
El año pasado 272.771 católicos han abandonado la Iglesia (el 26,2% más que el año anterior). En el mismo período de tiempo la Iglesia Evangélica ha perdido 270 mil feligreses (el 23% más que el año anterior). El total de los cristianos en las dos Iglesias es de 45,7 millones, el 55% de la entera población. Hay sin embargo una fuerte crisis de fe. Los jóvenes parecen no interesarse por la religión.
En 2018 los católicos eran 23 millones, lo que significa que el número total de los católicos ha disminuido en dos años de casi medio millón. Frente a esta realidad desafiante la Iglesia Católica ha emprendido un camino sinodal. Las causas son múltiples: desde los escándalos sexuales de los clérigos, la riqueza de la Iglesia, la falta de reformas.., hasta el pesimismo de los que han perdido la esperanza de que la Iglesia pueda cambiar. Se habla para el futuro de un mejor discernimiento de los signos de los tiempos, de una Iglesia-minoría pero no a confundir con una minoría-refugio o repliegue (“sálvese quien pueda”) sino creativa y superadora de la Cristiandad. La relevancia social se da hoy no tanto por el número y el poder, sino por el testimonio evangélico y las opciones. Son esenciales las reformas de las estructuras de la Iglesia, pero más importante es renovar el mensaje. Ha dicho el presidente de la Conferencia Episcopal Georg Batzing: “La Iglesia ha de preguntarse si habla el lenguaje justo para llegar al hombre de hoy. Después de una notable pérdida de transparencia y honestidad, hay que buscar ahora de recuperar la credibilidad explorando nuevas formas de transmitir la fe y de relacionarnos entre pastores y feligreses”. A su vez el cardenal Reinhard Marx dijo: “Hoy leer los signos de los tiempos significa también aprender lecciones no solo de los textos bíblicos y las tradiciones eclesiales, sino también de esta pandemia, de la ciencia y de los movimiento sociales”.
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