“Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada”
Comentarios sobre la polémica desatada por el Documento de la CEU
Pablo Guerra
El pasado 18 de Abril, la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU) presentó el Documento “Construyamos puentes de fraternidad en una sociedad fragmentada”, producto de la Primera Asamblea Plenaria celebrada en Florida días antes. Las repercusiones en el ámbito político fueron inmediatas, sobresaliendo la respuesta dada en carácter personal y en su condición de católico por parte del prosecretario de Presidencia Juan Andrés Roballo.
Las relaciones entre la cúpula de Iglesia y el Gobierno en tiempos progresistas, saben de conocidas diferencias en temas como género, nueva agenda de derechos, aborto o en la discusión sobre los alcances de lo que supone una sociedad laica. Sin embargo, éste episodio agrega una nota de originalidad: por primera vez se originan diferencias en una dimensión de análisis donde se presumían más acercamientos que diferencias. Por un lado, una Iglesia con su conocida “opción preferencial por los pobres” ahora reforzada por el pontificado de Francisco; por otro lado un gobierno que asume en 2005 comprometido a reducir la pobreza y aumentar el gasto social logrando objetivamente resultados muy alentadores en ambos sentidos. Esos puntos de encuentro hablan de una sensibilidad hacia los más desfavorecidos compartida por ambas partes.
¿Por qué entonces estas reacciones? Hay quienes desde el Gobierno argumentan que el Documento es injusto con los incontrastables logros socioeconómicos y contribuye a llevar agua para el molino de la oposición. Es más, para el mismísimo Roballo, el Documento podría formar parte de una “sospechosa operación política coordinada con organizaciones políticas”. Las preguntas entonces se suceden: ¿el Documento es tendencioso? ¿Es pertinente que la Iglesia opine sobre la fragmentación social en la actualidad? ¿Forma parte de una operación política? A continuación trataré de responder a estas preguntas.
1. Sobre el contenido del Documento
El documento de 36 páginas está dividido en tres capítulos. El primero de ellos se titula “Nuestra mirada sobre la realidad”. Allí se analizan 8 aspectos concretos caso del trabajo, familia, territorio, educación, etc. El segundo capítulo se titula “Discernimos a la luz de la fe” y el tercero, dedicado a señalar algunas líneas propositivas, llama a “tender puentes y construir fraternidad”. Se finaliza con unas breves conclusiones.
Lo primero que debemos decir a la hora de analizar el documento es que cualquier intento de “VER” la realidad puede ser interpretado de diversas maneras por distintos actores sociales y políticos. Como mostraremos más adelante, no va a ser la primera vez que un texto de la Iglesia provoque la reacción de un gobierno, cualquiera sea su orientación. Es obligación de la Iglesia ser coherentes con el mensaje de Cristo y denunciar todo aspecto que no contribuya a un verdadero desarrollo humano integral, gobierne quien gobierne. Obviamente, las eventuales críticas deben estar fundamentadas procurando siempre una correcta ponderación, para lo cuál el aporte de las ciencias sociales es de fundamental importancia. ¿Cómo se comporta éste Documento en tal sentido? Luego de una detenida lectura me queda la sensación que son bienvenidas y ajustadas a la realidad las miradas críticas sobre la fragmentación, aunque por momentos utiliza una redacción que no contribuye a la debida ponderación. Vayan 4 ejemplos en tal sentido:
- en las primeras líneas los pastores mencionan que estamos frente a una “dura realidad” de fragmentación en nuestra sociedad. Quizá hubiera sido deseable una mayor contextualización de estas primeras líneas, pues para muchos uruguayos fue seguramente más duro ver cómo se multiplicaba la pobreza o cómo se disparaba el desempleo a tasas nunca antes vistas en el 2002.
- Al comienzo del primer apartado (“las fisuras que poco a poco nos han ido separando”) se afirma que el país forma parte del continente más desigual del mundo y se agrega que “tradicionalmente” nos caracterizábamos por los altos niveles de integración social. Una debida ponderación del VER supondría agregar que Uruguay es el país menos desigual en la región y que los niveles de desigualdad medidos por el coeficiente Gini han mejorado (aunque sea levemente) en un contexto mundial donde las desigualdades no dejan de aumentar. Ignorar las reformas impositivas (p.e. el impuesto a la renta), económicas y sociales de los últimos años y su papel positivo en este ítem puede interpretarse como algo más que un desliz.
- El capítulo sobre el trabajo pone acento en algunas tendencias o aspectos negativos en materia laboral que compartimos plenamente. Sin embargo, la CEU olvida citar varios indicadores que han favorecido la inclusión social en el ámbito del trabajo en los últimos años, caso del mayor número de trabajadores registrados en la seguridad social, la menor informalidad en sectores vulnerables como el trabajo doméstico, el acceso a derechos por parte del trabajador rural, las garantías que hoy existen para la negociación colectiva o el incremento en el salario real de los trabajadores, especialmente de los de menores ingresos. Como se comprenderá, una correcta mirada sobre el complejo mundo del trabajo debe advertirnos tanto de sombras como de luces.
