VATICANO: A LOS 75 AÑOS DE LA BOMBA ATÓMICA

Hiroshima: Parque Conmemorativo de la Paz

Hace 75 años el presidente norteamericano Harry Truman ordenó los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki (6 y 9 de agosto de 1945) en Japón. Al instante murieron 150 mil personas en Hiroshima (una ciudad de 400 mil habitantes) y 74 mil en Nagasaki. Como reparación a esa masacre el  presidente de los obispos norteamericanos José Horacio Gomez pidió a su gobierno y a todos los gobiernos la abolición de todas las armas de destrucción masiva y alentó una campaña de suscripciones para pedir al Congreso que extienda la moratoria de armas nucleares entre Estados Unidos y Rusia (los dos países tienen el 90% de las 16 mil cabezas nucleares).

Los obispos de Japón pidieron la inmediata abolición de las armas nucleares. Representantes de las Iglesias Católica y Evangélica en Alemania lamentaron que “la carrera al rearme atómico esté conociendo un nuevo desarrollo, lo que aumenta el peligro de un conflicto nuclear”. Piden a todos los gobiernos, sobre todo a las potencias atómicas, ratificar el tratado de no proliferación de armas nucleares apoyado por la ONU en 1968 y firmado por 190 países. Las potencias atómicas por el contrario se proponen modernizar los sistemas y renovar los arsenales con gastos de miles de millones de dólares; ya se gastan 12 millones de dólares cada hora tan solo para mantener los arsenales. Ya hubo 2.058 explosiones nucleares en estos 75 años. La Cruz Roja y la Medialuna Roja han pedido desertar las armas nucleares.  Con una guerra nuclear sería imposible cualquier ayuda humanitaria y se amenazaría la sobrevivencia misma de la humanidad. El papa Francisco dijo que “es de condenar  con firmeza la misma amenaza de uso de las armas nucleares porque es funcional a la lógica del miedo. No se puede defender la estabilidad y la paz en base al miedo que lleva  a la desconfianza, la que termina de envenenar las relaciones entre los pueblos e impide todo posible diálogo. El uso de la energía nuclear para fines bélicos es hoy más que nunca, un crimen”. El papa Francisco ha dado un paso más en comparación con sus antecesores. Ha calificado de “inmoral” no solo el uso de estas armas sino la misma posesión. Ha criticado de inmoral la adquisición de ese material, su fabricación y desarrollo. Ha lamentado como un escándalo “descarado” lo que ciertas potencias gastan en armas nucleares mientras descuidan la erradicación de la pobreza y los problemas ambientales. Ha recordado a todos lo que está escrito en el cenotafio de Hiroshima: “¡No repitamos el error!”.