(tema central) Comprender las dinámicas familiares en tiempos postmodernos

Escribe Pablo Guerra (1).

Mucho se ha hablado y escrito sobre la familia en estos últimos años dentro de la Iglesia Católica. Es un dato de la realidad que este tema siempre ha estado ocupando un lugar protagónico, aunque Francisco especialmente profundizó su atención desde una particular mirada misericordiosa: no es mera coincidencia que la Exhortación Apostólica «Amoris Laetitia» fuera publicada en el Año Jubilar de la Misericordia.
Hay tres aspectos en esta obra de Francisco sobre la familia, que me parecen particularmente importantes para dar comienzo a mi postura sobre estas temáticas. 

En primer lugar corresponde mencionar el lugar central que asume el amor como  principal elemento caracterizador de la familia: a él Francisco le dedica no solo el título de la Exhortación (“Amoris”) sino además dos capítulos específicos. Como veremos luego, insistiré en el papel fundamental que ocupa el amor desde el punto de vista sociológico para comprender algunos aspectos sustantivos de la dinámica familiar.

En segundo lugar, quisiera destacar la importancia que le asigna a las dificultades socio-económicas como limitantes objetivas para el bienestar de las familias. Nótese que el primer elemento  que menciona afectando a las familias en nuestras sociedades, es el referido al desempleo y el empleo precario (N. 25). Este aspecto no es novedoso: desde finales del Siglo XIX, numerosos referentes del pensamiento social de la Iglesia pusieron en el debate público la importancia del salario familiar, es decir, un mínimo indispensable que todo trabajador/a debería recibir para sostener a su familia. Para el caso uruguayo, es de hacer notar que las Asignaciones Familiares nacieron en los años 40s del S. XX luego del predicamento de legisladores inspirados en el magisterio social de nuestra Iglesia. Ya veremos luego, que a nuestro criterio, los (anti) valores del egoísmo y la competitividad desenfrenada que se exhiben como atributos de la racionalidad económica terminan afectando no solo algunas estructuras económicas injustas, sino además, algunos comportamientos individualistas que impactan en los proyectos familiares que se guían por valores opuestos a los del neoliberalismo, caso de la solidaridad, la cooperación y la ayuda mutua.

Justamente el tercer aspecto que quisiera destacar de la valiente Exhortación de Francisco sobre la familia, es el referido al papel que cumplen esos anti-valores de nuestras sociedades actuales, caso del “individualismo exasperado  que desvirtúa los vínculos familiares y acaba por considerar a cada componente de la familia como una isla, haciendo que prevalezca, en ciertos casos, la idea de un sujeto que se construye según sus propios deseos” (N. 33).

Sobre la base de estas tres grandes orientaciones, podremos comprender mejor mi parecer sociológico sobre lo que nos está ocurriendo en nuestras atribuladas vidas familiares.

 

¿Por qué aún creemos que la familia es la base de nuestras sociedades?

Sobre los significados que actualmente le atribuimos a la familia, digamos que las diferentes posiciones se ubican desde un polo que defiende un concepto tradicional de familia nuclear(2), hasta otro polo que prefiere referirse en códigos de pluralidad haciendo referencia a que no existe algo llamado “la familia” sino “familias”. Incluso hay académicos que han abandonado la categoría de análisis “familia” prefiriendo el más neutral término de “hogares”.

¿Cómo me posiciono personalmente como católico y sociólogo ante estas opciones? Asumo que en nuestra Iglesia existen diversas sensibilidades frente a este tema, pero la mía claramente no es conservadora: no soy defensor de la familia tradicional como modelo normativo. Creo en la familia como concepto sociológico fundamental en nuestras sociedades y observo la realidad de múltiples manifestaciones que en la medida que respondan a las características que expondré más adelante, consideraré que legítimamente constituyen modelos familiares.

