Hace 42 años fallecía el 28 de septiembre de 1978, después de 33 días de pontificado el papa Albino Luciani que había tomado el nombre de Juan Pablo I. A lo largo de varios años se ha especulado sobre la muerte improvisa e inesperada de este Papa cuya beatificación ya está próxima. El “Papa de la sonrisa” como fue llamado, tenía tan solo 66 años y fue encontrado sin vida en su dormitorio en la madrugada del 28 de septiembre de 1978.
Un reciente libro de la vaticanista Stefania Falasca titulado: “Papa Luciani: crónica de una muerte” quiere poner punto final y de manera rigurosa a todos las sospechas, sobre la base de expedientes secretos del Vaticano y de los dictámenes médicos. En el libro, el que fue secretario del Papa, John Magee, cuenta cómo el Papa se sintió mal esa misma noche mientras rezaba con él, pero no quería preocupar a nadie y por eso no se llamó a un médico y en consecuencia no se le suministró fármacos. Está el testimonio también del sacerdote Diego Lorenzi amigo del Papa que afirma que el día antes mientras cenaba con el Papa y con su secretario, él dijo sentir punzadas y una fuerte opresión y se puso las manos sobre el pecho; pero al momento se tranquilizó y no quiso que se llamara el médico. Las primeras que se dieron cuenta de la muerte del Papa fueron dos religiosas al servicio del Papa que, siendo que no contestaba, entraron en su dormitorio por la madrugada y dicen que parecía dormir con la luz prendida, con sus manos descansando sobre el pecho y agarrando unas páginas escritas a máquina. Eran las palabras del Angelus que iba a pronunciar al día siguiente. Oficialmente los médicos determinaron que se había tratado de un infarto. En la curia se dijo que él vivía agobiado por tantos papeles y documentos. Se le había preguntado si quería una nueva máquina de escribir y él habría contestado: “lo que necesito es una máquina de leer”. Las primeras informaciones después de la muerte fueron confusas y contradictorias, típicas del tradicional secretismo del Vaticano. La poca y parcial información, la falta de transparencia, la oposición de los cardenales a una autopsia (no se quería dar lugar a insinuaciones absurdas), lo empeoraron todo. Ese vacío fue cubierto por periodistas y novelistas que inventaron un asesinato por manos de la mafia italiana y del banco vaticano (IOR) que el Papa quería reformar. También se hizo un film: “El padrino III”. En 1984 el inglés David Yallop escribió el libro: “En nombre del Señor” (o “Por voluntad de Dios”). Se presentaba como un libro de investigación aparentemente bien documentado y atrapante, tal como el famoso “Código da Vinci”; vendió 6 millones de copias y fue traducido a 30 idiomas. Su teoría era que el Papa fue envenenado por las mafias. También un familiar del obispo Paul Marcinkus escribió un libro declarando que había colaborado con él para envenenar al Papa con valium y cianuro. Estas teorías conspirativas que saben a novela, nunca se pudieron comprobar. Lo que quedó es la ola de simpatía y santidad que el Papa Luciani dejó a lo largo de su vida y de su breve pontificado.
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