La “Evangelii Gaudium”, el documento programático del papa Francisco, no es un documento de la Doctrina Social de la Iglesia (E.G. 184), pero es mucho más que eso porque para el Papa la dimensión social de la evangelización no es algo optativo sino parte constitutiva de la misma (E.G 179).
AL CENTRO MISMO DEL EVANGELIO
En ese texto dedicado a la evangelización se consagran más de 90 números al tema social, es decir una tercera parte del documento; y el capítulo 4 es el más extenso de todos. Nunca como con el papa Francisco el tema de los pobres, también en sus discursos, ha sido tan abundantemente considerado; y no al margen sino al centro mismo del Evangelio. Además del tema de la paz y de la protección de la naturaleza, lo que más le preocupa al Papa es la inclusión de los pobres (E.G. 185). Ya no se admiten espiritualizaciones indebidas; cuando se habla de opción preferencial por los pobres, se habla de los verdaderos pobres a secas, de los indigentes, de los últimos. El tema de los pobres fue largamente ignorado por la Iglesia, puesto bajo sospecha y silenciado. Hasta en el Concilio no tuvo mayor repercusión y todo quedó relegado a un gesto profético de 40 obispos que sellaron un pacto en la catacumba romana de Santa Domitila para una Iglesia pobre al servicio de los pobres. Este pacto ha sido reivindicado por la Iglesia Latinoamericana y hoy a nivel universal por el papa Francisco. La insistencia de Francisco sobre este tema no es ideológica sino evangélica. Es la opción de Jesús a lo largo de toda su vida desde Belén hasta la cruz. Es evangélica porque se fundamenta sobre las palabras de Jesús en el capítulo 25 de san Mateo que muchos cristianos no han todavía asimilado. No es una temática de la Teología de la Liberación, sino del Evangelio. La Iglesia no es tan solo una ONG; ve en el pobre a Cristo (Mt 25, 40 y 45). Lamentablemente después de los entusiasmos y las polémicas de los años setenta-ochenta, hoy el interés por los pobres ha decaído. Hasta la izquierda política tiende a estar más concentrada en la defensa de derechos civiles como la despenalización del aborto, el matrimonio igualitario, la ideología de género, etc., que por contrarrestar la pobreza. Dice el papa Francisco: “Que un anciano en la calle se muera de frío en invierno ya no es noticia, pero lo es una caída de dos puntos en la bolsa” (E.G. n.53). Es indudable que con este Papa la Doctrina Social de la Iglesia está teniendo un fuerte impacto en la sociedad.
PRINCIPIOS PERMANENTES
Al hablar de Doctrina Social de la Iglesia, comúnmente se entiende la enseñanza de los Papas desde el comienzo de la revolución industrial y más precisamente desde la carta encíclica “Rerum Novarum” (=de las cosas nuevas) del Papa León XIII, hasta llegar a la “Laudato sii” (=que seas alabado) del actual Papa. En realidad incluye también la voz de los episcopados y las fuentes de estas enseñanzas hay que encontrarlas en los santos Padres de la Iglesia de los primeros siglos (Basilio, Agustín, Ambrosio etc.) y en definitiva en el Evangelio. Los temas sociales interesan a la Iglesia no en las que son cuestiones técnicas o estrictamente económicas y políticas, sino en cuanto a la valoración moral de los mismos; y eso es de su competencia. La moral social de la Iglesia tiene principios permanentes como la dignidad y los derechos humanos, el bien común de todos, la responsabilidad del estado, la subsidiaridad (lo que el inferior puede realizar, no debe ser hecho por el superior), la solidaridad con los más débiles, el destino universal de los bienes, la hipoteca social de la propiedad privada, la opción preferencial por los pobres… Se le llama “doctrina” o cuerpo doctrinal solo en referencia a estos principios y valores permanentes que la Iglesia propone con las consecuentes directrices de acción. La implementación de las propuestas concretas a nivel político o económico, no le corresponde. Por lo tanto la Doctrina Social no es una ideología, un partido político o un tercer sistema económico entre capitalismo y colectivismo; pertenece al ámbito de la teología moral, es decir es un discurso sobre Dios y el proyecto de Dios para la sociedad humana. La Teología de la Liberación ha sido de gran ayuda para que la Doctrina Social de la Iglesia fuera más inductiva, descubriera sus fundamentos bíblicos y apuntara a un enfoque liberador, es decir a los cambios estructurales de los mecanismos perversos que dominan la sociedad. No solo se trata hoy de ayudar a los pobres, sino de acabar con la pobreza. La Doctrina Social opta por la profecía desde el anuncio del Evangelio, la denuncia de lo que se le opone y la aplicación de los principios a cada situación. Si el Papa León XIII condenó el socialismo de su época, no quiere decir que se rechace el socialismo democrático de hoy. Ya no basta defender el justo salario de los trabajadores como entonces; hay que cuestionar hoy todo el proceso productivo y comercial. La Doctrina Social se encarna con sus principios inviolables en las realidades contingentes y cambiantes de cada época para juzgarlas desde la fe.
