
Una enfermera estadounidense, Nicole Sirotek desde un hospital de New York lanzó una grave denuncia en el día de la enfermera. Relató cómo varios enfermos de COVID-19 están muriendo no a consecuencia de la enfermedad, sino por tratamiento incorrecto y presunta negligencia. Esto sucede especialmente con los pacientes afroamericanos. “Ni siquiera a las organizaciones de apoyo les importa esta gente; porque son minorías y viven en asentamientos. Crecí muy pobre y sé lo que es ser completamente olvidado y que nadie te defienda. La vida de la gente no importa nada aquí”.
Entre los contagiados hay una desproporcionada cantidad de afroamericanos y latinos, en su mayoría trabajadores informales que no tienen otra opción que salir de casa para ganarse el pan. Esto se debe a su situación económica, a su exposición a los trabajos esenciales en los puestos de primera línea de la pandemia. En New York el 34% de los fallecidos son latinos a pesar de que solo representan el 29% de la población. En Chicago donde la población afrodescendiente es menos de un tercio, el 72% de los muertos por el virus son afro. En Nueva Orleans el 40% de los muertos son afroamericanos. El cruel asesinato del afroamericano de 46 años George Floyd por parte de la policía, ha suscitado protestas en todo el país, con incendios y saqueos. La Conferencia Episcopal Católica se ha declarado “asqueada e indignada al ver a este hombre asesinado frente a nuestros propios ojos; hechos similares se repitan en varios lados. El racismo es un flagelo que genera atrocidades y nadie puede hacer la vista gorda frente a estos hechos”.