HACE 55 AÑOS: PACTO DE LAS CATACUMBAS

2019: renovando el Pacto.

El 16 de noviembre de 1965, poco antes de terminar el Concilio, 40 padres conciliares de los cinco continentes, se reunieron, sin propaganda ni prensa, en la catacumba romana de Santa Domitila donde se congregaban los primeros cristianos en tiempos de persecución. Después de celebrar la Eucaristía firmaron un pacto, o sea un voto solemne, de vivir en pobreza cumpliendo con trece sorprendentes compromisos.

No se dejarían llamar eminencia, excelencia o monseñores sino “padres”, nada de ricas vestimentas ni de autos lujosos, manjares o agasajos con poderosos. Se comprometían a ser pastores cercanos al rebaño y no simples administradores, a vivir en casas sencillas como el común de la gente, a rechazar todos los símbolos y privilegios de poder, a poner a los pobres en el centro de la pastoral, a renunciar a cuentas bancarias o inmuebles, a transformar la beneficencia en obras sociales y en la lucha por la justicia. Se proponían un nuevo estilo de vida. Fue la carta magna contra toda forma de clericalismo y abuso de poder. Este mensaje conciliar se inspiraba en el pensamiento del papa Juan XXIII que pedía una Iglesia de los pobres y en el de un numeroso grupo de padres conciliares liderado por Giacomo Lercaro. El Pacto fue idea sobre todo del obispo brasileño Helder Cámara y tuvo una especial repercusión en América Latina con la opción preferencial por los pobres. La mayoría de los firmantes fueron latinoamericanos: 10 brasileros, 5 colombianos, 4 de Argentina (Devoto, Zaspe, Iriarte, Angelelli), 2 de Uruguay (Viola, Mendiaharat) y 1 para cada uno de estos países: Chile, Panamá, Ecuador, México. En ocasión del reciente Sínodo Amazónico, 40 obispos amazónicos acompañados por 200 laicas y laicos renovaron el Pacto en la misma catacumba de Santa Domitila en favor de los pobres y de la Casa Común. Liderados por Claudio Hummes (que celebró la Eucaristía con la misma estola de Helder Cámara) y el obispo Erwin Krautler, el 20 de octubre de 2019  se comprometieron a formar una “Iglesia de rostro amazónico, pobre y servidora, profética y samaritana”.