El 15 de marzo Siria entró en el décimo año de guerra. Hubo 400 mil muertos y 5 millones de prófugos; ha sido la crisis humanitaria más grande desde la Segunda Guerra Mundial. Más de la mitad de la población ha sido obligada a huir hacia el interior del país o al extranjero.
Siria es el país más nombrado por el papa Francisco que habla de “tantos hermanos olvidados en una manta de silencio”. Según el nuncio apostólico Mario Zenari “han sido nueve años de violaciones sistemáticas de los derechos humanos en escala masiva; una verdadera masacre de inocentes”. Casi 5 millones de niños han nacido durante la guerra. UNICEF ha protestado por la suerte de estos niños condenados a crecer bajo las bombas, sin escuela, en medio de la destrucción. La directora general de UNICEF Henrietta Fore ha lanzado un dramático llamado: “Terminen de golpear escuelas y hospitales. Terminen de matar y mutilar niños”. Un millón más de niños han nacido como refugiados sirios en los países vecinos y en condiciones muchas veces inhumanas. Y esto sin contar a los cinco mil menores reclutados para la guerra. Veinte mil niños debajo de los cinco años están en riesgo de vida por mala alimentación. Desde diciembre, en el noreste del país un millón de personas han tenido que huir de sus hogares. UNICEF pide la colaboración pública y privada para un fondo de 682 millones de dólares en favor de este pueblo sufrido, sobre todo de los niños y menores.
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