
Ha empezado en el Vaticano oficialmente el proceso de beatificación de Tonino Bello obispo de Molfetta (Italia), muerto en 1993. El estudio efectuado “in loco” será presentado a una comisión de cardenales y teólogos para que sea declarado “venerable”. Don Tonino, así se hacía llamar, escribía en una carta navideña a sus feligreses: “No aguanto la idea de darles mis felicitaciones inocuas para seguir la rutina del calendario. Quiero molestarlos; quiero que el Niño Jesús les dé el asco de una vida egoísta y mediocre. Que les quite el sueño el Niño Jesús que duerme sobre paja y les haga sentir vuestra cama dura como una piedra hasta que no lleguen ustedes a darles hospitalidad a los que no tienen casa, a los inmigrantes, a los pobres”.
Don Tonino era un profeta que chocaba con todos, pero practicaba lo que predicaba. Sus cartas pastorales eran para todos, pero dirigidas a los últimos: a un marroquí, a un drogadicto, a un desocupado, a un preso…; y despertaba conciencias. Soñaba con una “Iglesia del delantal”. Decía: “El delantal nos recuerda el lavadero, la cocina, abundantes manchas de suciedad. No es algo que corresponda a un sacerdote, que preferiría una estola quizás bordada con oro y con hermosos colores. Sin embargo el delantal es la única vestimenta litúrgica sacerdotal que usó Jesús en la última cena. No se habla allí de casullas, estolas, pluviales y amitos sino de un tosco y ordinario delantal que Jesús se puso para lavar los pies a sus apóstoles”. Don Tonino tuvo audaces iniciativas evangélicas que escandalizaron a muchos en su lucha solidaria por los pobres, la justicia y la paz. Dijo de él el papa Francisco: “Sacerdotes y obispos como don Tonino son para imitar”.
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