A pesar de que Filipinas es el tercer país en el mundo de católicos (solo después de Brasil y México), su presidente elegido democráticamente sigue matando gente y ahora agrede a la Iglesia acusándola de corrupción, hipocresía y abusos sexuales. Justifica la matanza de drogadictos y narcotraficantes y dice que él mismo se encarga de “asesinar a criminales cuando las tareas de gobierno le dejan tiempo”. Su “guerra a la droga” ha causado miles de asesinatos (siete mil en los primeros nueve meses de su gobierno), casi todos impunes; sin embargo Duterte cuenta, según las encuestas, con el apoyo de la población. Afirmó además por televisión que él cree en un Dios universal, superior a todas las religiones. “Si elijo creer en un Dios especial, ¿cuál es el problema?. Tengo la libertad de elegir. Tú no habías nacido y ya tienes encima el pecado original. ¿Qué tipo de religión es esa? ¿Cómo Dios creó a Adán y Eva dejando que fueran tentados por el mal? Ha creado algo perfecto y después deja que se destruya la calidad de su trabajo. Entonces ese Dios es un Dios realmente estúpido. Mi Dios no es estúpido y tiene mucho sentido común”. Estas declaraciones estarían relacionadas con las denuncias de la Iglesia sobre las matanzas extrajudiciales y en particular con las críticas de una monja australiana a su gobierno.

Se trata de la hermana Patricia Fox, superiora de una Congregación Religiosa que desde hace 27 años defiende los derechos humanos y a todas las víctimas de atropellos. Ha sido arrestada por “alteración del orden” y ya liberada aguarda un juicio por “violar la soberanía del país”. Desde diciembre tres sacerdotes han sido asesinados y aumentan las presiones sobre los religiosos extranjeros. El parlamento ha resuelto no renovar la licencia de transmisión a 54 estaciones de radio católicas.
El obispo Arturo Bastes comentó: “La diatriba del presidente contra Dios y la Biblia, revela una vez más que es un bicho raro, un psicópata, una mente anormal que no debería haber sido elegido presidente de una nación civilizada y cristiana como la nuestra”. Los jesuitas del país, además de la Conferencia Episcopal, también denunciaron las matanzas: “No se puede construir el país sobre cadáveres; no se puede luchar contra el mal con pistolas y balas. No podemos luchar por los seres humanos negando sus derechos. Tenemos un presidente killer y el estado se está convirtiendo en un estado killer”.