CAPITALISMO CLÁSICO
Antes de la caída del muro de Berlín en 1989, se disputaban la hegemonía mundial dos sistemas económicos antagónicos: el capitalismo y el colectivismo marxista. Este último prácticamente ha desaparecido y hoy el capitalismo domina el mundo aún en los países comunistas. El capitalismo comenzó con la revolución industrial y se caracteriza por la propiedad privada de casi todos los medios de producción en el marco de un mercado libre cuyos precios están determinados por las leyes de la oferta y la demanda. Hay poca o ninguna interferencia del estado y la principal motivación del capitalismo es la ganancia. Hubo tres modelos de capitalismo. El primer capitalismo, llamado también “salvaje”, duró hasta la segunda guerra mundial y su principal teórico fue el economista escocés Adam Smith (+1790). Para Smith el hombre trabaja para ganar dinero; es propio de la naturaleza humana. Por eso las grandes empresas emplean el menor número de trabajadores y lo más barato posible; al priorizar la producción, el trabajador termina siendo un instrumento de producción. Por el contrario, para el Cristianismo el fin último de la producción es el servicio a la sociedad, el trabajo tiene prioridad sobre el capital, el hombre sobre las cosas. La mentalidad capitalista es como cuando se vive para comer, en vez de comer para vivir. La competencia es beneficiosa cuando las partes se encuentran en situaciones iguales; pero cuando se encuentran en situaciones desiguales, se llega a la dictadura económica. Ni el capital ni el mercado son malos y la actividad económica ha de ser rentable; pero para el capitalismo la economía tiene sus leyes propias independientes de la ética (“negocios son negocios”, se dice) y solo se busca tener más y siempre más. Según Smith el progreso general se obtendrá por añadidura; de ello se encargará una “mano invisible”. Quería significar que los individuos al perseguir su interés personal, promueven sin quererlo y sin darse cuenta, el interés general. La realidad a la que llevó esta doctrina fue muy distinta; le siguió una de las épocas más negras de la historia de la humanidad. Fue gracias a la organización y a las luchas de la clase obrera que de a poco se fueron dando cambios en las leyes y en la sociedad. El papa Francisco, refiriéndose a las ideas de Adam Smith y sin nombrarlo dice en Evangelii Gaudium: “No podemos confiar más en las fuerzas ciegas y en la “mano invisible” del mercado. El crecimiento con igualdad no se logra tan solo con el crecimiento económico sino también con la intervención del estado; hace falta una mejor distribución de los bienes, la creación de trabajo para todos, la promoción integral de los pobres” (n.204).
