El sociólogo argentino Ariel Goldstein ha escrito recientemente el libro: “Poder evangélico” donde detalla la penetración evangélica en la política como por ejemplo en el gobierno de Trump en Estados Unidos, de Bolsonaro en Brasil, de Añez en Bolivia. Se trata en especial de los evangélicos neopentecostales.
Según el investigador, ellos creen que gobernar es un mandato divino. Militan contra el aborto, la educación sexual, el feminismo, la comunidad LGBTI. Tienen mucha fuerza mediática y demonizan a sus adversarios. Son peligrosos para la democracia porque introducen en la política categorías religiosas: el adversario es identificado con el diablo y como dirigentes o gobernantes entienden su tarea como una misión divina. Eso aumenta el peligro de una deriva autoritaria, y amenaza la convivencia basada en el respeto del pluralismo. Han logrado poder político porque cuentan con un fuerte trabajo territorial en sectores vulnerables y necesitados y a la vez una gran recaudación económica con su teología de la prosperidad, que les permite tener sus propios medios de comunicación. En Brasil dominan una parte importante del Congreso y son los principales aliados de Bolsonaro. En esta pandemia sus líderes han desconfiado de la comunidad científica, se han pronunciado en contra de la vacuna y se han resistido a las medidas de aislamiento. Tienen afinidad ideológica con la derecha pero también saben aliarse con la izquierda; practican el pragmatismo con tal de obtener influencia en las tomas de decisión. Por su parte el teólogo metodista venezolano José Amesty Rivera afirma: “Las experiencias políticas de estos evangélicos han fracasado. Se creía que incidiendo en la vida política de un país, el Evangelio se propagaría y eso sería garantía de progreso para todos; desde el poder y la política partidista se podría evangelizar mejor. Decían que Dios estaba con ellos y eso era suficiente. Olvidaban que es necesario un conocimiento más profundo de la política. Estos grupos tienen en común la defensa del neoliberalismo y de la sociedad de consumo. Su herramienta preferida es la agenda moral pro-vida y pro-famila y el texto bíblico es el recetario y manual de referencia. Buscan moralizar la política, pero sin un pensamiento y una dimensión social. A pesar de eso, el avance de estos grupos en el continente es indiscutible y va de la mano del declive del Catolicismo que en los años 60 contaba con el 94% de la población latinoamericana y ahora tan solo con el 69%”.
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