Murió el 8 de agosto a los 92 años el gran profeta de América Latina, obispo emérito de Sao Félix do Araguaia (Mato Grosso) por una neumonía con derrame pulmonar. Era un claretiano español que desde Barcelona llegó a Brasil en 1968 y ordenado obispo de Sao Felix en 1970, se consagró por entero a los pueblos indígenas y campesinos de Amazonia. Estaba convencido de que “donde hay pan, allí está Dios” y luchó contra todos los poderes, aún eclesiásticos, para defender los derechos de los más pobres.
Nunca volvió a España, ni por el entierro de su madre ni para recibir los premios Príncipe de Asturias y de los Derechos Humanos. En 1989 Adolfo Perez Esquivel lo presentó como candidato al premio Nobel de la Paz. La dictadura militar había intentado expulsarlo 5 veces y no pudieron por la oposición de Pablo VI; por eso él no quería correr el riesgo de salir del país. Murió justo el día antes del Día Internacional de las Poblaciones Indígenas a las que él había consagrado su vida entera. En las últimas semanas había sido trasladado en avioneta desde Sao Felix a una clínica claretiana en el este del estado de Sao Paulo, a unos 2.OOO km de distancia. El provincial de los religiosos Agustinos Paulo Gabriel que vivió con dom Pedro en la misma casa por 18 años (una comunidad religiosa de Agustinos vivía con él y se ocupaba de su cuidado) dijo de él: “Era un místico con los pies en la tierra, un santo de nuestro tiempo como Helder Cámara, Oscar Romero, Teresa de Calcuta… Son testigos de Jesús que a partir de una fuerte experiencia de Dios se han comprometido en la construcción de un mundo mejor”. Casaldáliga que se autodefinía “obispo descalzo y sin mitra”, será enterrado en Sao Félix como era su deseo, en el cementerio donde están sepultados los indígenas y peones rurales de su pueblo, junto al río Araguaia. En los últimos tiempos era reacio a las entrevistas y decía: “olvídense de mí y ocúpense de las causas que han dado sentido a mi vida; ellas permanecen”. Era muy crítico y rebelde, pero eso le nacía de un amor apasionado a todas las víctimas de la injusticia humana. Su vida era muy austera y uno de sus lemas era: “No poseer nada, no pedir nada, no callar nada”. Había escrito en una de sus poesías: “Al final del camino me dirán: ¿has vivido?, ¿has amado?; y yo sin decir nada, abriré el corazón lleno de nombres”.
Debe estar conectado para enviar un comentario.