Con la encíclica “Rerum Novarum” (=de las cosas nuevas) del papa León XIII en 1891, la Iglesia por primera vez se acercó positivamente a los grandes temas de la modernidad, encarando la cuestión obrera. Esta encíclica fue el comienzo de la llamada “Doctrina Social de la Iglesia”, una enseñanza de los pontífices que se fue desarrollando cada vez más con múltiples otros documentos hasta llegar en nuestros días a la “Laudato sii” del papa Francisco sobre la ecología integral.
José Comblin ha escrito que los fenómenos del Concilio y del postconcilio en la Iglesia “no son hechos aislados; forman parte de un proceso de evolución cuyo origen se puede situar en la transición del pontificado de Pio IX al de León XIII”. Este último Papa se dio cuenta de que nada servían las excomuniones y las condenas; nunca se conseguiría con esas condenas acercarse al mundo moderno. Encaró la cuestión social en defensa de los trabajadores con el objetivo de restaurar, a través de un tercera vía entre el capitalismo y el colectivismo, una realidad equivalente a la antigua cristiandad, tratando de que las nuevas exigencias cristianas pasaran a ser leyes civiles para todos, bajo la tutela de la Iglesia. A pesar de esta mentalidad integrista, el acercamiento del Papa León a los obreros fue el primer intento de hacer salir la Iglesia del aislamiento, del gueto y la autodefensa. Fue sobre todo en Francia, la nación guía cultural de Europa en aquel tiempo, donde más se hizo sentir la acción de León XIII. En esos comienzos estuvo el p.León Dehon (1843-1925), al que el mismo Papa dará el encargo de predicar sus encíclicas sociales. Dehon había sido capellán de la fábrica de Val-des-Bois, había ejercido su ministerio sacerdotal en la ciudad obrera de San Quintín (Francia) y había quedado espantado por la miseria de la clase trabajadora y la impotencia, la ausencia de la Iglesia en orden a su evangelización. Fue lo que experimentará el abbé Godin 60 años después escribiendo el libro: “Francia: ¿país de misión?”. Le fue muy difícil a la Iglesia acercarse a los trabajadores y el impulso generado por la Rerum Novarum y el movimiento de los católicos sociales se quedó en gran parte arenado en un asistencialismo paternalista. A los 28 años escribía Dehon en su diario: ”En san Quintín ninguna institución protege al obrero. El salario es volátil, como el precio de los esclavos. La mayoría de los industriales y emprendedores no tienen ninguna idea de sus deberes patronales. La vejez, la enfermedad, los numerosos hijos arrastran el hambre y la miseria en las familias. Esta sociedad está podrida y todas las reivindicaciones de los obreros son justas”. La intuición de Dehon (ya era abogado a los 21 años) descubrió y denunció las enormes fallas de la Iglesia en aquel entonces.
En 1878 fundó la congregación religiosa de los Sacerdotes del Corazón de Jesús (llamados hoy “Dehonianos”), los que en su visión debían formar los apóstoles de los tiempos nuevos. El culto al Corazón de Jesús, es decir a Cristo como fuente y modelo de amor y bondad, ya estaba difundido en la Iglesia, pero Dehon le añadió una fuerte dimensión social. Su revista se llamaba : “El Reino del Corazón de Jesús en las almas y en la sociedad”. En una Iglesia encerrada en sus ritos, Dehon predicaba que el Evangelio, la justicia y la caridad, debían abarcar todos los campos de la vida humana, incluyendo la economía, la política y la cultura. Al salir la encíclica de León XIII, Dehon ya se encontraba en la lucha social desde hace más de 20 años. El 15 de mayo de 1891 aparece la encíclica de León XIII, que el p.Dehon saluda como “uno de los grandes acontecimientos del siglo”. En ella se denunciaba como “un número muy pequeño de opulentos y excesivamente ricos había impuesto sobre la multitud de los proletarios un yugo casi de esclavos”. Era un lenguaje inusual y duro en una carta pontificia y provocó un fuerte impacto en la Iglesia. Para la encíclica ya no se trataba de que hubiera más religión y buenas costumbres o más asistencia social, sino de corregir la economía y sus leyes y mecanismos en función de la primacía de la persona humana y del trabajo. Ya no se hablaba solo de caridad sino de justicia social. La carta fue exaltada por los católicos sociales de avanzada, pero a la vez fue combatida, desobedecida, ignorada. En Francia, a nivel de Iglesia, en la mayoría de los casos se la ignoró o se hizo de ella una lectura minimalista; fue apoyada y comentada por 13 obispos sobre 89. A nivel de clase obrera no tuvo casi repercusión; la carta llegaba muy tarde con respecto a la evolución que se daba en la sociedad y en el movimiento obrero (ya era la época de la segunda internacional). Lo que logró la carta es que los episcopados lentamente tomaran en consideración la justicia social, la pastoral obrera y el rol de los laicos cristianos en la sociedad.