Es de destacar que los actuales escenarios de “postmodernidad”, “modernidad líquida” o “modernidad tardía” han dado lugar a nuevos formatos y tendencias que refieren a cambios verdaderamente revolucionarios por su alto impacto en unos pocos años. En tal sentido va a continuación un listado no exhaustivo de los cambios operados en cuatro dimensiones de análisis, observados a partir de las últimas dos décadas del S. XX:

Respecto al tamaño de los hogares: número medio de integrantes disminuye; aumenta número de hogares monoparentales (jefatura femenina) y unipersonales (ancianos); disminuyen familias nucleares extensas (3 o más hijos); y familias multigeneracionales (aunque sigue siendo muy frecuente como estrategia de sobrevivencia de los sectores populares).

Respecto al matrimonio y divorcio: se retrasa la edad de matrimonio; desciende el número de matrimonios y aumenta el número de uniones de hecho; aumentan matrimonios homosexuales; aumenta el número de divorcios; mayor propensión al divorcio en colectivos particulares.

Respecto a asuntos demográficos: aumentan los hogares unipersonales por longevidad y diferencia en esperanza de vida entre hombre y mujer; menor cantidad de hijos; mayores posibilidad para que parejas infértiles tengan hijos mediante TRA.

Respecto a cambios en otras conductas sociales: retraso en la edad de la emancipación (mayoría de jóvenes a los 25 años siguen viviendo con sus padres); retraso en la edad de tener hijos; mayoría de niños/as nacidos fuera del matrimonio; aumento en el número de familias reconstituidas del tipo “los tuyos, los míos y los nuestros”.

Como se comprenderá, estamos entonces en presencia de una temática de mucho interés, que nos toca personalmente a cada uno de nosotros incluso en aspectos vitales y que se nos presenta con un grado creciente de complejidad. En este punto quisiera detenerme en el concepto de familia del que parto.

En lo particular, como sociólogo, entiendo que hay dos asuntos fundamentales que caracterizan a las familias. El primero de ellos es que se trata de una primera red social que nos separa y a la vez distingue entre el sujeto individual y el sujeto de la colectividad como sociedad en su conjunto. Efectivamente, la familia puede concebirse como ese primer ámbito de matriz comunitaria y de “escala humana” (propicia para el desarrollo de relaciones interpersonales más íntimas y afectivas) que se inserta y relaciona con otros ámbitos más extensos  propios de la sociedad en su conjunto. Buena parte de la sociología clásica de fines del S XIX y principios del S. XX se han referido a esta característica de la familia.

El segundo elemento que caracteriza a la familia y que creo es el que más nos ayuda a delimitar nuestro campo de reflexión es el relacionado a sus funciones de transmisión de valores y conductas sociales a nivel intergeneracional (3). En lo personal, cuando me preguntan por mi familia, tiendo en primer lugar a responder por la familia que en determinado momento de mi madurez yo he contribuido a formar. Y seguramente me referiré a mi esposa y a mis hijos, mostrando alguna foto de ellos. También, de alguna manera ampliada, podría mostrarles la foto de la última reunión familiar, donde abuelos, hijos y nietos nos juntamos para compartir un asado.

En ambos casos notamos lo medular de la familia desde un punto de vista sociológico: la conformación multigeneracional y las funciones que de ello resultan en materia de socialización. Con esto no quiero decir que no exista familia si no hay transmisión intergeneracional. Por supuesto que hay muchos otros formatos donde legítimamente sus integrantes pueden considerar haber conformado una familia. Sin embargo, notemos que lo que ha llevado a muchas corrientes sociales a señalar que “la familia es la base de nuestra sociedad”  (aspecto que por ejemplo se ha materializado en las Cartas Magnas de muchos de nuestros países) es justamente esa especial cualidad de transmitir a las nuevas generaciones todo lo necesario para la vida en sociedad, desde un ámbito reducido y bajo relaciones de afectividad (4).

