Dr. Francisco Javier Aznar Sala
La economía mariana, como así la ha bautizado el sociólogo español José Pérez Adán en su último libro (Economía y Salud Social, Más allá del Capitalismo), no es una mera propuesta en el terreno de los adjetivos que la ciencia económica ha ido adoptando a lo largo del tiempo: planificada, neoliberal, neoclásica, institucional, social, capitalista, ecológica colaborativa… No se trata pues de un nuevo modelo más en el escaparate de ventas de productos novedosos, sino que busca introducir en el actual patrón económico la dimensión humana y sus reales necesidades, de ahí el apelativo de mariana, pues el modelo de la Virgen María sirve como inmejorable ejemplo de servicio desinteresado a la humanidad. Si en teología se habla de Economía de la Salvación en la que María ocupa un lugar preponderante al traer al mundo al Salvador; dentro de los parámetros económicos puede ayudarnos a centrar el verdadero objetivo que buscamos el regalo de bienes, reconociendo al altruismo o donación desinteresada el papel que tiene en la economía.
El desarrollo de esta idea no puede entenderse en todo su rigor sin una breve mirada retrospectiva a otros dos libros, también editados por Pérez Adán, que lo han precedido, todos ellos publicados por la editorial Eunsa: Sociología y experiencia religiosa (2017) y Sociología mariana (2018), que hemos utilizado en el presente escrito. De este modo y, como señala el propio Pérez Adán, como una de las tesis de Economía y salud social(1): “Una economía mariana estaría imbuida de los valores que representa la figura de María y concretamente de la maternidad realizante en el otro (no posesiva), de la entrega servicial y libre al bienestar ajeno, y de la disposición activa de desarrollar y rendir la propia capacidad para la vertebración y salud de un proyecto comunitario bueno” (p. 50). La época actual muestra su agotamiento en muchos ámbitos y facetas, especialmente en el mercantil que se muestra falto de humanidad y con crisis cíclicas recurrentes y que a tantas personas deja desprotegidas y donde se requiere un nuevo y renovado impulso por el servicio y la salud social. Todo ello con miras a superar la aporía que supone en el plano global un materialismo y un consumismo excluyente que deja a la intemperie de la exclusión a la mayoría de los habitantes del planeta. La economía mariana, además, se centra en dilucidar cuál es el papel actual que ocupa el mercado y los incentivos que operan en él y en sus agentes, todo ello como aclaración previa sobre el valor que debe ocupar la libertad. Si la libertad es necesaria para el correcto funcionamiento del mercado, esta hay que entenderla en toda su plenitud y no de modo parcial como ahora veremos.
La libertad no es un regalo sino que es algo que se debe en justicia a cada ser humano por el mero hecho de serlo. La Libertad (en mayúsculas) queda necesariamente referida a la humanidad, pues un ser humano no puede no ser libre. Otra cosa serán las libertades (en minúsculas). Así pues, la Libertad es un concepto nuclear para la economía mariana y “mientras que las libertades, y concretamente la libertad económica es el punto central de ese liberalismo que nace del tronco que nutre el pensamiento de Adam Smith. Para casi todas las economías no planificadas es posible contemplar un escenario operativo donde no hay Libertad pero sí libertad” (p.53). Es decir, un escenario donde no se proteja la dignidad humana y sí las ganancias es un espacio repleto de desigualdades. Precisamente la economía mariana defenderá esa Libertad que se basa en el don de la gratuidad como piedra angular de esta nueva propuesta y que intenta superar tanta diferencia y desigualdades entre unos y otros.
Podemos decir que el libro Economía y Salud Social es una premonición de esas ideas que abogan por un cambio de paradigma económico a nivel mundial donde prevalezca lo humano y ocupe el espacio que ahora solo ocupa el negocio. Tenemos aquí resumidas, relatadas y fundamentadas algunas de las consecuencias y fundamentos básicos de esa idea que se centra en una nueva mirada a la economía y al ser humano. Efectivamente se trata no ya de corregir el capitalismo para perpetuarlo, sino de dejarlo pasar para alumbrar unos presupuestos económicos que corrijan los modelos de crecimiento actuales. Unas sinergias que manifiestan su actual agotamiento en forma de sucesivas crisis y que pongan efectivamente en marcha nuevos modelos de desempeño productivo y comercial que, a su vez, puedan alumbrar un nuevo humanismo y unas propuestas económicas más humanas.