CURA DEMÓCRATA
El Papa León XIII pidió inclusive a los católicos franceses que se integraran a la legalidad política dentro del sistema de gobierno que fuera; por eso apoyó el “ralliement” (=adhesión) a la república. En su gran mayoría los católicos en Francia eran monárquicos y conservadores, lo que les había procurado persecuciones y discriminaciones. En esto el Papa no tuvo mucho éxito; más éxito encontró en el campo de la cuestión social con su célebre consigna: “Allez au peuble” (=vayan al pueblo). Esta fórmula puede parecer hoy paternalista, pero en aquel tiempo se la veía como revolucionaria, debido al encierro que padecía la Iglesia. El Catolicismo Social fue el fruto maduro de este esfuerzo. Una primera iniciativa ya se había dado con los Círculos Católicos de Obreros. Estos Círculos llegaron a la Argentina a través del p. Federico Grote (en ellos pasó de muy joven el famoso Alfredo Palacios) y a Uruguay en tiempos del arzobispo de Montevideo Mariano Soler. A pesar de su difusión, estos Círculos confiaban la solución de los problemas más en la buena voluntad de las clases empresariales que en la lucha de los obreros. Con ellos había colaborado el p.Dehon desde 1871, pero después pasó a integrar el movimiento social más de izquierda y democrático que se llamó “Democracia Cristiana” (no todavía como partido político). Era un movimiento de avanzada y de minorías. Dehon recordaba a menudo un artículo famoso de Federico Ozanám publicado el mismo año del manifiesto comunista (1848) que se titulaba: ”Pasemos a los bárbaros” (Montalambert había clasificado así a la clase obrera). Padre Dehon fue uno de los más importantes “curas demócratas”. En casi todo el siglo XIX la mayoría de la Iglesia francesa estuvo a favor de la restauración monárquica y del orden socio-político de antes de la revolución francesa. Dehon y los curas demócratas fueron los anticipadores, divulgadores y continuadores de la encíclica Rerum Novarum con incontables conferencias y congresos. Escribirá Dehon: “El Papa ha querido considerarme como un fiel intérprete de sus encíclicas sociales”. El historiador Emile Poulat ve en estos curas demócratas de los años 90 de fines del siglo XIX “los lejanos precursores de la Misión de France y de los curas obreros”. León Dehon apoyaba a los sindicatos obreros y no ya a los mixtos entre emprendedores y obreros; defendía la intervención del estado para regular las relaciones entre capital y trabajo y las huelgas legítimas. No solo buscaba que los patronos fueran sensibles a los problemas de los obreros, sino que “los obreros sean protagonistas de su elevación y se apoyen en la fuerza de su número y que los sindicatos se unan en confederaciones”. Su concepto de democracia social lo llevaba a hablar de la participación de los obreros en las ganancias de la empresa. Para Dehon la lucha por la justicia social y los derechos de los trabajadores era un deber sagrado también para la jerarquía eclesiástica y los sacerdotes; todos los cristianos tenían que “luchar contra una política sin principios y un capitalismo sin conciencia”. Estamos en una época en la que triunfaba el llamado “capitalismo salvaje”. Dehon no pedía obras clericales sino que el clero se metiera al lado del pueblo apoyando sus reivindicaciones, sus luchas y llevando adentro del movimiento obrero el pensamiento cristiano. Por eso no se dedicó a obras particulares sino a “rehacer en todos (curas y laicos) una conciencia social”. Dehon usa constantemente dos consignas que no son suyas (son de Ozanám y han sido asumidas por León XIII): “Salir de las sacristías” e “Ir al pueblo”. El primer lema lo usa Dehon para combatir cierto liberalismo anticlerical que quería confinar el clero a la sacristía y la religión a lo privado. El segundo refleja la preocupación de León XIII que escribía al obispo Germain de Coutance: “Aconseje a sus sacerdotes a que no se cierren entre los muros de sus iglesias, sino que vayan al pueblo y se ocupen sinceramente del obrero, del pobre y de las clases populares”. “Evangelizar a los pobres es el objetivo de los sacerdotes de nuestro tiempo”, dirá Dehon en una de sus conferencias romanas.
