Los obispos venezolanos habían anticipado que las recientes elecciones parlamentarias no contribuirían a una solución democrática sino que la agravarían y se habían declarado en contra de la abstención. Según el padre Alfredo Infante, del Centro Gumilla de los jesuitas de Caracas “hubo 70% de abstención en las pasadas elecciones, pero no porque triunfó el llamado a la abstención de la llamada oposición; eso sería atribuirle a un sector político de la oposición un peso que no tiene. Triunfó la despolitización de la sociedad venezolana…
…La consulta popular convocada por la oposición también se topa con este mismo fenómeno abstencionista. La única vía para solucionar nuestros problemas, que es la política, está en terapia intensiva. En este escenario de descontento, desconfianza y desmovilización política, perdemos todos. Tampoco triunfó Maduro. Las parlamentarias no fueron “elecciones” sino un evento facturado desde el poder. No hubo condiciones mínimas de competitividad ni un menú de posibilidades para que el votante discerniera y decidiera. Los pocos partidos opositores que concurrieron participaron en absoluta desventaja. Venezuela entra ahora en una mayor incertidumbre con un gobierno triunfante que tendrá todos los poderes concentrados, sin legitimidad y cada vez más autocrático. Casi el 56% de los electores se abstuvo de votar; Maduro fue reelegido con el 23% de apoyo popular. Fue la abstención más baja de los últimos treinta años. Pero la abstención favoreció al gobierno y Maduro podrá gobernar hasta 2025”. Según Carlos Torrealba, siempre del Centro Gumilla, “la mayor fortaleza del gobierno le viene de la oposición dividida. Es claro que el gobierno no jugó ni juega limpio. El bienestar de la gente poco le importa; busca aferrarse al poder a cualquier precio y sin escrúpulos. En la oposición hay falta de unidad, ausencia de debate, desacuerdos y falta de planificación. No todo es achacable al gobierno; la oposición también construyó su propia derrota”.
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