Si el mercado es de por sí un “lugar” de encuentro e intercambio de bienes y servicios, se puede llegar a pensar –como se ha hecho- que todo tiene un valor de compraventa, llegando incluso a penetrar los ámbitos más íntimos de la vida, como es el caso de la familia, y ponerla como un producto más en la cesta del intercambio bursátil. Esta realidad se presenta como un claro desajuste y para ello es necesario distinguir entre regalo e intercambio, cosa que el modelo actual ni contempla ni entiende, pues le resulta una gramática desconocida y extraña. El regalo no es una mera transacción de ida y vuelta en clara referencia financiera, sino que se trata de un don que se otorga mediante un bien o servicio que le llega a otro -sin más-. Y, esta dádiva puede ser así simplemente porque alguien lo desee en el pleno ejercicio de su Libertad. Por ello, la economía mariana quiere introducir en el mundo mercantil la lógica del don como un valor no contemplado hasta la fecha en una mentalidad repleta de ideas unidireccionales en torno al beneficio. De este modo, el comercio y el amor no son incompatibles, estando el primero fundamentado sobre las libertades constitutivas y el segundo sobre un tipo de Libertad constituyente.
Es muy difícil a día de hoy, si es que alguna vez lo fue, definir el capitalismo. Entre otras razones porque hay muchos capitalismos y de muy diversas escuelas. En su estado actual desborda lo económico para ir más allá de lo social y constituirse como una metateoría explicativa de casi todo lo que se intenta explicar y, tantas veces, de forma errática en lo referente a lo que realmente vale. Más si cabe cuando parece que no se tengan alternativas o cuando éstas se desconocen o al menos son de dudoso futuro e impacto negativo en el medio ambiente, como acertadamente ha señalado el Papa Francisco en la Encíclica Laudato Si’ (2015). Uno de los propósitos centrales de Economía y Salud Social, es constatar que hay alternativas saludables más allá del capitalismo y del constante impacto ecológico de unos medios de producción que se vuelven contra el hombre y especialmente contra las generaciones futuras. Se intenta mostrar que es asequible mejorar lo que tenemos y, al tiempo, tratar de evitar los peligros que conllevaría perseverar un sistema de producción y consumo que ha contaminado (en más de un sentido) al hombre, su medio natural y donde su vigencia nos llevaría, más precisamente a nuestros hijos y jóvenes generaciones, a la ruina y la hipoteca futura de una salud social y económica que se les debe en justicia.
La economía mariana se atreve a poner límites y freno a una disciplina económica instalada en la soberbia y en el autismo más absoluto. Es verdad que el mercado ha crecido sin mesura. No en vano, Amitai Etzioni intentó rescatar de sus fauces algo de lo humano que había quedado secuestrado por su lógica. Lo único que puede hacer tambalear a este “gigante con pies de barro” es la siempre novedosa, por su belleza, actitud de servicio y de amor hacia los otros. Esta realidad penetraría la realidad del mercado hasta la médula y sería capaz de regenerarlo hasta el fondo en lo que son sus pretensiones más egoístas. No se trata de que el mercado no pueda dar réditos a quien en él trabaja y se arriesga, sino de compaginar esta actividad con la mejor de todas: el regalo y el don. Ambas no son excluyentes, ni se repelen, ni son antagónicas, ni requiere de actores diversos, pues resulta compatible en todas sus vertientes y escenarios. Es más, una de las líneas fuertes de este artículo es defender el lucro como justa ganancia para poder sustentar la lógica del don: “el dinero es una necesidad social que hace el posible don” (p. 56). Del mismo modo el don garantiza el sistema de libertades que hace posible el derecho, merced a que existe la Libertad. Ha de quedar claro para el lector a estas alturas del escrito que no hay libertades sin Libertad. La gran parte de nuestros intercambios humanos se dan en un contexto de familia y no en el mercado, pues la agrupación familiar versa sobre un tipo de relación social que nos marca como seres humanos en plena gratuidad de unos para con otros en diacronía.
