
Sigue habiendo cientos de emigrantes muertos, ahogados en el Mar Mediterráneo. Desde comienzos de año hubo casi 900 muertos intentando llegar en pateras y barcazas a Europa, con muchas mujeres y niños provenientes de Libia y Tunisia.
Once mil fueron devueltos a Libia por la guardia costera líbica e internados de vuelta en los terribles campos de reclusión. Los barcos humanitarios que buscan salvar vidas son muchas veces hostigados y no reciben ayuda. El único barco que ha quedado en el Mediterráneo Occidental es el español Open Arms. La última tragedia que conmovió al mundo fue la muerte en el mar de un niño de seis meses, Yusuf, y el grito de su madre que lo había perdido en las aguas. El párroco de Lampedusa, Carmelo La Magra, al recibir a su joven madre rescatada y al enterrar al hijito en el cementerio, dijo: “La muerte de este niño no es como la de los demás. Su muerte y el grito de su madre son como una masa de granito sobre nuestra cultura e inercia occidental. Nuestra sociedad democrática y cristiana también está naufragando”.
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