El 4 de julio de 1976, hace 44 años, se dio el episodio más sangriento, el atentado más violento contra la Iglesia Argentina en toda su historia. Fue la que se ha llamado “la masacre de san Patricio”. La iglesia de san Patricio es una iglesia del barrio de Belgrano en plena ciudad de Buenos Aires, atendida por los sacerdotes “Palotinos”. Se llaman así porque son miembros de un instituto (“Sociedad del Apostolado Católico”) fundado por el sacerdote italiano san Vicente Pallotti (+1850).
En la mañana del domingo 4 de julio los feligreses que iban al templo lo encontraron cerrado y fue horrible la sorpresa al subir a los dormitorios de la casa parroquial y ver a los tres sacerdotes (Alfredo Leaden, Alfredo Kelly, Pedro Dufau) y a los dos seminaristas (Salvador Barbeito Y Emilio Barletti) tirados en el suelo, uno al lado del otro y boca abajo, acribillados por decenas de balazos. Alguien había escrito con tizas sobre una puerta: “Por los camaradas dinamitados. Venceremos. Viva la patria”. Otra inscripción decía: “Estos zurdos murieron por adoctrinar a mentes vírgenes y son del MSTM”. La primera inscripción era una venganza por los policías asesinados un tiempo antes y la segunda acusaba a los curas de pertenecer al Movimiento de los Sacerdotes para el Tercer Mundo (MSTM era la sigla) y de adoctrinar a los jóvenes. Uno de los primeros en acudir fue el nuncio apostólico Pio Laghi que quedó espantado al ver un lago de sangre. Sabía de la situación de ilegalidad que imperaba en el país y como se movían ciertos grupos que parecían gozar de una inadmisible protección. Se arrodilló en el lugar y se puso a rezar largo rato; su sotana se manchó de sangre. La misa funeral contó con tres mil personas y también altas autoridades militares. Fue presidida, frente a los cinco ataúdes alineados, por el obispo auxiliar de Buenos Aires Guillermo Leaden, hermano de uno de los fallecidos, acompañado por 150 sacerdotes. Concelebró el nuncio Pio Laghi que tuvo que darle la comunión al general Guillermo Suárez Mason, uno de los más terribles represores que descaradamente se acercó al altar. La comunión no se niega a nadie y Laghi sintió una enorme repugnancia y disgusto interior en ese momento tal como lo confesó al periodista Robert Cox del “Buenos Aires Herald”. El p.Roberto Favre en el nombre de la Conferencia Nacional de Religiosos hizo el sermón y dijo: “Hay que rogar a Dios no solo por los muertos, sino por las innumerables muertes y desapariciones, de las que nadie sabe dar razón y que constituyen una injuria a Dios y a la humanidad. Reclamamos a aquellos que tienen alguna responsabilidad que realicen todos los esfuerzos posibles para que se retorne al Estado de Derecho que requiere todo pueblo civilizado”.
“LOS TEMPLOS VIVOS DE DIOS”
Posteriormente un comunicado del ejército adjudicaba el crimen a elementos subversivos que “además de no tener patria no tienen ni Dios”. En los días siguientes fue claro que los responsables eran los militares. Tanto el presidente Rafael Videla como su par en la Fuerza Aérea Orlando Agosti y buena parte de sus familiares se habían educado en el colegio de los Palotinos en Mercedes, pero eso no les importó para nada. Como prueba fehaciente el mes siguiente fue secuestrado por unas horas el periodista Mariano Grondona para que comunicara a los obispos de parte de los militares que si seguían tolerando sacerdotes de izquierda, habría más episodios como el de los Palotinos y habría una escalada hacia la jerarquía eclesiástica. Efectivamente dos semanas después, el 18 de julio eran secuestrados, torturados y asesinados los sacerdotes Gabriel Longueville y Carlos de Dios Murias en La Rioja, anticipo de lo que le pasaría poco después al obispo Enrique Angelelli. Hubo muchas investigaciones sobre los responsables del crimen de los Palotinos pero no se logró nada; según el testimonio de vecinos se trató de un grupo de tarea de la ESMA, la escuela mecánica de la Armada. La Conferencia Episcopal en carta a la Junta se preguntaba “¿qué fuerzas tan poderosas son las que con total impunidad y con todo anonimato pueden obrar así a su arbitrio?”. La protesta del Vaticano fue más fuerte que la de los obispos y reivindicaba el respeto a los derechos humanos “escandalosamente ofendidos en un país católico, regido por un gobierno que hace abierta profesión de humanismo cristiano” y pedía a los obispos que intensificaran su acción en favor de las víctimas de la represión. Sin embargo varios observadores comentaron que por mucho menos en 1955 Roma había excomulgado al presidente Juan Domingo Perón. El obispo de Viedma Miguel Hesayne se preguntaba: “Si hubo excomunión para los que violaron templos materiales, ¿qué penas merecen los que violan y torturan los templos vivos de Dios que son todo hombre y mujer?” Hesayne había pedido a la Comisión Permanente y a todos los obispos que se hiciera efectiva la excomunión a todos los torturadores directos e indirectos, pero sin resultado.