El lucro no es malo en sí y hace posible el progreso personal y social, pero no por ello la donación es algo extraño al beneficio y posee una enorme fuerza y relevancia social. Se pueden dar muchos servicios gratuitos tanto en el ámbito privado como público: “relaciones afectivas, colaborativas o simplemente altruistas sobre las que conviene centrar la atención” (p. 58). El servicio no ha de ser visto como algo inferior al lucro, pues no todo en economía es dinero ya que los beneficios pueden ser de distinta índole, también en la riqueza de compartir lo humano. Las sucesivas crisis económicas planetarias pivotan precisamente en la primacía del capital sobre el trabajo mediante el crédito, de modo que el mercado se hincha ficticiamente hasta que explota por su propia inercia de inflación. El regalo permitiría ajustar la economía a la realidad e incluso moderaría los precios, aportando algo de realismo y humanidad al respecto. La globalización ha traído consigo el capitalismo financiero, de modo que el dinero tiene más libertad y poder que la propia persona. El dinero atraviesa fronteras sin necesidad de pasaporte, hunde y levanta gobiernos y posee un poder inusitado e insólito hace apenas un par de decenios. El capital no puede gozar de estas prebendas y pasar por encima de las reales posibilidades humanas. Así pues, nos parece que la globalización es a su vez otra burbuja que cabe explotar ya que a pocos beneficia. Lo único que sirve este mundo globalizado es para consolidar a las élites y sus poderes en el plano mundial con un total desprecio a los gobiernos locales y sus costumbres.
Todo parece estar en venta en este milenio, incluso el vientre de las mujeres, donde se gesta el más sagrado de los regalos como es la vida naciente. Esta realidad humana es, sin duda, el máximo exponente del don y desgraciadamente ha entrado en la lógica del mercado; o la pervivencia a día de hoy de la esclavitud, en todas sus formas, en pleno siglo XXI. Nada escapa a esta lógica voraz y culpable y, por contra, en nada se ha globalizado la dignidad humana. Como en más de una ocasión ha señalado el Papa Francisco: “es necesario globalizar la solidaridad”. Nuestra sintonía con el mensaje del Papa es completa, pues ha sabido poner el acento en lo que actualmente cobra una importancia decisiva: la dignidad de todo hombre y de toda mujer y comunidades locales. Así pues, nuestra llamada es una llamada al valor de lo local y lo pequeño, en línea con F. Schumacher; capacitar a los propias agentes locales y hacerles partícipes de sus estructuras de producción, en línea con M. Yunus y Amartya Sen; blindar a la política y sus mecanismos en renovación continua y democratización de las instituciones; y, conseguir que las ayudas externas no consoliden estructuras burocráticas ni corruptelas en origen. Estas serían las grandes líneas sobre las que versaría nuestra postura crítica ante un tipo de globalización que se vuelve cada vez más insaciable en sus pretensiones. En cambio, apostaríamos por una globalización del bien y de lo bueno, una globalización que pusiera de moda la virtud y el servicio.
Las diferentes propuestas estudiadas parten del concepto de salud social, afín a otros similares manejados en la literatura experta: progreso, crecimiento, desarrollo humano o felicidad colectiva. Difiere, no obstante, de todos ellos en el protagonismo que se otorga al sujeto colectivo (social) y en la preponderancia conferida a valores no materiales e intangibles que son susceptibles de medición a través de los síntomas que denotan su carencia. Pero la economía mariana va más allá de introducir en el mercado la lógica del don, pues pretende generar sinergias de relación y cooperación económicas de índole local, que a su vez puedan sustraerse del influjo del mercado e ir asumiendo su legítima independencia. En este sentido, la familia cobra una preponderancia de primera magnitud, pues se trata de una unidad de producción de bienes en los planos público y privado. De hecho, las familias pueden ocuparse de la educación de sus hijos en la conocida forma, todavía por explotar, de homeschooling y de los propios servicios vecinales como son la seguridad ciudadana y la protección mutua. Todo ello redunda en un bien en el plano económico y humano. La administración pública, ejerciendo el principio de subsidiariedad, deberá cooperar en toda iniciativa social para que el estado y la comunidad pongan en orden al mercado. Si la globalización supo acentuar la brecha del individualismo y el anonimato, la familia recorre el camino inverso, el del reconocimiento del otro y de la propia comunidad.
No olvidemos que El Magníficat se asienta sobre el presupuesto de que Dios ha mirado la pequeñez del que no contaba y vivía en la injusticia, que Dios “dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes”, por lo que “a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. Desde este acontecimiento mariano se presentan dos tipos de dicotomías para la economía: “la voluntaria dependencia de un orden moral frente a la autonomía del designio inmanente por un lado, y la preponderancia del pobre sobre el rico por otro” (p. 65). Todo ello apunta hacia la necesidad de que la economía asuma un alto componente ético -como supo señalar A. Etzioni-. Hemos de saber distinguir, como sociedad madura a la que estamos llamados a vivir, entre un tipo de economía de corte utilitarista de otro modo de vivir colectivamente las finanzas donde predomine el iusnaturalismo o, por qué no, la fe anclada en las bienaventuranzas evangélicas.
