Por Pablo Guerra¹
En la Última Cena, Jesús aprovecha la oportunidad de dirigir unas palabras finales a sus discípulos. Como es sabido por cualquier comunicador, éstas permanecen haciendo eco en nuestras memorias, por lo que deben ser elegidas cuidadosamente en cualquier discurso o alocución. Allí, reuniendo a sus comensales les anuncia un nuevo mandamiento: “Que se amen unos a otros, como yo los he amado” (Jn 13:34). Vaya si no estamos en presencia de una de las máximas señas de identidad que debiera caracterizar al seguidor de Cristo, por algo luego dice “En esto reconocerán todos que son discípulos míos, si tienen amor unos para otros” (Jn 13: 35).
Este nuevo mandamiento, sin embargo, tiene antecedentes en los Textos Sagrados. En Levítico 19:18 leemos: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Esta idea, no es marginal en la Biblia. Por el contrario, es base fundamental de la ética judeo cristiana.
En la tradición judía hay un hermoso pasaje del Talmud que relata una anécdota en la que se puede observar esta centralidad. Según allí se expresa, una persona desafía al sabio Hillel a que le resuma la enseñanza de la Torá para ser convertido, aunque con una condición: debía hacerlo durante el lapso de tiempo en que pudiera escucharle parado sobre una sola pierna. El sabio responde: “No le hagas a tu prójimo lo que no quieras que te hagan a tí”. Esta norma moral ha sido definida como la regla de oro para la convivencia social y está fundada justamente en ese precepto de amar a los demás como a uno mismo.
Como se puede observar, esa necesidad de superar la dimensión egoísta para actuar con altruismo (del latín alter, otro) se parapeta como un verdadero ideal de comportamiento humano en nuestras culturas.
Sobre su alcance y complejidad se han referido múltiples analistas desde diversas disciplinas. Uno de los más celebres ha sido el mismísimo Freud, quien en “El malestar en la Cultura” (1930) pone en cuestionamiento este precepto argumentando que intenta poner frenos al principio de búsqueda del placer, subrayando que el amor es muy valioso como para malgastar en quien no conocemos ni remotamente. De alguna manera, el padre del psicoanálisis parece más partidario del punto de partida de Plauto, popularizado por Hobbes en el S. XVIII: Homo homini lupus (el hombre es el lobo del hombre).
Nótese cómo desde ese punto de vista el mandato bíblico es interpretado como un intento desde la cultura para obstaculizar las naturales pasiones humanas. Dice Freud: “Las pasiones que vienen de lo pulsional son más fuertes que unos intereses racionales. La cultura tiene que movilizarlo todo para poner límites a las pulsiones agresivas de los seres humanos, para sofrenar mediante formaciones psíquicas reactivas sus exteriorizaciones. De ahí el recurso a métodos destinados a impulsarlos hacia identificaciones y vínculos amorosos de meta inhibida; de ahí la limitación de la vida sexual y de ahí, también, el mandamiento ideal de amar al prójimo como a sí mismo”.
Para Lacan, sin embargo, el mandamiento bíblico marca un hito respecto a la ética clásica en tanto el punto de orientación ético se traslada desde ciertas virtudes individuales hacia la relación con el otro. Autores contemporáneos como Zizek, Santner o Reinhard, finalmente han analizado en detalle los alcances de esta fórmula valiéndose de miradas desde la hermenéutica, el psicoanálisis y la teología.
Desde nuestro punto de vista, este precepto cristiano nos invita a mirar al prójimo reflejado en el espejo de nuestra concepción de amor. La pregunta que podríamos hacernos es ¿qué es amarse a uno mismo? Bauman nos da una pista interesante: Lo que amamos cuando nos amamos a nosotros mismos, “es un yo apto para ser amado”, esto es, “la esperanza de ser amados, de ser un objeto merecedor de amor, de ser reconocidos como tal y de que se nos demuestra tal reconocimiento”. Eso significa que es condición para amarnos a nosotros mismos, ser amados “o tener la esperanza de serlo”. Dice el sociólogo de Leeds: “El amor a nosotros mismos está construido a partir del amor que otros nos ofrecen”. Nótese que bajo esta interpretación, el amor al otro depende del amor que los demás nos den. La lógica circular es perfecta y se llama reciprocidad.
En resumen, amar al prójimo como a ti mismo significaría por sobre todas las cosas, practicar la reciprocidad en asuntos como la valorización y la atención del otro.
¿Tiene este precepto de ética humana aplicación al mundo de la economía? Pues claro que sí. El amor en su sentido más amplio nos mueve (con-mueve) a actuar como el Buen Samaritano en múltiples ocasiones. Las relaciones económicas de donación son un buen ejemplo en ese sentido. Las relaciones económicas basadas en la gratuidad y el desprendimiento sincero explican buena parte de los mecanismos de asignación de recursos en nuestras familias y comunidades. La reciprocidad, por su parte, ha sido finamente estudiada por la antropología económica como una de las fórmulas que han explicado el desarrollo de numerosas experiencias económicas de la antigüedad y de la economía pre mercantil. Los textos clásicos de Polanyi, Mauss, Marshall Sahlins o más contemporáneos como Lonmitz o Temple, por ejemplo, nos dan elementos para interpretar no solo el pasado, sino también muchas conductas actuales en nuestra economía que se caracterizan por el hecho de que quien dona, recibe. La ayuda mutua, por su parte, es una de las formas de expresión de esa reciprocidad que ha dado lugar a múltiples experiencias cooperativas, asociativas y de mutualidad que caracterizan a la economía solidaria.
Por eso, así como el amor al prójimo se sostiene en la medida que nos amemos a nosotros mismos, y el amor propio depende de que los demás nos amen; en la reciprocidad económica, el circuito del dar y recibir se alimentan mutuamente propiciando el devolver en el marco de una racionalidad diferente a la utilitarista y maximizadora del lucro. En definitiva, haciendo primar una racionalidad comunitaria fundante en la persona y a la vez superadora del individualismo.
BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA:
Bauman, Z. Mundo Consumo, Barcelona, Paídos, 2008.
Freud, S. El Malestar en la Cultura, Buenos Aires, Amorrortu, 1986.
Zizek, Santner y Reinhard. El prójimo. Tres indagaciones en teología política, Buenos Aires, Amorrortu, 2010.
(1) Profesor e Investigador en la Universidad de la República. Coordinador de la Red Temática en Economía Social y Solidaria.
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