Es el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas, Felipe Arizmendi. Es uno de los nuevos trece cardenales nombrados por el Papa el 25 de octubre. El papa Francisco visitó San Cristóbal en 2016 y constató el impulso que se había dado a la pastoral indígena por parte de Arizmendi y su gran predecesor Samuel Ruiz. La del cardenalato es un extraordinario reconocimiento a esa pastoral. Tiene un significado simbólico como lo es, contra el racismo, el nombramiento del primer cardenal afroamericano en Estados Unidos, Wilton Gregory, arzobispo de Washington.
Arizmendi tiene 80 años y no podrá votar ni ser votado en el futuro Cónclave, pero igual que pasó con el cardenal Gregorio Rosa Chavez en El Salvador, el Papa da su apoyo a los que están al lado de las víctimas y excluidos de la sociedad. En esa visita del 2016 Francisco pidió perdón a los pueblos indígenas por parte de la Iglesia y lo hizo desde esa histórica ciudad de San Cristóbal (con el 75% de indígenas) fundada en 1539 y cuyo primer obispo fue el gran defensor de los indios Bartolomé de las Casas. En san Cristóbal todos los diáconos (casi 400) y catequistas son indígenas de Chiapas. Casi todos los seminaristas son locales (más de la mitad indígenas); ya hay 12 sacerdote indígenas y aumentan las religiosas locales. El objetivo es construir una Iglesia “autóctona”. El Papa rezó sobre la tumba de Samuel Ruiz, el iniciador de esta pastoral, tan incomprendida en su tiempo. Escribe Arizmendi: “Lo primero que hay hacer al entrar en contacto con los indígenas es escuchar, aprender, valorar y después discernir. Yo tenía mis reparos pero conviviendo con ellos comprendí el porqué besan la tierra (la “pachamama” tan hostigada por los conservadores). No la adoran sino que la veneran como una verdadera madre porque es la que nos da de comer, el agua, el aire y todo lo que necesitamos para vivir; expresan su respeto y oran dando gracias a Dios por ella”. A lo largo de 17 años en Chiapas, Arizmendi logró la traducción de varios textos litúrgicos en los principales idiomas indígenas. Lamenta que también entre los cristianos “hay gente que se resiste a la pastoral indígena, no le dan mayor importancia, también la menosprecian pensando que eso no sirve para nada porque son pueblos destinados a desaparecer, lo cual es un pecado gravísimo por parte nuestra. Tampoco hay suficiente atención pastoral a los indígenas que emigran a las ciudades y se pierden en el anonimato. Sería lamentable que desaparecieran tantas culturas, idiomas, tradiciones. Por eso veinte diócesis de México hemos acordado traducir las oraciones, la misa, los sacramentos y también la Biblia en el idioma Náhuatl, el idioma, actualizado, que usó la Virgen de Guadalupe con Juan Diego. Lo positivo es que la disminución de los misioneros de afuera ha hecho que se fuera implementando cada vez más entre nosotros una Iglesia autóctona”.
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