Se ha visto cómo en la pandemia como todos hemos agradecido el trabajo de los sanitarios para salvar vidas. La eutanasia y el suicidio asistido son todo lo contrario: una derrota para todos”.
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