FRATELLI TUTTI: Primeras reacciones

Por Pablo Guerra

La tercera Encíclica de Francisco aporta mucho en el acervo de la Doctrina Social de la Iglesia. Tomar el valor de la fraternidad no solo para analizarlo, sino para proponerlo como referencia en una diversidad de actos humanos, incluida la esfera de la economía, es sin duda de una gran relevancia.

Comencemos con algo que no es puramente anecdótico: en la primera línea de la Encíclica el Papa nos escribe en lenguaje inclusivo (“hermanos y hermanas”). Si bien es un estilo reiterado (también fue el caso de otros documentos) no deja de ser importante teniendo en cuenta ciertas reacciones a mi gusto desacertadas por parte de algunas feministas que cuestionaron el título (Fratelli tutti) ignorando que el mismo es tomado de los escritos de San Francisco, lógicamente sin pretensiones excluyentes.

Ahora sí vayamos a lo medular: el Papa nos regala 287 párrafos sobre la fraternidad y la amistad social, una temática sobre la que ya nos había adelantado algo en 2019, con ocasión del Documento sobre la Fraternidad Humana, por la paz mundial y la convivencia en común, fruto de su viaje a los Emiratos Árabes Unidos. Esta necesidad del diálogo ecuménico estará presente nuevamente (le dedica todo el Cap. 8 a las religiones y su papel al servicio de la fraternidad) y nada más adecuado que hacerlo de la mano de San Francisco. Es así que en el numeral 5 menciona el papel que le cupo al Gran Imán Ahmad Al-Tayyeb, con quien comparte la visión de que todos los humanos han sido creados con igualdad de derechos, deberes y dignidad, debiendo vivir como hermanos. También está muy presente la angustiante situación provocada por la pandemia a nivel mundial y la necesidad de actuar como hermanos para superarla.

No quisiera en esta oportunidad hacer un comentario exhaustivo, eso será posible más adelante. Mi propósito es sólo mencionar algunos pocos aspectos que me parecieron de interés compartir con los lectores de UMBRALES, un día después de su lanzamiento público.

Uno de ellos es que como no podía ser de otra manera, la parábola del BUEN SAMARITANO es la que sobresale como texto Evangélico y como referencia a lo largo del documento. Por medio de esta parábola, Jesús nos explica quién es el prójimo y cómo debemos comportarnos con él. Sobre esta perspectiva ética que entre otras cosas ha gestado la regla de oro compartida con los judíos, nos podemos parar de una manera cristiana para observar los hechos de la realidad y actuar en consecuencia.

Es así, que el llamado al amor fraternal, claramente debe traspasar las barreras de nuestros grupos más íntimos (por ejemplo nuestra familia, nuestros amigos/as, nuestros hermanos/as en la fe), dando lugar al concepto del “prójimo sin fronteras” o de “ampliar el círculo” de la “amistad social”. ¡Vaya desafío frente a tantas situaciones de injusticia como las que se describen en el texto! La invitación a “pensar y gestar un mundo abierto” ya está sobre la mesa.

Los impactos en la lectura de los asuntos socioeconómicos son notorios. El Papa no escapa a discusiones muy actuales. A los partidarios de las libertades económicas, por ejemplo, les advierte sobre la existencia de muchos sectores vulnerables que necesitarán de un Estado activo. A los partidarios del derecho absoluto a la propiedad privada les recuerda el principio del uso común de los bienes. A los partidarios del mero crecimiento económico como referencia de la economía les recuerda que el desarrollo humano integral es otra cosa. A los partidarios de la uniformidad cultural les recuerda que la diferencia es un don en sí mismo (“el gusto de reconocer al otro” en sus diferencias). A quienes piensan que el mundo gira en torno a los intercambios económicos, les recuerda que también existe la gratuidad fraterna.

En el plano de la política, el Papa afirma la idea que ésta nunca debe someterse a la economía, disparando contra los liberalismos y los populismos. Y aquí señala algo muy importante desde la perspectiva de la centralidad del trabajo: “El gran tema es el trabajo. Lo verdaderamente popular —porque promueve el bien del pueblo— es asegurar a todos la posibilidad de hacer brotar las semillas que Dios ha puesto en cada uno, sus capacidades, su iniciativa, sus fuerzas. Esa es la mejor ayuda para un pobre, el mejor camino hacia una existencia digna” (N. 629). En tal sentido insiste en que «ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias”, siendo el trabajo, junto a tierra y techo (las famosas tres T que popularizara en sus diálogos con los movimientos sociales) los derechos más fundamentales a ser logrados en el marco de un desarrollo integral. En esta perspectiva, cita la importancia de las economías populares y comunitarias, y “las experiencias de solidaridad que crecen desde abajo” (N. 169).

Sin duda una Encíclica muy bienvenida en tiempos en los que esos valores de fraternidad y amistad se encuentran tan debilitados por el impacto de tendencias como el individualismo, el consumismo, el libre mercado o los relatos de supremacía étnica cuando no religiosa.

Que esta nueva obra de Francisco contribuya entonces a comportarnos como hermanos y hermanas, sobre todo con aquellos más necesitados.