Tres años después de la Rerum Novarum Dehon pública en Francia el primer “Manual Social Cristiano” con cinco ediciones y que fue un texto básico en Francia y en Italia por tres generaciones; cinco años después sale el “Catecismo Social”. “Son pobres católicos los que limitan su fe y su acción a la vida privada y familiar. Hay que recrear un espíritu de responsabilidad pública en los católicos”, escribía en un diario de la época. Repetía que “el problema social no es simplemente una cuestión de estómago, sino de igualdad, de justicia, de moral. Es una cuestión de dignidad..Si las injusticias que hay en la sociedad no son pecado, entonces no existe ningún pecado”. Como pocos en su época, luchó por el derecho de todos a un trabajo digno, por una ley en favor de los trabajadores, el salario familiar, el descanso dominical, para mejores condiciones en las fábricas. Escribía: “La caridad no basta; hay que luchar por un programa de reformas sociales”.
PERSECUCIONES
No todo era fácil en esta lucha. En 1987 el cardenal Richard de París denunció en el movimiento de los curas demócratas un peligro de herejía, cuestionó sus congresos por realizarse fuera del cuadro jerárquico y por la audacia de criticar los estudios en los seminarios, la disciplina eclesiástica etc. En 1902 el obispo Turinaz de Nancy lanzó un opúsculo en nombre también de otros obispos donde denunciaba como “con una audacia creciente laicos y sacerdotes sin ninguna misión ni autoridad se esfuerzan por adueñarse de la dirección de jóvenes sacerdotes y también de seminaristas durante sus vacaciones”. Era un golpe directo contra el empresario León Harmel y el p. Dehon en Val-de-Bois, los que el año siguiente dieron por finalizados estos encuentros. Eran comunes las acusaciones de infiltración socialista, marxista, etc. También el p. Cornier, superior general de los Dominicos y consultor del Santo Oficio en el Vaticano, opinaba que “el p. Dehon manifestaba un celo excesivo para las cuestiones sociales y eso lo distraía de sus deberes para con su instituto y le hacía daño a la perspectiva sobrenatural que debía darle a la obra”. Después que el p.Dehon diera unas conferencias a los seminaristas del seminario francés de Roma, muy aplaudidas, este fue el comentario del p. Cornier: “El p.Dehon calienta la cabeza de los jóvenes con daño, a mi juicio, de su verdadera formación eclesiástica”.
La audacia a Dehon le viene no por el hecho de ser un sociólogo, un político o un cura revolucionario, sino por ser un apóstol del Corazón de Cristo que quiere ir a los más pobres y explotados en nombre de la buena noticia del Evangelio. Después de sus famosas cinco conferencias en Roma en 1897 a la presencia de unas 500 personas incluidos obispos y cardenales, se le ofreció a Dehon el episcopado pero él lo rechazó alegando su condición de religioso. No era simplemente el amor y la obediencia al Papa que lo llevaban a difundir su doctrina social sino una sintonía profunda en las ideas que ya albergaba mucho antes de la Rerum Novarum; y cuando llegó el encíclica, en ciertos aspectos él fue más allá de la misma. Las incomprensiones se hicieron sentir hasta en su propio instituto. En el cuarto capítulo de la congregación el p.Dehon fue criticado públicamente por hacer política y alejarse de la espiritualidad del instituto; eso obligó a Dehon a presentar sus dimisiones de superior general, las que finalmente fueron rechazadas en un clima de grave malestar. A excepción de algunos, el instituto no lo siguió por ese camino social; y él no insistió. A sus hijos les predicó con el ejemplo. En sus Recuerdos él afirma claramente: “He intentado en mi vida dos grandes empresas: la primera era de conducir sacerdotes y laicos al Corazón de Jesús para ofrecerle un tributo diario de adoración y amor. He querido en mi segunda empresa contribuir a la elevación de las masas populares mediante la instauración del Reino de justicia y caridad cristiana. En ambos campos el trabajo debe ser continuado”. A fines de 1903 el p.Dehon interrumpió la publicación de su revista “El Reino del Corazón de Jesús..” que dirigía desde hace 14 años. Ese mismo año había salido un decreto del nuevo Papa Pio X que ordenaba que los sacerdotes debían obtener el consentimiento previo de su obispo para cualquier escrito de carácter social. El nuevo Papa no tenía las mismas ideas de León XIII y el p.Dehon se llamó a silencio. El sacerdote italiano Luigi Sturzo, fundador del Partido Popular Italiano y amigo de Dehon, declaró que en 1909 este fue convocado por la curia romana para que prometiera poner fin a su actividad social en Francia y en Italia. Dehon no participó en la batalla antimodernista de Pio X y cuando subió Benedicto XV que era su amigo, le pidió que retomara el magisterio social. Pero la primera guerra mundial acalló por un tiempo todos esos esfuerzos y luchas.
