
En una carta pública al Papa y al nuncio apostólico del 6 de noviembre, un grupo de laicos católicos de Caserta (Italia) ha sugerido al Papa como tendría que ser, según ellos, el nuevo obispo de la ciudad.
Escriben: “Aún si lamentablemente como laicos no se nos pide todavía ningún consejo sobre la designación del que será nuestro obispo, sentimos el deber de ofrecerle el perfil de obispo de la que nuestra diócesis tiene una gran necesidad. No queremos indicar nombres, aún si ya los tenemos, pero si confiarle nuestros deseos. Más que administrador, el nuevo obispo ha de ser un evangelizador que pone en primer lugar el Evangelio. Ha de adecuarse, no verbalmente sino concretamente al magisterio del Papa, con una casa episcopal abierta a todas las horas del día para recibir a todos, sin pedidos de audiencia y sin protocolos. Debe ser un obispo que dé prioridad a los pobres, a las víctimas de las injusticias y los racismos, sin cultivar amistades ni relaciones con los poderosos. Queremos un obispo sin galanterías ni atavíos clericales, vestimenta costosa o insignias de poder. Que pueda salir a la calle sin sequito, visitar las casas de los enfermos y de los pobres, frecuentar el hospital. Que no calle frente a las injusticias y a la destrucción sistemática del ambiente como sucede con la contaminación en la “tierra de los fuegos”; que comparta la vida del pueblo, no predique la resignación sino la esperanza del Evangelio, defienda la primacía absoluta de la paz sobre la guerra y las armas. Para esto no hacen falta muchos congresos y gastos, sino un trabajo profundo de presencia, escucha y formación de las consciencias. Quisiéramos que no se siga practicando el traslado de obispos de una diócesis a otra; el obispo es un padre, no un prefecto o un funcionario que solo busca escalar posiciones y lugares más prestigiosos. Quisiéramos tener a alguien de los muchos párrocos que hay en Italia, que no estudiaron de obispo sino de simples pastores, que no quieren la pompa sino que buscan crear comunidades vivas, abiertas al diálogo, atentos a los signos de los tiempos. Por último, que el nuevo obispo suscriba ese Pacto de las Catacumbas de hace más de 50 años, que fue uno de los resultados más importantes del Concilio”.
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