El p. Ángel García Rodriguez (83 años) es un popular cura de Madrid que ha fundado en 1962 la ONG “Mensajeros de la Paz”, galardonada con el Premio Príncipe de Asturias en 1994, la que se dedica a la promoción humana y social de los más desfavorecidos en España y en el mundo. Trabaja con niños y jóvenes sin familia, ancianos, inmigrantes, mujeres víctimas de la violencia llegando con su ayuda a más de 50 países.
Padre Angel mantiene abierta su parroquia madrileña, san Antón, las 24 horas del día para alojar personas sin techo y ofrecerles desayuno. En el restaurante Robin Hood, a partir de las siete de la tarde, ofrece cena gratuita a gente que vive en la calle. Y ahora ha organizado una cena de Navidad el 24 de diciembre para todos los más pobres de la ciudad. Por eso ha sido cuestionado públicamente por “Europa Laica” que es una organización laicista y que define al p. Ángel como “el líder del marketing de la caridad católica”. Dice la carta abierta de “Europa Laica”: “Son exhibiciones humillantes, que humillan a las personas más empobrecidas y las utilizan. No ofrecen ninguna solución al problema de la pobreza; es populismo mezclado con propaganda católica. Es además caridad subvencionada y poco fiscalizada, lo que afecta la estricta neutralidad del estado. Cerca del 30% de sus ingresos provienen de fondos públicos. La caridad católica es contraria a la solidaridad social que las instituciones públicas deben garantizar; solo un empleo digno, la actividad económica y los derechos sociales son los que acaban con la pobreza”. Le respondió Miguel Angel Herrero de la agrupación “Cristianos Socialistas”: “La caridad cristiana solo es entendible desde la justicia que nos lleva a reclamar condiciones justas de vida y políticas sociales adecuadas. Sin embargo la pobreza tiene muchos rostros, no solo económicos y políticos; afecta a todas las dimensiones de la persona. La cena de Nochebuena es mucho más que una comida gratis. Es abrir la puerta a quien siempre la encuentra cerrada, a quien no se siente tratado como persona; es humanidad, es abrazo que alimenta el alma y calienta las entrañas. No es ser cómplices de la sociedad capitalista. Estas iniciativas no cambian las estructuras a corto plazo; son signos proféticos en una sociedad insolidaria, porque el hambre no espera. Ofrecen amor desinteresado a quienes se sienten excluidos de la sociedad; nos hacen ser un poco más humanos”.
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