
El arzobispo ortodoxo de Chipre, Crisóstomo, con el aval del patriarca Bartolomé, empezó una rueda de consultaciones con los patriarcas de las 14 Iglesias históricas para encontrar una solución compartida después de la ruptura entre Moscú y Constantinopla. Frente a la postura de la poderosa Iglesia rusa, no hubo reconocimiento de la proclamada Iglesia autocéfala ucraniana por parte de las Iglesias históricas; pero tampoco se compartió la ruptura de la comunión eucarística por parte de Moscú con Constantinopla. Una convocación de todos los patriarcas por parte de Bartolomé (lo que jurídicamente podría hacer), ahondaría la ruptura y podría llegar a un verdadero cisma. Para evitar esto, Crisóstomo hizo ya un viaje a Serbia, Bulgaria, Grecia y Albania. Este proceso recién empieza.