(opinión) ¿CONVERSIÓN DE LA PARROQUIA?

El 20 de julio pasado la Congregación Pontificia para el Clero emitió un documento sobre “la conversión pastoral de la parroquia en orden a la misión”. El documento respondía al pedido del papa Francisco en Evangelii Gaudium (n.25) de una urgente y necesaria “conversión pastoral y misionera” de la parroquia ya que “no se pueden dejar las cosas como están; ya no sirve la simple administración”.

La palabra “conversión” significa un cambio de rumbo sustancial. Por eso el documento vaticano ha desilusionado a muchos porque se presenta como fundamentalmente jurídico y clerical, sin innovaciones y sin haber involucrado antes a obispos e Iglesias locales en un proceso sinodal para un tema tan importante, olvidando inclusive el método pastoral del Papa Francisco que parte de la realidad para juzgar y actuar. Aunque el documento apunte certeramente a una parroquia en estado de misión como quiere el Papa, se hubiera esperado un documento más relevante y creativo con propuestas realmente renovadoras. La renovación pastoral de la Iglesia “exige la reforma de las estructuras” (EG 27) y la estructura principal y más difundida de la Iglesia es la parroquia. Según el Papa “la parroquia no es una estructura caduca, pero requiere creatividad misionera ya que la revisión y renovación de la parroquia todavía no han dado suficientes frutos en orden a la misión” (EG 28). Lo dice un Papa que ha conocido en América Latina la gran expansión de las iglesias evangélicas y el estancamiento de los católicos. Por eso propone una “Iglesia en salida”.

SE TERMINÓ LA CRISTIANDAD
Es indispensable antes que nada entender que la Cristiandad, cuando en el pasado todos eran católicos, las iglesias estaban llenas, la fe se transmitía por tradición y la Iglesia era poder, ya terminó. Con el Concilio la Iglesia ha vuelto a su primitiva condición de Iglesia misionera en una sociedad hoy secularizada y pluralista. Antes había “países cristianos” con el cristianismo como religión de  estado y con autoridades civiles, militares y eclesiásticas en las tribunas de honor. En los pueblos la parroquia estaba al centro con su campanario bien visible que marcaba la vida del pueblo. Ese mundo ya fue. En las ciudades de hoy y en las grandes periferias, la parroquia tradicional ya cuenta poco o nada. Con el desaparecer de la Cristiandad donde ser curas era una carrera importante y la Iglesia gozaba de privilegios, también las vocaciones y la práctica religiosa disminuyeron rápidamente. La actual secularización , a diferencia del secularismo  o del laicismo, no es un hecho negativo si promueve una sana laicidad respetuosa de la religión. La secularización inclusive ayudó a  mejorar la calidad de la fe y del compromiso cristiano; ayudó a la Iglesia para que  volviera a la pobreza y humildad de los orígenes, a la práctica autentica del Evangelio. En Europa la Iglesia hoy es minoría en muchas partes; tampoco este es un hecho negativo si esa minoría es fermento en la masa, estímulo profético como pide el Evangelio.

LA HORA DE LOS LAICOS
El gran problema de la Iglesia hoy, y por ende de la parroquia, es que los cristianos que por el bautismo y la confirmación deberían sentirse enviados a la misión, se han dormido. Cuesta ahora despertar y levantar a ese gigante que es el mundo de los bautizados que se dicen católicos. Ellos deberían ser testigos de Cristo y misioneros del Evangelio, tal como lo eran los primeros cristianos. Por eso Juan Pablo II habló de una “nueva evangelización” porqué muchos son los bautizados que no se han realmente convertido a Cristo con una opción personal de vida.  Por otra parte en la Iglesia actual el predominio casi absoluto lo tiene la “jerarquía” (en griego=poder sagrado) que es una palabra que ni se encuentra en el evangelio y se atribuye a obispos y curas. Hoy descubrimos que cantidad de cosas que antes hacían los curas, las pueden y deben hacer los laicos, ya sea hacia adentro con los ministerios laicales y hacia afuera con la evangelización. Y no por la falta de curas, sino porqué es su misión.

Los curas han de volver a su misión específica y así  se terminará el clericalismo. Hace casi un siglo se dijo que había sonado la “hora de los laicos”. El Papa Francisco se pregunta hoy si el reloj se ha parado. La desclericalización creciente con curas cada vez más ancianos y falta de vocaciones, es un signo de los tiempos; significa que es impostergable priorizar la formación bíblica, teológica y social  de los laicos sin pretender licenciaturas y confiando  a ellos ministerios cada vez más amplios en la liturgia y la pastoral. Hay un círculo vicioso: tenemos una Iglesia clerical  en la que no hay laicos y no hay laicos porqué la Iglesia es exclusivamente clerical. Hay que romper ese círculo encontrando en el Pueblo de Dios el lugar de cada uno. Al hablar de “corresponsabilidad” de los laicos, ya no se quiere hablar hoy de colaboración o participación, sino de una responsabilidad compartida entre curas y laicos, entre hombres y mujeres. En Evangelii Gaudium (n.103) el Papa habla en particular de  una presencia femenina más incisiva y determinante en la Iglesia. La corresponsabilidad se ejerce a través de las asambleas, los consejos pastorales y económicos, con una programación, coordinación y evaluación en común.

