Por Roberto Torres Collazo
En la película El último Emperador de Bertolucci se cuenta la historia del emperador chino que fue educado como un dios, con todos los lujos, servido, honrado en su palacio. Le importaba su imagen, se creía el centro del universo y superior en sus conocimientos. Pero los grandes disturbios de la sociedad China acabaron con su autosuficiencia y grandeza.
La situación se puso tan fea que tuvo que huir y comprender que no es el centro del universo como pensaba. El emperador descubre que es un ser humano como los demás, que no era un dios, que es susceptible al dolor y el miedo. Al ser humillado de esa forma descubre quién realmente es.
El reconocido psicoterapeuta Piero Ferrucci explica que cuando somos expertos en algo causamos una buena impresión, arriesgamos menos, nos defendemos con nuestra reputación, experiencias y títulos, pero aprendemos poco, porque tendemos a creer que lo sabemos todo y que no necesitamos aprender nada de los demás. Hay estudios que han demostrado que si realmente queremos aprender, la mejor actitud es la humildad. Humildad no quiere decir ser tontos o tontas, o dejar que seamos pisoteados, sino aceptar que no sabemos todo, que tenemos limitaciones, defectos, debilidades, que cometemos errores que nadie es perfecto o santo. Quizás hoy estamos “bien” pero mañana no sabemos y reconocer modestamente nuestras virtudes. También aceptar que a veces necesitamos ayuda, reconocer que se está alegre, con ira o miedo, que podemos aprender de los o las indígenas, campesinos, los que no se formaron en la universidad, de los que limpian nuestras calles, los pobres.
Además, la persona humilde no está preocupada por competir con los demás. Porque la preocupación puede opacar la creatividad, el aprendizaje y nos podemos tornar soberbios y arrogantes. La persona humilde no se pasa exhibiendo a todo el mundo sus logros, sus títulos, sus viajes o pertenencias para mostrarse superior. Sabe que hay otros que tienen más pertenencias, han viajado más o saben más y lo acepta. El orgullo, la pedantería, el narcisismo y la arrogancia son lo contrario a la humildad. Todos y todas somos iguales en los esencial: en dignidad humana. En un mundo donde la humildad no es la reina es difícil cultivar la humildad, pero vale la pena porque como bien dijo el místico Thomas Merton: “La humildad nos hace reales, no superficiales”.
Referencias
Austin, W. M., (2018). Humility and human. Editorial Oxford University Press: London.
Cucci, G. (2013). La fuerza que nace de la debilidad: aspectos psicológicos de la vida espiritual. Editorial Sal Terrae: España.
Ferrucci, P., (2004). El poder de la bondad. Editorial URANO: Barcelona.
Saíz, S., [no fecha]. El poder de la humildad. Portal: Blob: Mejora tu vida.
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