LUCES Y SOMBRAS
Todo esto que se ha dicho enaltece la figura del p.Dehon como la de un profeta de nuestro tiempo, pero hay que admitir que Dehon conservó los esquemas teológicos de la cristiandad, propios de su época. Las leyes sociales y el ordenamiento de la sociedad debían identificarse con la enseñanza de la Iglesia; el estado debía ser confesional, no laico. Rechazaba la separación entre estado e Iglesia. El verdadero remedio social solo vendría de la religión. Decía: “Solo la Iglesia puede resolver la cuestión social. Toda reforma social afuera del Cristianismo o de la Iglesia, está condenada al fracaso”. Cierta mentalidad integrista lo llevaba a decir que un estado cristiano “es el único capaz de garantizar el bien común”. Hablaba de democracia, pero debía ser “cristiana”. En 1903 en una de sus conferencias romanas decía: “La democracia será cristiana o no será”. No es de extrañar esta mentalidad porque es la que dominó en la Iglesia prácticamente hasta el Concilio Vaticano II. Todavía Pio XI seguía hablando de la “Cristiandad unida como la verdadera Sociedad de las Naciones” y de la Iglesia como “institución superior a todas las naciones con función de magisterio y arbitraje internacional, por ser el único manantial del derecho”. Puede extrañar la combatividad de Dehon para con los masones y los judíos. Para él se trataba de una coalición anticristiana de la cual hacían parte los protestantes, los socialistas y los laicistas. Era una confabulación tantas veces denunciada en esa época y aún después, por católicos reaccionarios como Drumont y Maurrás. Dehon hablaba de una “invasión judaica” que se había adueñado de la prensa, del parlamento, de los bancos. Pero el antijudaísmo de Dehon no es de carácter racial y no tiene nada que ver con el antisemitismo nazi. Su antijudaísmo no era contra los judíos en cuanto tales; se debía a su preocupación social en defensa de los más débiles. Por eso denunciaba las “lobbys” judaicos en los bancos y puestos de poder. Era la época de los Rothschild, Pereire, Fould… La usura había llegado a manejar intereses exorbitantes, hasta del 40%. Para Dehon los judíos eran “un peligro para la Iglesia, la propiedad, la libertad, el orden social, la patria. El judío enemigo del Cristianismo, amante del oro y usurero gracias a los principios del Talmud ha podido llegar al poder, especialmente económico a través del capitalismo financiero y saciar su odio para con el Cristianismo” (Catecismo Social). Dehon pedía leyes severas y restricciones para los judíos. Consideraba positivo el antijudaísmo “siempre que quede en el ámbito de la legítima defensa contra la usura y la explotación y no degenere en violencia. No queremos tener animosidad personal contra los masones ni contra sus hermanos mayores que son los judíos; deseamos la salvación de unos y otros. Simplemente denunciamos sus maniobras con seriedad y moderación”. Cuando el Papa nombró a Dehon como asesor para la censura de los libros en la congregación vaticana del Índice, este condenó decididamente el antisemitismo de Charles Maurrás como anticristiano. Por otra parte el antijudaísmo teológico del p.Dehon, acusando al pueblo judío de deicidio, etc., fue común en la Iglesia hasta el Concilio Vaticano II; todavía se seguía rezando en esta época por la conversión de los “pérfidos judíos”. Aún así Dehon escribe que “el pueblo judío sigue siendo providencial. Dios no los ha abandonado, los conserva como testigos de la historia y custodios de las Sagradas Escrituras; y les tiene reservado como don una gran misión en los últimos tiempos. Dios los sigue queriendo a causa de sus padres. Dios no se arrepiente de sus dones ni de su llamado. Han sido los depositarios de la fe en Dios y en el Mesías”. Pedía que las grandes figuras del Antiguo Testamento fueran incluidas en el calendario litúrgico. Los escritos antijudíos de Dehon son una pequeñísima parte de su inmensa obra de escritor, periodista y conferencista; abarcan tan solo 14 años de su larga vida (82 años). Estos escritos ya eran conocidos, pero considerados secundarios y característicos de una época. Se puede no estar de acuerdo sobre el análisis que Dehon hizo de la sociedad de su tiempo, pero no es lícito tergiversar su pensamiento cuyo objetivo no eran ni los judíos ni los masones, sino la justicia social. Sin embargo estos escritos fueron incriminados duramente por los judíos actuales en ocasión de la frustrada beatificación de Dehon en el año 2005. La beatificación del p.Dehon ya había sido anunciada por Juan Pablo II para el 24 de abril del 2005. Lamentablemente Juan Pablo murió el 2 de abril y debido a la presión judía, no ya solo contra la de Pio XII sino también contra la del p.Dehon, el Papa Benedicto postergó indefinitivamente su beatificación.