La perspectiva económica mariana se asienta básicamente sobre tres pilares que es necesario subrayar como sociedad: a) el ser humano no es Dios; b) existe un designio antes del mismo ser humano que es necesario reconocer para que haya un justo orden de las cosas, y c) la moral dignifica lo humano y le ilumina un orden de perfección. A Dios no le gusta la desigualdad y desea la justicia. La economía mariana va de la mano de aquellas economías que buscan romper con cualquier brecha de diferencia y pretende ayudar a la promoción de los pueblos y de sus tradiciones. Se percibe con buenos ojos la capacidad de desprendimiento, la austeridad, la capacidad del ahorro, la laboriosidad, la acogida, la fortaleza y el sacrificio. Todos estos atributos se pueden predicar de la humilde vida de María en Nazaret como ejemplo nítido del quehacer económico en ligazón siempre con la promoción de lo humano. Apostamos, por tanto, con claridad por el desarrollo de la Libertad y por la negación del Poder como fuerza coercitiva que se utiliza por parte de unos pocos contra otros. Hay numerosos ejemplos de personas o colectivos que renuncian a su autonomía por un compromiso con los demás en medio de un servicio amoroso que tantos beneficios reporta en el plano social. Por ejemplo, aquellos que deciden formar una familia como acto de amor y generosidad con la sociedad; los que entran en la vida religiosa con el propósito de servir a los más desfavorecidos; o la de aquellos profesionales que ponen su vida en riesgo por el bien de los otros, como es el caso de tantos expertos de la medicina o cuerpos y fuerzas de seguridad del estado. Este tipo de personas o colectivos que así viven son lo suficientemente representativos en el plano social como para ser tenidos en cuenta y ser referentes de virtudes mayores y de mejores cuotas de humanidad en el plano global.
La apuesta es clara, la economía es una rama del quehacer sociológico, pero no olvidemos especialmente que lo es también de lo humano. Este último aspecto no parece que se haya tenido en cuenta lo suficiente, cuando no se ha olvidado en tantas ocasiones. La lectura del texto a que hacemos referencia, será de particular interés tanto para los que aguardan expectantes los resultados del encuentro de Asís con el Papa, como para quienes desde las facultades de economía y empresa aspiren a reencontrarse con una disciplina donde la gente y sus comunidades locales importen algo. Será una vía muy fecunda en el plano de los estudios y de la investigación, pues hablamos de una economía profundamente humana, cosa que, sin lugar a dudas, es de agradecer en estos tiempos tan convulsos. Sin duda será una línea de pensamiento que dará mucho que hablar y será de casi de obligada referencia en los modernos estudios económicos. Todo ello por apartarse de lugares comunes que se muestran agotados y por la audacia de presentar líneas novedosas por las que puede transitar la economía del futuro.
El libro Economía y salud social aspira a contribuir al debate iniciado por el Papa Francisco, pero además posee sus propias pretensiones como no podría ser de otra manera. A su vez sugiere la necesidad de un replanteamiento de la enseñanza que se imparte en las facultades de ciencias económicas, empresariales y en las escuelas de negocio para que, como señaló Schumacher en su momento, se vuelva a hacer una economía como si la gente importase para algo. Hay que insertar definitivamente al ser humano en el centro del debate económico y al tiempo sacarlo del mercado. Afortunadamente tenemos al abasto, como muestra esta línea de trabajo, medios y enfoques viables para llevar a cabo tal propósito. La intuición del editor es que este saber, en manos del Papa, pueda ser un refrendo y respaldo en su empeño de construir un mundo y una economía más humana, en este caso desde el saber académico. Es posible que este manual y, esta novedosa forma de entender la economía en el plano mundial, nos dé más sorpresas de las previstas a medida que vaya siendo conocido, leído, estudiado y difundido.
(1) Destacar que el presente artículo de Economía mariana está basado en uno de los capítulos del manual Economía y salud social, concretamente ocupa el segundo lugar de un total de doce.
Dr. Francisco Javier Aznar Sala
Profesor de sociología
Universidad Católica de Valencia
Facultad de Teología San Vicente Ferrer de Valencia
Universidad Libre Internacional de la Américas
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