
Donald Trump presentó un plan de paz y prosperidad entre Israel y Palestina el 28 de enero pasado en Washington, para terminar con un conflicto que dura desde un siglo. Lo llamó “el acuerdo del siglo”; pero los palestinos ya lo han rechazado. Para la firma del plan estuvo presente tan solo el presidente de Israel Benjamin Netanyahu, acompañado por algunos embajadores de las monarquías árabes del Golfo Pérsico. Los palestinos no fueron invitados.
Israel aceptaría un estado palestino, formado por áreas separadas las unas de las otras, con el dominio de Israel sobre las fuentes del agua y sobre el valle del Jordán. Trump ofreció inversiones por cincuenta mil millones de dólares y Netanyahu prometió bloquear por cuatro años las tomas de posesión ilegales. Toda Jerusalén pasaría a manos de los judíos como capital de Israel. Los asentamientos hasta ahora ilegales (140 autorizados y 121 no autorizados) pasarían a ser legales y por lo tanto serían territorio de Israel. En esos asentamientos viven, entre Cisjordania y Jerusalén Este, más de 600 mil colonos israelíes en medio de tres millones de palestinos. Netanyahu ya prepara la anexión de esos territorios. El estado palestino, a constituirse en el plazo de cuatro años, no tendría ejército. El acuerdo sobre el nuevo estado, impuesto de forma unilateral y con tantas restricciones, ha sido tildado mundialmente como una burla. El presidente palestino Abu Mazen como respuesta rompió todos los acuerdos con Israel y Estados Unidos, reivindicó a Jerusalén Este como capital del nuevo estado palestino que debe ubicarse dentro de las fronteras de 1967. Las Iglesias cristianas de Tierra Santa han reaccionado exigiendo construir el nuevo estado “de acuerdo con el derecho internacional” y que Jerusalén sea “ciudad abierta y compartida por los dos pueblos, palestino e israelí”. El Vaticano por su parte, por boca de su canciller el arzobispo Paul Richard Gallagher, reafirmó: “El respeto del derecho internacional y de las relevantes resoluciones de la ONU son un elemento indispensable para que los dos pueblos puedan vivir lado a lado en dos estados, con las fronteras internacionalmente reconocidas en 1967”.
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