La oración en tiempos de pandemia

Por Roberto Torres Collazo

En estos momentos del COVID-19 en que millones están tristes, ansiosos, con miedo, incertidumbre, inseguridad, angustiados y depresión… pueden acudir a la oración. La persona, que no puede resolver todo por sí mismo, que sabe que no comprende todo y no tiene control sobre todo, acude a la ayuda de Dios. El teólogo George Augustin nos dice: “El cristiano extrae su energía fundamentalmente de la oración, del hablar con Dios”. Orar es dialogar con Alguien, no con algo, que está dentro de nosotros. Es conversar con él como decía santa Teresa de Ávila. Es intimar.

Jesús, nuestro Maestro, vivía en constante intimidad con Dios Padre y Madre. Lucas 5,16 nos dice que buscaba lugares solitarios en donde orar. Cuando la crisis como la que experimentó antes de su arresto en el Getsemaní, pidió a nuestro Dios Padre y Madre que lo liberara del sufrimiento de la tortura y la cruz pero en última instancia, que se hiciera Su voluntad: decía: “Abbá (=Papito), para ti todo es posible, aparta de mi esta copa. Pero no se haga lo que yo quiero, si no tu voluntad”, Marcos 14,36. En la oración encontró fuerzas para enfrentar los sufrimientos y dolores.

Jesús nos enseña a orar por los demás como el caso de Pedro: “Yo he rogado por tí para que tu fe no se venga abajo” Lc 22,32. Él agradece: “En ese momento Jesús se llenó de gozo del Espíritu Santo y dijo: ‘Yo te bendigo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado estas cosas a los sabios y entendidos y se has dado a conocer a los pequeñitos. Si Padre, pues tal ha sido tu voluntad’ ”, Lc 10, 21. Da gracias porque Dios le muestra su sabiduría a los “pequeñitos”, es decir a los pobres. Pobres en la Palestina del siglo I eran una categoría socio-económica y moral, si eras pobre, eras pecador, de acuerdo a Luise Schottroff y Wolfgang Stegemann.

Ofrecemos versos de unos salmos que tal vez te pueden ayudar a intimar diariamente, bien sea en comunidad o individualmente y en medio de cualquier crisis. Es muy importante que se mediten.

Agradecimientos:

“Te daré siempre gracias porque has actuado… ‘Tu sí que eres bueno’” Salmo 52.
“Te daré gracias, Señor, por tu bondad, que es más grande que los cielos, por tu fidelidad, que alcanza las nubes” Salmo 55.

Para los miedos:

“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tu vas conmigo… Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida” Salmo 23,
El Señor es mi luz y mi salvación ¿A quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿Quién me hará temblar? Salmo 25.
“Dios es mi auxilio, el Señor me sostiene” Salmo 52.
“El Señor está conmigo, no temo; ¿qué podrán hacerme las personas? El Señor está conmigo y me auxilia…” Salmo 116.

Paz interior:

“En paz me acuesto y enseguida me duermo, porque sólo tu, Señor, me haces vivir tranquilo” Salmo 3.
… caí en tristeza y angustia. Invoqué al Señor: ‘Señor salva mi vida’. El Señor es bueno y justo, nuestro Dios es compasivo, estando yo sin fuerzas me salvó…” Salmo 113.

Referencias

Biblia Latinoamericana (2005). Editorial San Pablo: Ecuador.

Kasper, W. & Augustin, G. (eds) y varios. (2020). Dios en la pandemia. Editorial Sal Terrae: España.

Pagola, A. J. (2015). Salmos: para rezar en la vida. Editorial PPC: Madrid.

Schottroff, L. & Stegemann, W. (1981). Jesús de Nazaret: esperanza de los pobres. Editorial Sígueme: Salamanca.