(editorial) Una Iglesia en salida

Muchos católicos se asombran cuando se les habla del deber de ser misioneros. Para el mes de octubre, según la costumbre, se reza por los misioneros que están trabajando duramente en África por ejemplo, pero a pocos se les ocurre pensar que África está entre nosotros. Hoy todo el mundo, toda la Iglesia está en estado de misión porque tampoco entre los bautizados se conoce a Cristo, no se sigue el Evangelio. Hoy aparentemente los grandes problemas de la Iglesia parecerían ser el desacuerdo de algunos cardenales con el Papa, si los divorciados vueltos a casar pueden comulgar, la pedofilia de algunos eclesiásticos…

Sin negar la importancia de estos temas, parecería que la urgencia de la misión no le quita el sueño a nadie a pesar del avance del materialismo, del secularismo y las sectas. Parecería que el lema programático del papa Francisco, que pedía una “Iglesia en salida” resuena menos. Francisco había pedido una Iglesia callejera, a la intemperie, que pisa el barro y se ensucia por caminar hacia todas las periferias humanas. Habló de una Iglesia no autorreferencial, hospital de campaña, pobre para los pobres. Había recordado que “la actividad misionera representa hoy el mayor desafío para la Iglesia” (EG n.15). Y ser misioneros significa para todos los bautizados salir de casa, salir del círculo parroquial para ir a los lejanos. El Papa escribió que prefería “una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, ante que una Iglesia enferma por el encierro y las comodidades” (EG n.49). Son palabras inusuales por su audacia. Tal vez no se ha comprendido que hay un cambio de prioridades en la Iglesia, una nueva etapa evangelizadora, una “conversión pastoral” (EG n.25) que todos debemos realizar en los contenidos y en las formas. Tal vez no se ha entendido que la “Evangelii Gaudium” no era simplemente el programa del pontificado de Francisco, sino el rumbo permanente que ha de tener la Iglesia a la luz del Concilio. Que la reforma de la curia vaticana era tan solo el comienzo de la reforma de toda la Iglesia a la luz del Evangelio. Se lamenta la escasez de sacerdotes y sin embargo el Papa sigue criticando el clericalismo. ¿El descenso de las vocaciones sacerdotales no será un signo con el cual Dios pide a los laicos un mayor compromiso en una Iglesia que ha de ser toda ella ministerial y misionera? Muchos laicos se han enclaustrado en las parroquias y en los movimientos eclesiales. ¿Quién busca a las ovejas perdidas?; ¿Quién lucha por la transformación de este mundo según Dios, en el cual sigue aumentando el hambre (821 millones de personas); ¿Quién sigue anunciando a Cristo que no es aún conocido por la mayoría de la humanidad?. Frente a los escándalos que sacuden a la Iglesia hay que recordar que la verdadera Iglesia es la de los que consagran su vida a Cristo y a los demás a veces en situaciones y lugares imposibles, de la multitud de santos y mártires como nunca hubo como hoy en la historia, de los miles y miles de cristianos perseguidos, torturados y asesinados hoy por su fe en el mundo.