El papa Francisco está tratando de dar otra imagen y otro rostro a la Iglesia buscando acercarla al pueblo, a la gente más humilde. Sus aportes a la justicia social y a la paz en el mundo, su carisma comunicativo han logrado que los medios hicieran de él un personaje mediático. Su popularidad rompió las fronteras de la Iglesia Católica. Sin embargo de un tiempo a esta parte las políticas conservadoras, nacionalistas y racistas que se oponen a lo que él representa, siguen en aumento en el mundo. Las cuestiones que él destaca con vehemencia como la desigualdad económica, el medio ambiente, los migrantes, la desocupación juvenil… ya no tienen prioridad. El Papa está chocando contra esta ola populista. Con esto también al interior de la Iglesia las fuerzas conservadoras se sienten alentadas y buscan frustrar los esfuerzos del Papa para así recuperar el poder. Por otra parte parecería que desde las Iglesias locales se admire al Papa y se concentre toda la atención sobre él, pero sin traducir sus orientaciones y su ejemplo a la práctica pastoral con la misma creatividad. Como si hoy el Catolicismo se concentrara en la figura papal, lo que justamente no desea el Papa en su esfuerzo de descentralizar a la Iglesia.
Las reformas no las hará el Papa en su soledad; y Francisco tampoco recurrirá a su poder para imponerlas. Se ha percibido por ejemplo cierto fracaso para hacer que los obispos rindan cuenta por los abusos sexuales del clero. En el caso chileno el Papa ha sido honesto, pidió perdón por haberse equivocado e intervino en forma inmediata. Sin embargo muchos en la Iglesia han reclamado que los trapos sucios han de lavarse en casa y no airearlos para que todo el mundo se entere de las debilidades humanas de obispos y curas, como de cualquier mortal. Lo que pasa es que, como escribe el teólogo José María Castillo “los delitos de pederastia son delitos y delitos graves; y ocultar delitos graves contra inocentes es otro grave delito”. Este Papa quiere terminar en la Iglesia con el secretismo que es campo de cultivo propicio para la hipocresía. La transparencia hace a la credibilidad de la Iglesia. Sin embargo lo que más causa molestia en la Iglesia, también detrás de presuntas objeciones doctrinales, es la prioridad que Francisco le da a la Iglesia de los Pobres, a la pobreza efectiva en la Iglesia, a la justicia social en el mundo, a un lenguaje sencillo y popular (que no le quita profundidad); y esto por encima de temas doctrinales o cuestiones como el aborto, el divorcio, la homosexualidad, etc. Es la opción preferencial por los pobres la que se rechaza en Europa y en América del Norte, desde la opulencia y el consumismo, por parte sobre todo de los que manejan el poder y el dinero. En Europa occidental está disminuyendo la presencia otrora poderosa de la Iglesia, no solo por los escándalos sino por una Iglesia conservadora aferrada a sus privilegios Sin embargo Francisco no hace sonar la alarma. Sabe que la mayoría de la Iglesia del futuro está en el Sur, de donde él proviene. Este giro implica una opción preferencial por los pobres y los países pobres del mundo. Lo que quizás pueda decirse es que el papa Francisco con su palabra y ejemplo llama a una conversión espiritual y pastoral en la Iglesia, pero no ha logrado aún reformas estructurales que se visibilicen en las bases. Ningún Papa en los últimos tiempos ha sido criticado y hasta insultado tan abiertamente al interior de la Iglesia Católica como Francisco. Quizás sea un profeta incomprendido como todos los profetas, y que tan solo abra caminos para el futuro.