
En una entrevista a la agencia italiana ADNKRONOS el Papa contestó a varias preguntas de actualidad. Con respecto a las restricciones al culto: “No me ha gustado la afirmación de un obispo de que con esta pandemia la gente se ha desacostumbrado a ir a la Iglesia y no volverá más. Si esta gente iba a la Iglesia por costumbre, entonces es mejor que se quede en casa. Después de esta dura prueba y con tanto sufrimiento, quizás los que vayan a la Iglesia sean más auténticos y verdaderos: creo que será así”.
Dice Francisco, sobre la corrupción en la Iglesia: “La Iglesia sigue siendo fuerte pero el tema de la corrupción es un problema profundo que viene de siglos. Entre mis antepasados predecesores en la historia, hay ejemplos que no son nada edificantes.
La Iglesia ha sido siempre, una parte de ella por los menos, pecadora. Mi abuela, que no era teóloga, decía que el diablo entra por los bolsillos. Seguramente hay gente metida en malos negocios y traiciones que hieren a la Iglesia; no son seguramente monjas de clausura. Hay que erradicar la mala planta de la corrupción. No hay estrategias para eso. Hay que ir adelante y no parar. Dar pequeños pasos, pero concretos. Tuve que cambiar muchas cosas y muchas cambiarán muy pronto”. Frente a las críticas: “Las críticas no me gustan cuando son bofetadas en la cara, si hechas con mala fe o malignidad. Pero hay críticas constructivas que yo valoro porque me llevan a examinarme y mejorar, pero no puedo dejarme llevar por todo lo negativo que escriben sobre el Papa”. Sobre Benedicto: “Nunca me he peleado con él. La relación es muy buena, no hay problema con él. Es la santidad hecha persona. Es para mí como un padre y un hermano. Yo no he hecho más que continuar su obra”.
En una homilía en Santa Marta el papa Francisco denunciaba también “cierta resistencia a los cambios de los que se agarran a la conservación de lo “seguro”, más que aventurarse a la novedad, al mar abierto con coraje. Es un pecado “neutral” el de quien no quiere optar, no es ni blanco ni negro, no arriesga ni se cuestiona, no lucha; se queda parado y juega a lo que se puede, a lo que siempre se hizo, a no exagerar. Hay que cuidarse de esa mentalidad”. Y cuando era arzobispo de Buenos Aires decía: “Hay gente que no quiere meterse en problemas. Teme que Dios la lleve a situaciones que no puedan controlar. Entonces los horizontes se empequeñecen a medida del propio quietismo. Así se llega a la mediocridad, a la mundanidad espiritual, conformándose con los productos que le ofrece el supermercado del consumismo religioso”.
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