The Economy of Francesco (V): Adviento, esperanzados por otra economía

Por Pablo Guerra¹

No es nada forzado afirmar que el tiempo de Adviento también puede arrojar luz sobre algunos asuntos que nos preocupan desde la economía. Efectivamente, Adviento es espera, pero sobre todo Esperanza por Aquel que ya sabemos viene para cambiar el mundo y también para cambiarnos a cada uno de nosotros.

Por lo tanto, es tiempo para trabajar por aquellos aspectos que en el plano social y económico nos preocupan, abogando por perspectivas más esperanzadoras. Como dicen los movimientos sociales que impulsan el Foro Social Mundial, otro mundo es posible y por lo tanto otra economía es posible. ¡Vaya mensaje tan esperanzador y tan cercano a lo que vivimos los cristianos en estos días!

 

Adviento nos debe impulsar a orar personal y comunitariamente por lo nuevo. Y actuar personal y comunitariamente para que ese otro mundo posible comience a visibilizarse en las múltiples experiencias liberadoras y esperanzadoras que ya existen. Experiencias que se van tejiendo muchas veces desde los sueños de una familia, que como la de Belén, comenzó a forjarse en medio de grandes contratiempos y limitaciones.

 

Siempre he sostenido que la familia es la unidad económica solidaria más eficiente a lo largo de la historia. A su interior, se manifiesta con la mayor fuerza las relaciones de cooperación, de ayuda mutua, de donación y de reciprocidad. Un espacio sagrado, donde el mercante que Jesús echa del Templo no tiene lugar. Gracias a Dios, las familias no son el único espacio donde éstas virtudes (que tienen enormes significados desde la economía) se ponen en evidencia. De hecho, la Sagrada Familia en su exilio forzado hacia Belén también encontró gestos de cooperación y gratuidad por parte de algunas de las personas más cercanas (vecinos, pastores) y más lejanas (los Magos, según el relato de Mateo).

 

Una perspectiva esperanzadora de la economía que nace desde lo pequeño, desde lo más cotidiano y desde los ambientes de pobreza y sencillez, resultan hoy de especial importancia dada  la magnitud de las inequidades sociales que caracterizan el mundo en el que vivimos, así como el desempleo y pobreza que enfrentan millones de personas.

 

Esperanzados además en un mercado y un consumo más responsable. El bombardeo publicitario en estos días está dirigido a aumentar nuestro consumo (transformándolo en consumismo), para comprar regalos, engalanar nuestros hogares y vestir nuestras mesas con manjares. Al costo de seguir aumentando el endeudamiento de nuestras familias o peor aún, al costo de hacernos creer que seremos más felices en la medida en que compremos aquello que tanto deseamos (y ojo con eso, pues el deseo no es necesariamente fruto de una necesidad real).

 

Si pusiéramos a Jesús en el centro de nuestras vidas veríamos estos asuntos con otra perspectiva. Aguardaríamos su nacimiento con la alegría del encuentro familiar y comunitario, dispuestos a no dejarnos llevar por el engranaje del consumismo, vislumbrando el nacimiento de un mundo y una economía en la que triunfa el amor.

Hace pocos días, en su primera homilía del año litúrgico, el papa Francisco dijo al respecto, que “la venida de Jesús es la raíz de nuestra esperanza”, mencionando el problema del “auge de la codicia y el consumismo, un virus que afecta a la fe desde su raíz, porque te hace creer que la vida depende sólo de lo que tienes”. Brillante mensaje de nuestro Papa que nos invita a la reflexión.

 

 

(1) Profesor e Investigador en la Universidad de la República. Coordinador de la Red Temática en Economía Social y Solidaria.