ECONOMÍA SOCIAL DE MERCADO
Con el economista inglés John Keynes (+1946) hubo una fuerte reacción al capitalismo salvaje y se fue imponiendo con el tiempo lo que se llamó “Estado de Bienestar Social” (State Welfare). Keynes defiende la intervención del estado y una política redistributiva de la renta con medidas de carácter social. Hay que garantizar a todos los ciudadanos un nivel mínimo de bienestar en cuanto a la educación, la salud, la seguridad social. El estado debe proveer los medios necesarios de subsistencia a quien no puede trabajar. Este modelo de economía social de mercado fue practicado por los gobiernos social-demócratas y demócrata-cristianos después de la Segunda Guerra Mundial con buenos resultados. Este modelo coloca la economía en un orden social de derecho, al servicio del bien de todos. Escribe Luis Gonzales-Carvajal, un experto en la materia: “Los hechos han manifestado la clara superioridad ética de la economía social de mercado. También el magisterio social de la Iglesia ha manifestado de manera inequívoca esa preferencia; algo que resultará viable hoy si se comienza poniéndole reglas a la economía internacional” (cfr. “El hombre roto por los demonios de la economía” pág. 250). La economía social de mercado establece un marco legal que ha de brindar a toda persona la oportunidad para una vida digna y autónoma y también ha de conformar una suerte de solidaridad institucional frente a la enfermedad, la vejez, el desempleo, los accidentes.. Sin embargo hoy el sistema económico del estado social ha de ser reformulado frente a los actuales procesos de globalización económica y financiera. Hoy hablar de “globalización” significa hablar de capitalismo global. Como consecuencia, el norteamericano medio es 61 veces más rico que el habitante medio de Tanzania (África).
Según la Iglesia, la globalización ha de ser regulada y sometida a un control eficaz de instancias políticas mundiales por encima de los estados nacionales.
La extrema desigualdad que hay en el mundo ha llevado a una enorme presión migratoria, epocal y desconocida hasta ahora, que no podrá ser frenada por ningún muro. Es la revancha del sur contra el norte. Por eso el Papa ha dado un giro desafiante a la Iglesia: hay que mirar a la realidad desde las periferias, no desde el centro.
CAPITALISMO NEOLIBERAL
El liberalismo político tuvo el mérito de encauzar las revoluciones modernas a favor de la libertad, en contra de las tiranías. Pero el liberalismo económico defendió el derecho absoluto de la propiedad privada y de los medios de producción, la libertad total del mecanismo de la oferta y la demanda; y esto llevó al drama de la explotación y el pauperismo. Lo que rige hoy es un “neoliberalismo” económico. Debido a los excesivos gastos y a la burocratización del estado de bienestar, a la elevada presión fiscal y con la crisis económica de 1973-74 entró a actuar la Escuela de Chicago con Milton Friedman a la cabeza y el modelo neoliberal. Con la caída del muro de Berlín en 1989 ese modelo se difundió en todas partes. En aquellos tiempos ya el papa Juan Pablo II había advertido “el riesgo de que se difunda ahora una ideología radical de tipo capitalista” (Centesimus Annus n.42). Hoy efectivamente se vuelve a las ideas de Adam Smith, con la diferencia que este capitalismo globalizado es aún más inhumano que el del siglo 19. El drama del obrero en aquel entonces era contiguo a la vida del empresario; hoy hay demasiada distancia entre las grandes empresas multinacionales que deciden soberanamente y los que sufren tales decisiones. Hoy la economía se le ha escapado de las manos a los políticos y a los gobiernos y se concentra en las manos de muy pocos. Fruto del sistema neoliberal no es solo el empobrecimiento, sino la exclusión y descarte de grandes masas de gente, la flexibilidad laboral y el aumento del desempleo. A la ideología neoliberal los economistas suelen asociarle la “teoría del goteo o del derrame” por el cual el crecimiento económico se derramaría de manera natural, tarde o temprano, hacia los sectores de menores ingresos aunque el estado tenga un rol pasivo. El aumento de la riqueza de un país, aunque esté concentrado en unos pocos, como un vaso demasiado lleno, al final derramará gotas para todos. A los pobres les llegarán las migajas del banquete como en la parábola evangélica del rico epulón (Lc 16,19). Sobre la teoría neoliberal del derrame escribió el papa Francisco: “Es una teoría que jamás ha sido confirmada por los hechos y que exige una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes tienen el poder económico y en los mecanismos del sistema imperante” (E.G. n.54). No hay aquí pronunciamientos técnicos por parte del Papa, que no le corresponden; solo hay la constatación de una realidad que todos pueden ver. Y él mismo explicaba con humor en una entrevista al diario italiano La Stampa en diciembre de 2013: “Cuando el vaso está lleno, por virtud de magia el vaso se hace cada vez más grande y así nunca hay nada para los pobres”.
