
Se trata del popular sacerdote Julio Lancellotti, que vive en las barriadas de Cracolandia (=la zona del crack) en el centro de la ciudad de Sao Paulo. El crack es el derivado más adictivo y popular de la cocaína y los traficantes son dueños de la zona, donde unas 24 mil personas viven sin domicilio fijo.
Es una “población invisible” que sin embargo el sacerdote conoce muy bien porque se dedica a ellos desde hace más de 30 años. Es párroco de una parroquia y coordinador de la Pastoral del Pueblo de la Calle en la arquidiócesis de Sao Paulo. Todos los días sale con voluntarios para repartir mantas, mascarillas, alimentos y productos de primera necesidad. Su estrategia pastoral es la cercanía a los que sufren, la lucha contra los prejuicios que condenan a los pobres y las discriminaciones, ser la voz de los que no tienen voz para sacudir la indiferencia de las autoridades.
Lleva un delantal cuando trabaja en el que está escrito: “El amor puede cambiar la realidad”. No se conforma con la asistencia. Bolsonaro, que lo acusa de comunista, le hizo causa por haber dicho de él que era “machista, racista, homofóbico” y haberlo acusado de “haber dejado quemar el Pantanal y la Amazonia”. Ahora ha sido formalmente amenazado de muerte. Le han ofrecido escolta policial, pero la rehusó por solidaridad con los “hermanos” de la calle que no la tienen. Lancellotti no le teme a las amenazas y comenta con humor: “Si sales cuando llueve, sabes que te vas a mojar”. Y repite: “Estoy tranquilo porque siento que estoy del lado que Jesús quería que estuviera”. Tiene 71 años pero dice: “Aún estoy vivo porque creo no haber molestado todo lo que tenía que molestar”. Y aludiendo a su sacerdocio: “Busco la coherencia con aquello en lo que creo”. No se cansa de gritar: “Con la pandemia se hizo patente la desigualdad entre vecinos de la misma ciudad; pero de la desigualdad no es responsable la pandemia sino los privilegios injustos, la corrupción y un desarrollo depredador”. Últimamente recibió amenazas de un precandidato a la alcaldía de Sao Paulo y sus secuaces que lo acusaron de “proxeneta de la miseria”, amigo de drogadictos, partidario de movimientos que invaden la propiedad privada. Para apoyar al p. Julio se levantaron en los diarios 20 mil firmas con el apoyo de la Conferencia Episcopal, del cardenal de Sao Paulo Odilio Scherer. Piden las garantías necesarias para su integridad física y que se identifiquen y castiguen los responsables de las amenazas. Y concluyen: “No admitimos amenazas alimentadas por ideologías fascistas e intolerantes”. Lancellotti es desde hace años un referente nacional en la defensa de los Derechos Humanos. La Asociación Brasileña de Prensa ha dicho de él: “Es uno de los humanistas brasileños más representativos de Brasil”.
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