COMUNIDADES VIVAS
El Concilio dijo que la Iglesia, y por ende la parroquia, es comunidad, comunión. Sin embargo se sigue hablando de “servicios religiosos” y no de comunidad. La parroquia tradicional , sobre todo en las ciudades, no es comunidad y los feligreses ni se conocen. Lo advierte el Papa (EG 63) hablando de “un clima poco acogedor, burocracia y predominio de lo administrativo sobre lo  pastoral”. Por eso el Papa propone una nueva parroquia, que deberá será una “comunidad de comunidades”. Frente al anonimato y a la masificación de la sociedad hoy son necesarias pequeñas comunidades de talla humana donde pueda darse una relación personal, una real vivencia comunitaria y el compromiso misionero en las periferias parroquiales. Pueden reunirse  en casas de familia, patios cerrados, galpones como hacen los evangélicos. Así se lograría una presencia capilar de la Iglesia en todas partes, sobre todo en los lugares marginales y rurales.  Ya no están los apoyos sociales de la Cristiandad para seguir siendo cristianos; estas comunidades vivas, que se alimentan de la oración común y de la Palabra de Dios, son el nuevo suporte de la fe y la vivencia cristiana. La parroquia ha de transformarse de a poco en una red de pequeñas comunidades. Efectivamente el Papa habla de “comunidades de base, pequeñas comunidades y movimientos insertos en los medios populares, pero en estrecho contacto con la parroquia para integrarse en una pastoral orgánica” (EG 29). Tan solo en el marco de este planteo puede darse hoy una parroquia misionera. La parroquia seguirá siendo punto de referencia para la Eucaristía y los sacramentos y para la pastoral de conjunto. Comunión y misión son las dos características fundamentales de la Iglesia. La evangelización debe darse afuera de la parroquia y en comunidad, con el testimonio evangélico del amor fraterno. Dice el Papa: “El testimonio de comunidades verdaderamente fraternas, es siempre una luz que atrae” (EG 1OO). El futuro de la Iglesia está en el trabajo paciente y silencioso de las pequeñas comunidades al servicio de la Palabra y de los pobres. Con esto no se excluye la evangelización individual que el Papa llama “informal, de persona a persona” (EG 127) propia de cada cristiano e indispensable en su ambiente diario de vida y de trabajo. Esta evangelización debe consistir, además del testimonio de vida, en el primer anuncio gozoso y amable de la persona de Jesús y del verdadero rostro de Dios, más que en largos discursos.

PARROQUIA EN SALIDA
La propuesta del Papa de una “Iglesia en salida” significa una “parroquia en salida”. Según Evangelii Gudium (15) “la actividad misionera representa hoy el mayor desafío de la Iglesia y debe ser la primera”. Se ha insistido mucho después del Concilio en la parroquia como comunidad, pero hoy el gran peligro es que se transforme en gueto, con siempre la misma gente para todo. Desde afuera se ve muchas veces a la parroquia como la casa de Dios y del cura, alejada de la vida del  barrio, frecuentada por un pequeño grupo de elegidos. Hay parroquias con horarios fijos para todo, con contestador automático y que solo se relacionan por comunicación virtual; esto es comprensible durante una pandemia, pero no en tiempos normales. Una parroquia misionera debe renovar la catequesis para que se transforme en un catecumenado permanente no solo en orden a los sacramentos sino a la vida personal, familiar, profesional y social. No se trata de formar elites sino de una formación cristiana integral para cristianos de fe adulta, sin desmerecer la piedad popular. Se debe evitar el lenguaje eclesiástico, muy doctrinero y abstracto. El estilo de Jesús era partir de la vida; la gente ya no tolera liturgias frías y homilías improvisadas llenas de lugares comunes. Lo más grave es que en muchas parroquias se dedica más tiempo a la gente que ya está en el redil que en salir a buscar a las ovejas perdidas. Muy pocas veces se ve a la Iglesia en la calle entre los pobres, los inmigrantes, los emarginados, los obreros..Hay ausencia de la voz de los laicos cristianos en los grandes debates de la sociedad, mientras la voz de la jerarquía es cada vez menos escuchada.

El Papa mismo lamenta que “el compromiso de los laicos cristianos se limite muchas veces a las tareas intraeclesiales sin que aporten los valores cristianos en el mundo social, político y económico” (EG 102). El Papa invita a los temerosos con estas palabras: “más que el temor a equivocarnos, debe movernos  el temor a quedarnos encerrados en las estructuras que nos dan un falsa contención” (EG 49). La Iglesia ha de ser una casa de puertas abiertas no solo para entrar, sino también para salir. El gran objetivo de la evangelización no es el crecimiento numérico de la Iglesia sino el advenimiento del Reino; el fermento no tiene porque ser necesariamente abundante, pero sí debe ser auténtico. La Iglesia no es el Reino de Dios; anuncia el Reino ya presente y anticipa el futuro. Cuando la Iglesia se olvida de la misión, del servicio, de la profecía y ya no molesta a nadie, entonces sí, doblada sobre sí misma, se enferma definitivamente como la mujer encorvada del evangelio (Lc 13,10-17).

                                    PRIMO CORBELLI