- Seguramente con el ánimo de señalar que la pobreza en el Uruguay está extremadamente concentrada en los niños, se abusa en el mensaje subyacente de algunas afirmaciones, caso de aquella que señala que “la proporción de niños pobres en relación a la totalidad de pobres es la mayor del continente”. Para un lector medio, esa frase puede ser interpretada de forma equivocada, mereciendo un mayor detenimiento, precisando en el cuerpo central, por ejemplo, que la pobreza infantil se ha reducido en más de una tercera parte tomando como base 2004 (solo una nota a pié de página indica un dato similar). Es de recordar que Uruguay tiene una de las menores tasas de pobreza infantil en el continente.
En resumen, la CEU hace muy bien en llamar la atención sobre los procesos de fragmentación social. En particular, coincido en algunos datos críticos de la infantilización de la pobreza, el creciente número de personas en situación de calle y los signos de deterioro del relacionamiento social. Se echa de menos, sin embargo, una cierta ponderación sociológica entre logros y desafíos, avances y retrocesos. Respondiendo a la pregunta inicial, de ninguna manera se trata de un documento tendencioso, pero por momentos ofrece un estilo de redacción con carencias que por supuesto puede generar irritación en quienes han venido trabajando muy duro para mejorar ciertos indicadores sociales en el país.
Respecto al capítulo donde la CEU señala algunas propuestas, llama la atención la falta de una mirada hacia dentro de la Iglesia, esto es, cuestionarnos como cristianos acerca de cómo estamos actuando para la construcción del Reino. Y es que claramente dentro de la Iglesia hay signos positivos y negativos en materia de inclusión social o en la forma en que nos comportamos apostando a un mejor relacionamiento con toda la sociedad. Una sociedad más fraterna por supuesto que necesita de todos. Con ese propósito la Iglesia también debe analizarse evitando la autocomplacencia.
2. ¿Es pertinente que la Iglesia opine sobre temas sociales?
No solo es pertinente, es su obligación. Y como dije antes, cualquier análisis de la realidad generará reacciones del sistema político. Ahora bien ¿cuán pertinente es hacerlo cuando el gobierno exhibe buenos avances en sus principales indicadores sociales y económicos? La Iglesia debe mostrar su acción profética en todo momento. Es cierto que muchos indicadores de los últimos años han sido muy favorables. Sin embargo, las dimensiones sociales son siempre más complejas que los meros números, de lo que se deduce que la mirada pastoral sobre estos fenómenos siempre va a ser tan necesaria como cuestionadora del statu quo.
3. ¿El Documento forma parte de una confabulación política?
Para responder a esta pregunta quisiera recordar el Documento final de la XVI Semana Social de la Iglesia Católica, celebrada en el año 2000, claramente en otro contexto social y político. Como era de esperar, las Conclusiones de este evento generaron duras reacciones por parte del gobierno de turno. Por lo tanto, no es cierto, como señaló algún legislador oficialista, que la Iglesia no se preocupaba de los pobres en la crisis del 2000 y sí lo hace ahora. En su momento, la Iglesia cuestionó al modelo neoliberal y sus consecuencias sociales, caso del aumento de la pobreza y del desempleo, ganándose con eso la animosidad del gobierno de la época, saliendo algunos de sus voceros a señalar que se trataba de un documento “ideológico” y de “izquierda”.
Cuando la Iglesia (en este caso la CEU) se dirige a sus fieles y a todos los ciudadanos para dar una opinión sobre la situación social en la que debe actuar pastoralmente, no confabula políticamente. Pensar eso es menospreciar la inteligencia de nuestros pastores y desconocer el alcance de la doctrina social cristiana. No menos cierto es que en el actual contexto de movilizaciones por parte de sectores productivos reclamando competitividad y criticando el gasto social y los logros del Gobierno, se debió haber medido mejor las consecuencias del Documento.
En el fondo, todos necesitamos de esos puentes a los que alude la CEU. Y seguramente todos desde el sistema político y desde la Iglesia estemos dispuestos con actitud crítica y constructiva a seguir luchando por un Uruguay más justo y solidario. De esa manera estaremos contribuyendo a la construcción del Reino.
Muy objetivo amplio profundo y concreto este informe de opinión acerca del doc CEU. Es grande y cultivada la inteligencia de nuestros obispos, actualizada y cristianizada con datos reales (ine) y hasta algún asesoramiento guía para ver e interpretar correctemte y opinar ponderada y asertivamente, sin predominio latente de condena por » mal gobierno «. Por eso cuesta aceptar su total trasparencia.Aceptando q recibieron presiones y se sometieron un tanto, explicamos mejor por lo simple, su crítica q finalmente pareciera iimponerse por encima de su aprobación a las políticas ejecutadas.Sigamos apoyando a ambos.Gracias.
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Impecable Don Pablo. Me duelen los hechos: Jerarquía lejana, aislada. Sin promoción del voluntariado actuando dentro de buenas políticas; mencionar drogas, educación popular-servicios barriales, autoconstruccion, pequeños créditos promocionales. Todo enmarcado desde pequeñas comunidades.
Somos y tenemos usencia de una « Iglesia en salida»…… ergo… vale la pena hablar sin un compromiso activo?
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