Uno de los trece nuevos cardenales es el obispo maltés Mario Grech, sucesor del cardenal Baldisseri como nuevo secretario del Sínodo de los Obispos. En una entrevista a “Civiltá Cattolica” declaró: “Sería un suicidio si después de la pandemia volviéramos a los mismos modelos pastorales que hemos practicado hasta ahora…..
… La pandemia ha destapado cierta ignorancia religiosa y pobreza espiritual. Alguien ha llegado a decir que por la pandemia la vida de la Iglesia se ha interrumpido por no poder acercarse a los sacramentos. Muchos sacerdotes y laicos han entrado en crisis porqué de golpe se han encontrado en la situación de no poder celebrar la Eucaristía con el pueblo. A raíz de la suspensión de los actos de culto , se ha manifestado cierto clericalismo y no se ha aprovechado la oportunidad de devolver a la familia, pequeña Iglesia, su dimensión cultual. Más allá de los sacramentos, hay otras maneras de hacer la experiencia de Dios, de tener una fe madura, la que no puede ser puesta en crisis por la falta provisoria de la liturgia y los sacramentos. Es curioso que muchos se hayan quejado de no poder recibir la comunión o celebrar el funeral en el templo, olvidando la oportunidad de reconciliarse con Dios y con el prójimo, de ponerse al servicio de los enfermos, de escuchar y celebrar la Palabra de Dios. Era y es un momento oportuno para volver a poner el Evangelio al centro de nuestra vida. Muchos todavía son “analfabetos del Evangelio”. La presencia de Cristo en la Eucaristía es real, pero no porqué las otras no sean reales: “Cuando dos o tres..”. Encontrarse con Jesús es encontrarse con Su Palabra. La mejor manera de experimentar la presencia de Jesús es el ministerio del servicio; muchas personas se sienten atraídas por la Iglesia no por las lecciones de catecismo sino por sus tareas de servicio. La Iglesia aparece demasiado clerical y el ministerio eclesial es controlado por los clérigos. Gastamos enormes energías para convertir este mundo secularizado, pero el Papa habla antes que nada de “conversión pastoral” para nosotros. Hay cierto analfabetismo espiritual, pero también cierta praxis pastoral inadecuada. En nuestra praxis pastoral y en la catequesis nos hemos preocupado para preparar la gente a los sacramentos y no a la vida cristiana. Es la hora de reflexionar sobre la urgencia y la riqueza de los ministerios laicales en la Iglesia, empezando por la familia. Quien en esta pandemia, no pudiendo acudir al templo, no ha ayudado a la familia a ser Iglesia domestica y a desarrollar su potencial humano y religioso, acompañando a los pequeños y a los ancianos , creando espacios para la oración y el servicio a los pobres, ha perdido una gran oportunidad. Hay que rehabilitar y dejar más espacio a la Iglesia domestica, para vivir la Iglesia al interior de la familia. La Iglesia-familia está constituida por familias-iglesias. La Iglesia es la gran comunidad constituida por pequeñas iglesias que se reúnen en las casas. En los dos primeros dos siglos, la Iglesia siempre se reunía en casas de familia. La familia ha de ser escuela de catequesis y aula litúrgica. Si falta la base de la Iglesia domestica, la Iglesia no tiene futuro. Se ha olvidado lo que enseñó el Concilio sobre el sacerdocio común de todos los bautizados. El sacerdocio común es ejercido por los esposos unidos por el sacramento del matrimonio y por los padres. El trabajo de los catequistas es válido pero no puede sustituirse al ministerio de la familia. La familia es la estructura básica y permanente de la Iglesia y hay que devolverle su dimensión eclesial y de culto”.
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