NEOLIBERALISMO E IGLESIA
La Iglesia que ha condenado repetidas veces desde la Rerum Novarum en adelante al capitalismo clásico, condena ahora la ideología económica neoliberal porque ambos no se rigen por principios morales sino que su móvil es únicamente el dinero, la ganancia, la eficiencia.. Pablo VI llamó a ese capitalismo “sistema nefasto” (Populorum Progressio n.26). El papa Francisco, que viene del sur del mundo, clama constantemente contra el actual sistema capitalista que lleva a “una economía que mata” (Evangelii Gaudium, n.53). Habla de “imperialismo del dinero, terrorismo financiero, globalización inhumana, dictadura de la economía”, de una indiferencia extendida por la cual se vive como en “burbujas de jabón” ya que nadie se siente responsable de nada… El Papa condena expresamente este sistema económico y social como “injusto en su raíz” (EG 59) y defiende un modelo que haga posible para todos acceder a la tierra, al techo y al trabajo. Condena este sistema financiero que produce cada vez más dinero del dinero y no del trabajo. Por eso ha convocado para marzo del año próximo un congreso internacional (The Economy of Francesco) para emprendedores jóvenes con el objetivo de esbozar una economía más humana para el futuro. Defiende la intervención del estado, pero a la vez plantea que “los planes asistenciales que atienden a ciertas emergencias, solo deberían pensarse como respuestas pasajeras” (E.G. n.202). Por su postura antisistema el papa Francisco es tildado de “comunista” por los grupos oligárquicos que no lo atacan directamente, pero sostienen económicamente a los opositores del Papa dentro de la Iglesia. Se lo tilda de pauperista, tercermundista, populista, de no conocer los mecanismos económicos, de hacer demagogia y meterse en política.
LOS NUEVOS PROLETARIOS
Hasta un economista famoso como Jeffrey Sach habla de la actual economía como de “una economía de rapiña finalizada a poner en primer lugar una avidez ilimitada, pasando por encima de toda moral”. El 1% del mundo posee en riquezas igual que el restante 99%. Los que viven con menos de 5,5 dólares diarios son 3,4 miles de millones de personas. Si los ultramillonarios pagaran un 0,5 más de impuestos, se salvarían más de cien millones de personas que padecen y mueren de hambre. 300 empresas multinacionales controlan el 58% del PIB mundial y dan trabajo tan solo al 8% de la población económicamente activa. Así como Juan Pablo II ayudó a derribar el comunismo y el muro entre este y oeste, Francisco lucha contra este capitalismo despiadado tratando de derribar todos los muros entre norte y sur. El Papa advierte algo nuevo: “Ya no se trata simplemente de explotación, sino de algo nuevo: de exclusión. Los excluidos ya no están en la cola de la sociedad o en la periferia; están afuera. No son oprimidos, sino sobrantes, desechos; es la cultura del descarte” (E.G n.53). A esta cultura el Papa opone la cultura del encuentro, de la acogida. Por eso ha impulsado la organización de los Movimientos Populares a nivel mundial con todos los que no tienen empleo estable y seguro ni el amparo de leyes laborales y se les niega la posibilidad de sindicalizarse. Se trata de cartoneros, vendedores ambulantes, artesanos, campesinos y peones, migrantes, recicladores, indígenas, desempleados, sin techo, refugiados y desplazados, trabajadores de la economía popular. Son millones de trabajadores informales que viven en la precariedad, marginados del campo y de la ciudad, fruto de una globalización excluyente. Son los proletarios de hoy. Hablando a los Movimientos Populares el 28 de septiembre de 2014 dijo el Papa: “Todo trabajador, estando o no dentro del sistema formal de trabajo, tiene derecho a un salario digno, a la seguridad social y a una cobertura jubilatoria”. Francisco es el único líder mundial que clama y reclama contra las guerras y el hambre, la depredación del ambiente, la inequidad creciente, los derechos de los excluidos. Lo hace en nombre de Dios como los antiguos profetas; y por eso molesta a muchos. Es sin embargo la voz de Dios para nuestro tiempo.
PRIMO CORBELLI
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