HISTORIA DE LA DEVOCIÓN
El mes de junio es tradicionalmente el mes del Corazón de Jesús. Se habla muchas veces de la “devoción al Sagrado Corazón” como si fuera una devoción a la par de una devoción mariana o de cualquier santo, pero es más exacto hablar de “culto” al Corazón de Jesús. Al Corazón de Jesús se lo adora, no se lo venera como a María y a los santos. Cuando hablamos del Corazón de Jesús no hablamos de un órgano físico sino de una persona que es el mismo Hijo de Dios, Jesús, que nos muestra su corazón como signo de su amor. En la historia, este culto efectivamente surgió como una devoción popular en reacción al jansenismo.
Jansenio era un monje (+1638), condenado más tarde por la Iglesia, que enseñaba que el pecado original había corrompido de tal forma al hombre que lo llevaba inevitablemente a una situación de pecado permanente. No había que acercarse a los sacramentos para evitar sacrilegios. Predicaba la justicia de Dios y que eran pocos los que se salvaban. El jansenismo y el miedo a Dios y a sus castigos, se difundió entre el pueblo cristiano.
Hasta que entre 1673 y 1675 la religiosa francesa Margarita María de Alacoque en el monasterio de Paray-le-Monial recibió visiones de Jesús que le hablaba de su bondad , le mostraba su corazón ardiente de amor, se quejaba de las ingratitudes, hacía promesas y pedía recibirlo con frecuencia en la Eucaristía, especialmente durante los primeros viernes de cada mes. La devoción al Corazón de Jesús se hizo popular después de la muerte de la santa en 1690.
EL CULTO AL CORAZÓN DE JESÚS HOY
Lamentablemente la devoción fue transmitida después de santa Margarita a través de estampas, oraciones y cánticos de carácter dulzón y sentimental, con un corazón separado de la persona de Cristo, entre llamas y a menudo rodeado de espinas, con un tono cursis y de mal gusto para nuestra mentalidad de hoy. Se concentraba la devoción en el corazón físico de Jesús y no en su persona. Vino luego la renovación encarada oficialmente por la Iglesia que le dio a la devoción una fundamentación bíblica y teológica. La fe de la Iglesia no se basa sobre revelaciones privadas, sino sobre el Evangelio. El “corazón” de Jesús es un símbolo del amor de Dios encarnado en Jesucristo; es la revelación de la misericordia divina. Cuando se habla de “corazón” en las Escrituras se indica no tan solo la sede de los sentimientos, sino de la inteligencia y la voluntad: lo que constituye la identidad íntima de una persona. San Juan dice que en su esencia “Dios es amor” (1Jn 4,8) y por amor envió a su Hijo al mundo, no para juzgarlo o condenarlo, sino para salvarlo (Jn 3, 16-17). ). Dios es compasivo y misericordioso, según lo afirma toda la Biblia. Y cuando se habla de “misericordia” se habla de un corazón (=cor, en latín) predispuesto hacia el miserable (=miseri). Así fue Jesús a lo largo de toda su vida terrena.
A fines del siglo XIX el sacerdote francés p.León Juan Dehon (+1925), en la devoción del Corazón de Jesús supo unir una profunda vida eucarística con un fuerte compromiso social por la Doctrina Social de la Iglesia y la defensa de los trabajadores. En nuestro tiempo al culto al Corazón de Jesús y a su amor misericordioso le dieron nuevos impulsos los diarios de la mística polaca Santa Faustina Kowalska (+1938) ). Y a la vista de las terribles experiencias del siglo XX, Juan Pablo II le dedicó al tema de la misericordia de Dios su primera encíclica (“Rico en misericordia”) y el Papa Francisco un Jubileo Extraordinario.
EL CORAZON DE JESUS NOS REVELA EL AMOR DEL PADRE
A menudo los cristianos nos preocupamos antes que nada de las obras buenas, de las prácticas religiosas, de lo que podemos hacer para agradar a Dios. El culto al Corazón de Jesús por el contrario es contemplar, antes que nada, lo que Dios ha hecho y hace en Cristo por nosotros; tan solo como respuesta llegará después por parte nuestra la práctica del amor a Dios y al prójimo. “Dios nos amó primero”, dice san Juan (1Jn 4,19). El Evangelio o “buena noticia” no es que Dios existe sino que Dios nos ama como un “abba”(= término arameo usado por Jesús que equivale a nuestro “papá”), siempre dispuesto a perdonar y a ayudar; lo que quiere es que seamos felices. Dios no es un soberano ofendido en sus derechos, sino un amigo que sufre por la desgracia del amigo. Más grande es nuestra miseria, más grande es su misericordia. Dios siempre es buena noticia. Es falso que Dios al mismo tiempo perdone y castigue, reparta beneficios y desgracias, mande al paraíso y al infierno. Dios es siempre y solamente Amor. Frente al pecador Dios solo siente compasión y busca salvarlo de su propia desgracia porque se hace daño a sí mismo. Por lo tanto, de la religión de la obligación, del deber, del precepto, hay que pasar a una espiritualidad del amor gratuito, de la confianza, del abandono en las manos de Dios. En Jesús vemos a un Dios que ama y sufre igual que nosotros; se alegra y entristece igual que nosotros. Dios no es un ser indiferente, apático, que desconoce nuestros problemas. La compasión de Dios, proclamada en toda la Biblia, no es expresión de imperfección, debilidad o impotencia, sino simplemente de amor. El gran mérito del culto al Corazón de Jesús es haber llamado la atención sobre la centralidad del amor de Dios como clave de todas las Escrituras y de la vida cristiana, sin caer en el intimismo o fomentar actitudes pasivas en menoscabo del servicio al prójimo.