CONCLUSIÓN
Dehon, sin caer en la agresividad, no rehuía de la polémica como se nota en sus artículos de la Chronique du sud-est, que el director del diario llamaba: “toques de trompeta”. Sabía sin embargo discernir los hechos. Acepta las banderas de la Revolución Francesa (libertad, igualdad, fraternidad) como principios cristianos aún condenando la etapa del Terror. Tampoco rechaza en forma indiscriminada el análisis de la realidad hecha por los socialistas y reconoce que las soluciones propuestas no todas son de descartar. Del marxismo dice: “No es simplemente rechazándolo que lo podremos arrestar, sino reconociendo lealmente lo que es justo en sus reivindicaciones”. Esto no le impide condenar sin vueltas el comunismo “porque dejará subsistir y probablemente acrecentará la injusticia social, ya que no habrá muchos sino un solo patrón todopoderoso y con todos los medios a su disposición, sin la posibilidad de ninguna protesta”. Condena el anticlericalismo masónico, pero reconoce que también la Iglesia tiene sus culpas: “¿Hemos amado bastante esta nuestra sociedad contemporánea o solo hemos tenido frente a ella rechazo y condena? Si esta sociedad ha hecho leyes que nos disgustan, quizás le hemos dado motivo con nuestra constante oposición”. Lo que se destaca sobre todo en Dehon es la evolución de su pensamiento, fruto del estudio y de la práctica social. En esta última tuvo al lado numerosos laicos católicos comprometidos; sin su compromiso le parecía imposible una renovación social. Con todo lo más característico de Dehon, que sigue siendo muy actual, es su denuncia de “un grave error pastoral” por parte de la Iglesia de aquel tiempo: por su falta de coraje e inmovilismo. Escribe: “Nuestra teología y nuestros catecismos son incompletos; los deberes cívicos, políticos y económicos no son mencionados. Nos limitamos a los niños, ancianos y enfermos”. El error pastoral de la Iglesia, según Dehon, era su encierro (un anticipo de la “Iglesia en salida”), su alianza con los poderes de turno, acumulando privilegios y alejándose del pueblo. Esos poderes “no rechazaban el Evangelio, pero querían domesticarlo”. Dehon insistía en la presencia de la Iglesia también en el campo educativo, en los medios de comunicación, en la promoción del laicado. Criticaba la superficialidad de la predicación de los curas y su poca incidencia en la realidad. Decía: “Hacemos 50 mil sermones por semana y nuestro pueblo es ignorante de religión, nuestras iglesias están vacías. El pueblo se ha alejado de una religión que no se preocupa de sus problemas y considera a los curas como cómplices de sus opresores”. A diferencia de los santos de la época (Bosco, Murialdo, Cottolengo, Cafasso, Orione…), Dehon antepone la lucha por la justicia a la caridad y a la asistencia. Y por eso tuvo y sigue teniendo múltiples incomprensiones. Decía Helder Cámara: “Si hago la caridad a un pobre me llaman santo, pero si denuncio las causas de esa pobreza me tildan de comunista”.
PRIMO CORBELLI
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