El 4 de octubre pasado ha sido beatificado en Bologna (Italia) el padre Olinto Marella. Había sido profesor en liceos y universidades pero al llegar en 1924 a Bologna se dedicó a trabajar en las periferias con los más pobres, sobre todo con chicos sin familia. Invirtió su vida en la educación de los jóvenes.
Empezó adaptando un galpón para que los chicos aprendieran allí a estudiar y trabajar y a lo largo de veinte años dio vida a cantidad de obras, en especial a la Ciudad de los Chicos en 1948 después de la guerra, para huérfanos y mutilados. A lo largo de esos años para recaudar fondos, todos los días se sentaba en un taburete a la entrada de los bares, cines y teatros extendiendo su sombrero negro hacia los distraídos transeúntes. Todos lo conocían como el “padre Marella” y su veneración ha llegado hasta hoy. Sin embargo, pocos conocían su vida anterior. En 1909 había sido suspendido de la misa por el papa Pio X, sospechado de modernismo. El motivo había sido tan solo su amistad con Romulo Murri, sacerdote también excomulgado por su compromiso social y político. Por 16 años no pudo celebrar misa; no protestó ni se alejó de la Iglesia y se dedicó a la enseñanza. Recién con el papa Juan XXIII que siempre lo apoyó aún económicamente y del cual era amigo y compañero de clase en el seminario, se le devolvieron todos sus derechos.
Fue en Bologna donde pudo desarrollar en plenitud su tarea sacerdotal. LLegó a ser parte de la historia de la ciudad; se lo recuerda sentado en el centro histórico limosneando con su larga barba blanca, con la cabeza inclinada y su ancho sombrero en las manos. LLoviera o nevara todos los días salía a la calle, sin enojarse o levantar la voz si lo tachaban de linyera. Murió el seis de septiembre de 1969 a los 86 años. Todo un ejemplo de Iglesia humilde, servicial y creíble.
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