Obviamente que hay otros agentes socializadores que cumplen funciones muy importantes en materia de transmisión de valores y de información sobre el sistema de normas que regula la vida social. Pero yo soy de los que cree que las familias tienen funciones insustituibles. Y en la medida en que ese primer nivel no funcione, luego será muy difícil que pueda ser desarrollado por otros niveles e instituciones. Observemos por ejemplo con qué desmesura le estamos pidiendo a las escuelas primarias y a nuestras maestras y maestros que trabajen aspectos de socialización temprana que correspondería trabajar en las familias. Obviamente que medios de comunicación, Iglesias, amigos, etc. deberían auxiliar y apoyar estas tareas, pero si flaquea la familia es poco lo que se puede hacer luego.

Pero digamos algo más sobre esta dimensión intergeneracional. La foto de las que les hablé es apenas una toma de un determinado momento en la biografía de sus participantes. La familia, sin embargo, se perpetúa en el tiempo: la reciprocidad entre generaciones, al decir de Donati, es constitutiva de la familia y se expresa en el código simbólico del amor. ¿Quién de nosotros no ha hurgado en sus antecedentes familiares? ¿Quién de nosotros no ha experimentado la necesidad de repasar su árbol genealógico? Hay culturas asiáticas que veneran especialmente a sus antepasados. Un sacerdote amigo nos explicaba luego de misionar en Vietnam, cómo le llamaba la atención que en la mayoría de los hogares que visitaba, se reservaba un rincón para armar un pequeño templo donde no faltaba la Biblia y las fotos de los abuelos y bisabuelos.

Reciprocidad, amor, don, son términos con un profundo significado que encuentra en la familia la institución fundamental desde donde debería esperarse se expresen con particular protagonismo (5). Cuando eso no ocurre, es decir, cuando en ese contexto de mayor intimidad se viven relaciones asfixiantes, tóxicas o de violencia, estamos en presencia entonces de comportamientos que se apartan del ideal normativo de la familia. Habrá vínculos de parentesco, pero dudosamente podríamos hablar en esos términos de una familia.

 

NOTAS:
1.
Doctor en Sociología. Profesor en la Universidad de la República. Este artículo recoge la Conferencia dictada en el XXXIV Encuentro de Diócesis de Frontera (Pelotas, RS, Brasil, Mayo de 2019).
2. (Son rasgos del modelo tradicional de familia nuclear el fuerte patriarcalismo (el varón como “jefe del hogar”) y la distribución clara de roles entre el padre (asignador de recursos) y la madre (responsable de las tareas domésticas). De los hijos se espera obediencia y son educados también con pautas diferenciadas en orden al género. Este modelo comienza a operar con fuerza en Europa a partir del S. XV y durante mucho tiempo fue tildado como “familia burguesa”. Cabe destacar que esta particular forma de entender la familia fue trasladada como ideal normativo a nuestro continente que a su vez, contaba con una gran variedad de otros formatos heredados de las culturas precolombinas).
3. (Los sociólogos también reconocemos otras funciones sociales de las familias como todo lo referido a la regulación de la actividad sexual (nótese el papel del límite familiar respecto al incesto); funciones de reproducción y posición social además de las funciones de seguridad material y emocional.  Desde nuestro punto de vista, sin embargo, la función de socialización integeneracional es la que propiamente define más a las familias cuando hacemos referencia a su papel insustituible en la sociedad)
4. (Para los uruguayos, los valores más importantes que debe transmitir la familia son el sentido de la responsabilidad y la tolerancia. A modo comparativo, en Argentina sobresale cuidar el dinero y el ahorro y la autoexpresión. La transmisión religiosa es reconocida como muy importante para el 77% de los argentinos y el 16% de los uruguayos (OPP, 2018: 47).
5. (Por esa razón y a pesar de todos los cambios operados, la familia sigue siendo la institución más importante en las vidas de las personas en todo el mundo. En Uruguay, por ejemplo, el 98,6% dice que la familia es muy o bastante importante en sus vidas (OPP, 2018)).