UN CORAZÓN MANSO Y HUMILDE
Cuando se habla de una “persona de corazón” se habla de una persona gaucha, amable, compasiva, cordial, tal como fue Jesús. Al hablar del Corazón de Jesús por lo tanto se habla de su bondad, misericordia, compasión, perdón, ternura, amistad…; todo eso vino a traer Jesús a los hombres en nombre del Padre. Son los mismos sentimientos que como respuesta debemos tener nosotros para con nuestros hermanos porque el Padre nos quiere ver unidos en familia (1Jn 4,20). El culto al Corazón de Jesús no solo pone al centro de nuestra fe la persona de Cristo sino su humanidad. Él nos amó con un corazón humano, un corazón de carne, un corazón que fue traspasado en la cruz por la lanza del soldado. Un corazón roto y abierto que es todo un signo destacado por el apóstol Juan (Jn 19,35) para significar que por esa puerta abierta ya es posible la salvación para todos. Jesús mismo nos desvela cómo es su corazón, marcado por la mansedumbre y la humildad (Mt 11,29); es el autorretrato de Jesús. El manso es una persona no violenta, indulgente, que no condena a nadie, paciente y comprensiva; que no es dura ni intransigente pero firme en sus principios. Cristo tiene una personalidad cautivante también por su humildad que lo llevó a acercarse y a escuchar a los más olvidados, a anonadarse entre los más pobres y a morir sobre una cruz entre los malhechores. La mansedumbre y la humildad o pobreza de espíritu son las dos primeras bienaventuranzas en Mateo; son la característica de los “anawim” (los pobres de Yavé). También san Pablo les recuerda a los Corintios “la mansedumbre y la bondad de Cristo” (2Cor 10,1).
AMIGO DE LOS PECADORES
Jesús no vino para anunciar el juicio de Dios contra los pecadores; anunció un juicio, pero no para los pecadores sino para aquellos que rechazan la misericordia de Dios. Jesús era profundamente humano y conocía nuestra debilidad. Dedicó su vida a los enfermos, a los leprosos y marginados, a las muchedumbres hambrientas y sin pastor. Pero lo que más escandalizó en su época fue su benevolencia para con los pecadores. Se lo tildó con desprecio como “amigo de los pecadores”. Cuando fue a la casa del pecador Zaqueo, todos lo criticaron; para Él sin embargo, esa era su misión. Jesús renuncia a condenar. No se presenta como juez ni frente a la prostituta, a la samaritana o a la adúltera. Jesús no rechaza a nadie, ni a los enemigos que lo acechan y lo pelean; dialoga con ellos. Es todo lo contrario de los discípulos que quieren echar a los niños, hacer callar al ciego, hacer caer fuego sobre los samaritanos, despedir a la cananea, despedir al pueblo con hambre. Su bondad no es buenismo. No tenía nada de esa figura angelical alimentada por efluvios piadosos. Se posicionó al lado de los que sufrían injusticias; denunció a los ricos y a los poderosos de su tiempo, incomodó a los opresores que se tomarían después su venganza. A los discípulos se presenta como un amigo fiel que es capaz de llorar cuando muere un amigo. A ellos les lava los pies, busca su ayuda en el Getsemaní, los defiende de los soldados, reza por ellos. No echa a los apóstoles que lo han abandonado, a Pedro que lo ha traicionado y a Judas lo llama “amigo” hasta el final . Se presenta como un médico que viene a curar enfermos, un buen pastor que busca ovejas perdidas, un buen samaritano que atiende a los caídos al borde del camino, un abogado que intercede por todos. Sus palabras son de aliento y esperanza: “Vengan a mí todos los que están agobiados y lo los aliviaré”, “no tengan miedo”, “yo siempre estaré con ustedes”, “levántate y anda”, “no llores”, “vete en paz”, “yo no te condeno”, “no peques más”. Este es el Corazón de Jesús.
CONCLUSIÓN
Se pueden sostener distintas opiniones sobre el gusto de las representaciones del Corazón de Jesús en los últimos siglos así como también sobre la representación que se remonta a santa Faustina, pero mucho más importante es entender cómo el Corazón de Jesús es el símbolo que mejor representa el mensaje central del Evangelio. Este culto, para que no caiga en el devocionalismo y en el sentimentalismo, debe llevarnos al reconocimiento del Dios-Amor y debe expresarse no solo en la piedad litúrgica, sino en una conciencia crítica frente a la realidad, en una sensibilidad especial para con los pecadores, los pobres y desvalidos. El apóstol Juan nos invita a mirar al que traspasaron (Jn 19,37) y en él, consecuentemente, a todos los inocentes crucificados y traspasados de la tierra. Hace falta también una catequesis actualizada que convierta la sensibilidad del pueblo creyente (la imagen del Corazón de Jesús está presente en cantidad de hogares) en un esfuerzo diario de perdón recíproco y reconciliación para vivir y amar al estilo de Jesús. “Vengan a mí todos los que están agobiados y oprimidos”, dijo Jesús (Mt 11,28) y por eso en la adoración al Corazón de Jesús encuentra pleno derecho de ciudadanía el rechazo de todas las guerras, las injusticias y las discriminaciones, el hambre, el racismo, la violencia. Es la forma de contemplar y adorar al Corazón de Jesús en su fisionomía más auténtica.
Primo Corbelli
Gracias por el material al Sagrado Corazón de Jesús, junto a mi Sra rezamos al Sagrado Corazón en el mes de Junio, todo el mes dedicado al divino Corazón de Jesús. En nuestra ciudad de Tarariras estando en ella un Sacerdote devoto al Sagrado, realizabamos con la Imagen, todo el mes de junio dedicado al Sagrado corazón, rezando en la ciudad y campo. una gracia de Dios que la gente recibia con alegría.
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