Dos teólogos, el dominico Jesús Espeja y el brasileño Leonardo Boff nos enseñan con qué espíritu encarar esta Navidad en tiempo de pandemia. Nada ni nadie -ni el virus- podrán robarnos la Navidad, porque la Navidad se vive en el corazón.
Escribe Espeja: “Con el desastre de la pandemia experimentamos no solo el temor a la muerte sino nuestra fragilidad, el miedo, la inseguridad, el dolor ante tanto sufrimiento, la impotencia para vencer el virus y curar tantas heridas abiertas. El horizonte se oscurece y no es fácil ser optimistas. Estamos viendo la urgencia de cambiar el estilo de vida. Lo que nos da consistencia no es el dinero, ni el poder, ni la buena salud u otra muleta cuando un virus microscópico nos invade. Aunque la Navidad de antes ya había entrado en la lógica de la comercialización, siempre era una oportunidad para acercarse a la iglesia , para los afectos, los abrazos, la familia, las amistades. Ahora tenderemos que observar el distanciamiento, no podremos participar en celebraciones religiosas comunitarias; apenas podremos tener reuniones e intercambios con familiares. Sin embargo es la hora de purificar nuestra fe y de que todos advirtamos la necesidad de ser solidarios; nadie se salva solo. Escribe Viktor Frankl que sufrió las atrocidades de un campo de exterminio nazi: ‘Mi experiencia me permite afirmar que en Auschwitz recuperó su fe mucha gente y la fortalecieron; muchos más de cuantos allí la perdieron’. No hay que preguntarse por qué Dios permite tantas crueldades, sino por qué el hombre libre es capaz de cometer tantas crueldades. Dios sufre en el inocente que sufre. El Premio Nobel Elie Wiesel narra una cruel represalia en un campo nazi donde ahorcaron a un niño. ‘¿Dónde está Dios?’, preguntó alguien detrás de mí. Y en mi interior escuché una voz que me respondía: ‘está allí colgado en esa horca’. Nos disponemos a celebrar la Navidad de otro Niño que nació en el descampado, entre los pobres y morirá sobre una cruz; celebremos pues su Navidad, gracias a la pandemia, con mayor austeridad, atención a los necesitados y oración en familia”.
Escribe por su parte Leonardo Boff: “A pesar de lo que nos pasa con el coronavirus, la esperanza no muere. Creemos que la luz triunfará, aunque estemos hechos de luces y sombras. El hombre común gasta su tiempo precioso para ir al trabajo, a menudo duro y mal pagado, lucha por su familia y sus hijos, sueña con un país mejor, ayuda a un vecino más pobre o a un compañero enfermo. El Covid 19 reveló estas virtudes presentes sobre todo en los pobres de las periferias. En esos gestos diarios de solidaridad se esconde la esperanza y la confianza de que a pesar de todo, vale la pena seguir viviendo y luchando. En la oscuridad hay que prender luces con pequeños gestos de amor. Como el niño que de noche se despierta por una pesadilla y se siente solo y lleno de miedo. Entonces grita llamando a su madre y ella toma al niño en sus brazos, lo acaricia y lo besa y le susurra cosas dulces hasta que el niño recupera la confianza y se duerme tranquilo, reconciliado con la oscuridad. Estos pequeños gestos de amor, si bien no matan al virus, mantienen viva la esperanza de que todo pasará. El diseño final de la historia se nos escapa pero está en las manos de Dios y será bueno. Solo entonces comprenderemos que ‘Dios vio todo lo que había hecho y era muy bueno’ ” (Gen 1,31)”.
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