La Iglesia Argentina en su mayoría estaba dispuesta a hablar con dureza en privado, pero no en público para no empeorar la situación. El gobierno por su parte solo repetía que había ordenado la apertura de una investigación y, más tarde, que habían sido grupos militares salidos de control.
TESTIMONIO DE LOS MÁRTIRES
Los Palotinos masacrados no eran ni tercermundistas ni actuaban en política sino que vivían el Evangelio de acuerdo al Concilio y a los documentos eclesiales de Medellín. Tenían ascendente sobre los jóvenes; en la parroquia había nueve grupos juveniles. Pero en el barrio porteño había gente adinerada molesta con los curas. Alguien había dejado caer entre las ofertas de la misa algunas balas. Según el p.Rodolfo Capalozza que en aquel tiempo era seminarista y miembro del grupo pero se encontraba casualmente en su familia, una semana antes la comunidad religiosa se había reunido para decidir si seguir hablando en favor de la vida, de la justicia y de las personas, o callar. Decidieron seguir porque “hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (He 4,19). Capalozza recuerda que sobre el párroco Alfredo Kelly circulaban panfletos acusándolo de comunista. “A pesar de eso, transmitía una gran serenidad; era hombre de oración muy intensa. Tenía como confesor y director espiritual al p.Jorge Bergoglio el cual más tarde dijo de Kelly: “solo pensaba en Dios”. En el diario del p.Kelly del 1-7-76 se lee: “Me di cuenta de la calumnia que está circulando acerca de mí y del peligro que corre mi vida. He orado intensamente; lloré mucho suplicando al Señor que la riqueza de su gracia acompañe a aquellos que he tratado de amar. No soy indispensable.. Mi muerte física será como la de Cristo un instrumento misterioso de salvación. Pedí por los que me odian. Me entrego vivo o muerto al Señor. Seré llamado por el Padre en la hora y de la manera que El quiera y no cuando yo u otros quieran. Gracias Señor”. Pasaron los años y frente al silencio de la cúpula eclesiástica, al celebrarse la misa en ocasión del undécimo aniversario del asesinato el superior provincial de los Palotinos p. Juan Mannion dijo: “Aquí en nuestra patria asistimos al doloroso espectáculo de una Iglesia oficial que se rehúsa, pareciera ser, a asumir el testimonio de obispos, sacerdotes, religiosas y laicos ajusticiados y asesinados por los sicarios de la seguridad nacional”. Son casi las mismas palabras de un laico cristiano digno de todo respeto que tuvo a su hija catequista desaparecida, Emilio Mignone: “La Iglesia Católica sufrió un verdadero martirologio negado por sus máximas autoridades, curioso caso de una iglesia que niega a sus mártires”. También el superior general de los Palotinos Ludwig Mundz declaró: “Nuestros cinco hermanos son mártires porque fueron testigos de la fe, porque sabían que ser fieles a Cristo y a su Palabra en ese momento trágico de la historia argentina significaba arriesgar la vida”. El entonces arzobispo de Buenos Aires Jorge Bergoglio era favorable a la apertura de la causa de beatificación y buscó consenso entre los obispos argentinos para la declaración de martirio, pero ninguna de las consultas prosperó. Los responsables de la Orden se encargaron de asumir y llevar adelante el proceso para la beatificación de los cinco que ya son Siervos de Dios. En la Iglesia de san Patricio se colocó una placa en memoria de los cinco, a quienes la Orden ya considera mártires
PRIMO CORBELLI
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