Escribe el teólogo Víctor Codina: “El cierre de los templos ha ayudado a que los protagonistas de la evangelización fueran realmente los laicos, las familias, los jóvenes. Se ha promovido una “Iglesia doméstica” porque dice Jesús: “donde hay dos o tres reunidos en mi nombre, yo estoy con ellos”. Por eso ha sido esto en ciertos aspectos un tiempo favorable de gracia. Con lo que está pasando seguramente Dios nos quiere decir algo”.
Sin desmerecer la importancia de los sacramentos, Codina sigue diciendo: “Hasta ahora la Iglesia ha sido muy sacramentalista considerando el clero y el templo como el centro de la Iglesia, mientras descuidó la evangelización, la iniciación en la fe, la formación de comunidades cristianas vivas, de un laicado de ciudadanos responsables y solidarios con los pobres y marginados. Evangelizar significa hacer lo que hizo Jesús: anunciar el Reino de Dios, curar enfermos, comer con los pecadores, brindar comida a los hambrientos y liberar al hombre de cualquier opresión. Para que la eucaristía no se convierta en un mero rito vacío, en la última cena Jesús hizo el lavatorio de los pies y nos dejó el mandamiento del amor fraterno. La eucaristía y los sacramentos conservan todo su valor indiscutible, pero a la luz de la fe y la Palabra, para que no se conviertan en magia y pasividad. Ciertamente la Iglesia no es una ONG y la eucaristía es la cumbre de la vida cristiana, pero solo se llega a esta cumbre por el camino de la fe y el seguimiento de Jesús”. El teólogo advierte también sobre el fundamentalismo, que suele surgir en momentos de miedo y de cambio, de algunos líderes políticos que se declaran cristianos como Trump, Bolsonaro, Añez, Abascal, Salvini… Son ultradefensores, con la Biblia y el rosario en mano, de la cultura cristiana en una guerra declarada contra el comunismo y el pluralismo, y contra muchas minorías …
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