Consuelo Vélez es una teóloga y docente feminista colombiana, miembro de la Asociación laical Teresiana y escritora. Denuncia la violencia constante que hay en su país. “La mayoría de las masacres son de jóvenes, indígenas, campesinos, afrodescendientes. Muchos de ellos son líderes sociales. Colombia tiene una larga historia de violencia que no cesa. No hay voluntad política para enfrentarla y cambiar el rumbo del país. Los discursos oficiales declaran que todos los males vienen de los guerrilleros, del narcotráfico y del castro-chavismo…
Este año ha habido más de 40 masacres con más de 180 personas asesinadas; y tan solo en agosto 9 masacres con 43 muertos. La solución para afrontar los carteles de la droga por parte del gobierno ha sido la de reanudar la fumigación de los cultivos de coca. Ni una sola palabra se ha dicho sobre la vinculación de los narcotraficantes con los paramilitares ni se tienen en cuenta las protestas de los campesinos. En Colombia una derecha muy bien posicionada ahoga la vida de los más pobres con sus políticas neoliberales. Las promesas del actual presidente Iván Duque en su campaña electoral no se cumplen de forma descarada. Los secuaces del ex presidente Álvaro Uribe que siempre estuvo en contra de los Acuerdos de Paz han logrado ocupar los puestos clave del estado. Pocos obispos levantan la voz para denunciar tantos atropellos. Gracias a Dios hay pastores que no callan su voz como el arzobispo de Cali Darío Monsalve que denuncia un “genocidio” en el país también para jóvenes y adolescentes por falta de oportunidades y lamenta el asesinato de 13 jóvenes tan solo en el mes de agosto. La vida en Colombia no vale nada. La fe debería ayudar a los cristianos a no ser ajenos a tanto sufrimiento y violencia. Se ven a muchos afanados para volver a los templos, pero parece que la espiritualidad para ellos es pedir la protección divina contra el virus para ellos mismos , y no la espiritualidad de la vida como la del buen samaritano que, a diferencia de los hombres de culto, se detiene y no sigue adelante hasta que la salud de ese herido esté garantizada. ¡Que no abran las iglesias hasta que no aprendamos algo de esta pandemia! Ya que la Iglesia se ufana de defender la vida desde la concepción hasta la muerte, que la defienda también frente a este virus. A nuestra fe católica le falta algo. No es posible que haya tanta violencia y desprecio de la vida en un país que se declara cristiano. El gobierno banaliza las masacres e invoca a la Virgen de Chiquinquirá, va a misa a la catedral con la complacencia de la jerarquía eclesiástica. No es el Covid que impide vivir la fe porque nos impide ir al templo, sino este tipo de religión alejada de la vida concreta. Eso permite que en el país del Sagrado Corazón, la vida valga tan poco”.
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